Este año está por llegar a su fin. En unos días el 2020 nos dejará para siempre, lo que parece entusiasmar a muchos, dadas las condiciones de este año.
Pero, ¿qué tanto cambiarán nuestras circunstancias al cambiar el calendario? En general poco, pero no cabe duda que los seres humanos siempre hemos tenido una relación muy particular con el tiempo y sus ciclos.
Astronomía y calendarios
El primero de enero de 2021 la Tierra estará en el mismo sitio de su órbita en el que estuvo el primero de enero de 2020, pues eso es justo lo que quiere decir que se ha completado un año.
Nuestras mediciones del paso del tiempo siempre han estado ligadas con observaciones astronómicas como la posición de los planetas, alguna estrella o las fases de la Luna.
El calendario más antiguo que se conoce tiene unos 10,000 años y es un calendario lunar, localizado en lo que hoy es Escocia y daba seguimiento a 12 ciclos lunares a lo largo del año.
Muchos otras culturas usaron las fases de la Luna para dar seguimiento al tiempo, como los sumerios y los babilonios que también tenían calendarios de 12 meses, porque es el número de ciclos lunares que hay en un año solar.
Meses lunares y solares
Los astrónomos antiguos notaron que si usaban solo la Luna como referencia, había un desfase con el momento del año en que ocurrían los cambios de estación, como los solsticios de invierno.
Eso porque 12 meses lunares no completan el tiempo en que la Tierra da una vuelta al Sol. Por eso se empezaron a hacer ajustes añadiendo días o meses a los años. Algo similar a lo que hacemos con el día extra de los años bisiestos.
Así los calendarios empezaron a ser una combinación de ciclos lunares y solares, como los que usaban los egipcios y los mayas, por ejemplo.
Los calendarios lunares de 12 meses de los sumerios fueron los que más trascendieron en su tiempo, influyendo a otros como los de los griegos, que a su vez influyeron en el calendario romano.
Calendarios modernos
El calendario romano original tenía solo 10 meses, aunque contenía un tiempo que no correspondía a ningún mes, una especie de tiempo de descanso, entre un año y otro, en el que no se contaban los días porque no correspondían a ninguna actividad importante, como siembra o cosecha.
Ese calendario, según la tradición fue establecido por el primer emperador romano: nada más y nada menos que Rómulo, el mismo que según la mitología fundó Roma junto con su hermano gemelo Remo.
Sin importar sus orígenes mitológicos, los romanos también se dieron cuenta de que para ajustar bien su medición del tiempo era mejor incluir 12 meses, aunque su año apenas sumaba 355 días y seguía teniendo desfases astronómicos.
Fue otro emperador romano, Julio César, quien ajustó el calendario a 365 días, aunque ese calendario, el juliano, tuvo que tener todavía una reforma.
Es ese calendario gregoriano, el que hemos usado desde el siglo XVI para medir el paso de los años, y con el que este 31 de diciembre le diremos adiós a 2020.