Un sueño y una pesadilla para cualquier empresa: conocer los secretos del rival y tener que pagar una astronómica suma para resarcirlo. El protagonista de esta historia es Ticketmaster.
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Reconocida compañía vendedora de boletos, Ticketmaster tenía en CrowdSurge a un gran competidor. Y, para frenarlo, utilizó una artimaña baja.
Una sórdida historia
Fichó a Stephen Mead, un extrabajador rival para ingresar a TODAS sus cuentas y conocer sus secretos.
Ocurrió desde 2013 hasta 2015, pero las acusaciones se reportaron en 2017.
CrowdSurge se había fusionado con otra compañía, Songkick. De pronto, empezaron a notar situaciones extrañas en su cuenta. Eran accesos inesperados que generaron alarma.
“Los empleados accedieron repetida e ilegalmente a las computadoras de un competidor sin autorización”, cuenta Seth DuCharme, abogado de CrowdSurge. “Utilizaron contraseñas robadas para recopilar ilegalmente inteligencia empresarial”.
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Los jefes de Mead lo animaron a entregar los secretos de sus antiguos empleadores. El trabajador abrió sesiones en páginas con análisis de gestión de artistas y más.
“Además”, apunta DuCharme, “los empleados hackeadores celebraron descaradamente una ‘cumbre’ en toda la división en la que se utilizaron las contraseñas robadas”.
El botín de Ticketmaster
¿Qué hacía la compañía con la información robada? Por ejemplo, disuadía a los artistas que trabajaban con CrowdSurge de permanecer con la empresa.
CrowdSurge demandó a Ticketmaster y a Live Nation, una empresa subsidiaria, por violar leyes antimonopolios. Pero, tras cerrar sus servicios, en 2018 aceptó un acuerdo de 110 millones de dólares, según The Verge, para vender algunos de sus activos restantes.
Para evitar el juicio, Ticketmaster acordó el pago de 10 millones a CrowdSurge.