Volteas la mirada y ahí está, esa persona que te provoca el corazón te lata aceleradamente. Aunque ahora sabemos que el corazón no tiene un papel principal en el enamoramiento, pero su reacción cuando vemos a alguien que amamos o nos atrae, es lo que hizo que durante siglos la humanidad pensara que el amor residía ahí.
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Me quiere, no me quiere
El amor sin duda nos parece una emoción increíblemente compleja y casi incomprensible, al igual que los caminos que nos llevan a enamorarnos, Pero, ¿y si el amor no es una emoción?
La psicología distingue entre las emociones: estados de la mente que nos provocan sentimientos; y las motivaciones: sistemas del cerebro orientados para conseguir un objetivo o satisfacer una necesidad.
En ese sentido, el amor podría ser más bien un sistema de motivación, que evolucionó en nuestros cerebros para satisfacer la necesidad de encontrar y mantener una pareja, y sí, perpetuar la especie.
Aunque en la vida moderna la reproducción no siempre sea el objetivo del amor, no podemos negar el papel que juegan las hormonas sexuales y otros neurotransmisores. en ese impulso que nos dirige a lo que llamamos amor romántico.
Locamente enamorados
Ese sistema de motivación que es el amor está impulsado por la activación de los sistemas de recompensa de nuestro cerebro, especialmente el área tegmental ventral, en donde se libera dopamina.
Ese neutrotransmisor contribuye a que nos sintamos felices y está ligado con la motivación y el deseo que nos producen otras cosas: la comida, las drogas o el sexo.
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Hasta cierto punto nuestro cerebro, en las primeras etapas del enamoramiento, actúa un poco como lo hace cuando tenemos una adicción. Y eso explica también por qué cuando no somos correspondidos o un amor acaba, nos sentimos tan miserables: experimentamos síndrome de abstinencia a la dopamina.
Por si eso no fuera suficiente, cuando ese sistema de recompensa se activa, se desactiva la corteza prefrontal: fundamental en nuestros procesos de toma de decisiones y planeación: sí, estar enamorados tampoco ayuda a tomar buenas decisiones.
En la atracción por supuesto también puede existir el deseo sexual, que se activa por la producción de testosterona, una hormona que normalmente identificamos como masculina, pero que también se produce en las mujeres y que para todos tiene un papel muy importante en la excitación sexual.
El amor es amor, pero tiene muchas formas
El deseo podría ser un camino lleve a la atracción y al amor romántico, pero no siempre tiene que ser así, igual que la atracción puede evolucionar o no, en apego.
El apego es ese estado que sigue al arrebato inicial del enamoramiento: aunque continúa la producción dopamina, nuestro cerebro produce también otras sustancias, como la oxitocina.
Esa hormona es la encargada de producir las contracciones del útero en el parto y los orgasmos, pero no solo tiene esas funciones, ni es exclusivamente femenina.
A la oxitocina también se le llama “la hormona de los abrazos” porque está relacionada con los sentimientos de bienestar que nos causan los vínculos afectivos con otros, que no tienen que ser parejas románticas o sexuales: pueden ser amigos, familiares, o hasta una mascota.
Así que si este día de San Valentín no tienen una pareja romántica que les cause una cascada de dopamina en su cerebro no se preocupen, puede acudir al chocolate: la teobromina que contiene se parece mucho a la dopamina y tiene un efecto similar en el cerebro. Y además siempre pueden abrazar a su perro o a su gato y sentirse un poco más felices.