El Joker es un villano temible. Más allá de ser el dolor de cabeza de Batman, sabemos que es un completo asesino, genera la anarquía en Gotham, manipula y humilla a Harley Quinn y; sobre todo, está loco de remate. No obstante, así como «El Caballero de la Noche» no siempre se identificó como un héroe, nuestro aterrador criminal en algún momento no tuvo tendencias psicópatas. De hecho, en un pasado caminó por las calles de la ciudad con sueños por delante como cualquiera de nosotros. Pero en algún punto de su vida algo cambió de repente y lo convirtió en el monstruo que todos conocemos.
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Ese proceso de transformación es lo que nos muestra ‘Joker’, del director Todd Phillips, la cual ya tuvimos la fortuna de ver. Lo primero que se podría decir es que esta película es como una crónica de una muerte anunciada. La razón es simple: Desde antes de comenzar el largometraje estamos esperando que las cosas acaben MUY mal.
Sin embargo, lo importante aquí no es el ‘Qué’, sino el ‘Cómo’ y el ‘Por qué’. Tal vez sea por morbo o por mera curiosidad, pero queremos saber todo lo que le ocurre a Arthur Fleck antes de ser el Joker. Esto se cumplirá con exactitud, tal vez demasiada para ojos un poco más sensibles. Básicamente, seremos testigos de una vida trágica llevada hasta el límite.
Pero este límite no será cruzado por un paso en falso del protagonista. Esto será provocado gracias a la intervención de todo un ecosistema malsano y pútrido capaz de romper la voluntad inclusive del más fuerte. Se esperaba que en algún momento esta dinámica terminara explotando, y el detonante será sin duda Arthur.
«Todo este maldito sistema está mal»
La película nos muestra a Arthur Fleck, una persona que hace lo posible por cuidar de su salud mental. En medio de un estilo de vida humilde, debe (y quiere) tratar de salir adelante. Sin embargo, será la propia sociedad la que se encargue de escupirle en la cara.
Para ponernos en contexto: Todo ocurre en una Gotham ambientada en los años 80s, con toda la decadencia que puede tener una ciudad de gran tamaño y desigualdad. Todo se ve lúgubre, poco esperanzador, y los ánimos de toda la población están en el suelo. ¿Y cómo no estar inconforme? Todo se ve terrible, los pobres cada vez están más ahogados en la necesidad, y los ricos solo siguen hambrientos de poder. Los grandes magnates solo ven a los demás como escalones para cumplir sus ambiciones (De hecho, toda la película podría ser parte de la letra de ‘Gimme Tha Power’ de Molotov).
Es increíble cómo Joker es capaz de hacer un retrato de nuestra sociedad, solo que de forma más explícita. Cuando la ves, sientes cierta familiaridad e incomodidad en lo que le pasa a Arthur. En el fondo podemos sentirnos como él, detestando al establecimiento, a aquellos que disfrutan aplastando a los demás, y a sí mismo por no tener la fortaleza necesaria para sobrevivir. Ese el punto fundamental del largometraje: el hecho de sentir empatía por el protagonista. Sí, es probable que te llegues a sentir muy deprimido mientras se desarrolla la historia.
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A más de uno nos ha pasado: sentimos tener el agua al cuello y al pedir ayuda, nos terminan hundiendo más. La diferencia es que en Joker absolutamente todos los detalles están conectados a este eventual camino al desespero. No hay escena innecesaria y que no quiera explicar por qué Arthur siente que las cosas no están marchando bien.
Todo tiene sus consecuencias
La mencionada empatía nos hará velar por él, y esperar que las cosas se recompongan de una u otra manera. Sin embargo, podremos sentir su misma ira y frustración. Inclusive, llegaremos al punto de aprobar algunas (o todas) de sus acciones. Esto último es realmente perturbador.
Tomar a una persona con desequilibrios emocionales y sumarle experiencias traumáticas y estresantes es la fórmula perfecta para el desastre. El largometraje no escatimó en las consecuencias de burlarse de una persona (y de toda una población) enferma y necesitada. Veremos que todo conduce al caos, y no habrá forma alguna de remediarlo. Inclusive, nos convencemos de que llegar a estas instancias es el desenlace natural de todo.
Más de una vez nos hará preguntarnos: «¿Cuánta m#€~@! podría soportar alguien sin perder los estribos?» Tal vez nunca lo sepamos, pero lo que sí nos daremos cuenta al final de la película, es que por unos minutos nos habremos puesto en los zapatos de uno de los mayores psicópatas de los cómics.
Sin duda, el impacto emocional que genera la película es alucinante. Estamos ante una producción que en casi todos los aspectos ha logrado hacer las cosas bien. Su historia es fascinante, la escenografía contextualiza perfectamente, y la actuación de Phoenix contiene la maniática personalidad del Joker. Como conclusión, definitivamente recomendamos verla.