Una persona no identificada llegó desde Wuhan a mediados de enero de 2020. Tenía algún malestar, fiebre, problemas respiratorios. Pensó que era gripe común: el 21 de enero se confirmó que era COVID-19.
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Ese día se hizo público el primer contagio de la enfermedad que ya suma 406 mil muertes en el país y 24.5 millones de contagios.
En aquel momento, la administración de Donald Trump no valoró la gravedad de la enfermedad. Pocas lo hicieron, para ser sinceros. Pero con el paso de los días, el estado de inactividad continuó.
Trump se negó a tomar medidas de forma rápida. Ni siquiera consideraba utilizar tapabocas para sus eventos, en pleno año electoral. Hasta que se contagió: allí lo usó, aunque por pocos días.
El 29 de febrero se anunció el primer fallecimiento por la enfermedad en Estados Unidos. Era una persona en Washington DC, una mujer de 50 años. “Hay 22 pacientes que tienen el COVID-19 (…) Estamos preparados para enfrentar esta circunstancia. No hay razón para entrar en pánico”, decía Trump en ese entonces.
“Si estás sano, probablemente pasarás por el proceso y estarás bien”, agregó el entonces presidente.
Trump contradijo varias veces a su principal asesor, el doctor Anthony Fauci, sobre la prevención frente a la enfermedad. También amenazó constantemente a la Organización Mundial de la Salud, llegando cortar el apoyo de Estados Unidos.
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Las medidas de Joe Biden contra el COVID-19
Joe Biden, su sucesor, anuló esa decisión. “Nuestra estrategia nacional es integral, se basa en la ciencia, no en la política. Se basa en la verdad, no en la negación, y es detallada”, afirmó este jueves el nuevo presidente.
El plan contra el COVID-19 impulsará una campaña nacional de vacunación para administrar 100 millones de dosis para 50 millones de norteamericanos.
Biden firmó al menos diez órdenes ejecutivas para la lucha contra la pandemia, aumentando los suministros para equipos de vacunación, pruebas y protección personal.
También hizo un llamado al uso de mascarillas, y solicitó que los que viajen a Estados Unidos lo hagan con una prueba que determine su negativo en el COVID-19. También deberán estar en cuarentena.