El calentamiento global generará duros estragos en nuestros cerebros. Así lo indica un artículo reciente publicado en Scientific American, que señala que para el año 2100 habrá un aumento de temperatura tan significativo que evitará que lleguen nutrientes esenciales para nuestro órgano más importante. Estamos hablando de las esenciales grasas omega-3.
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Omega-3 es una clasificación de ácidos grasos poliinsaturados. Dentro de ellos está el ácido docosahexaenoico, también llamado DHA. Este se encuentra en el cerebro de los mamíferos y es clave en la supervivencia de las células neuronales. Su papel es tan importante que cuando no se posee lo suficiente en el cuerpo, puede aumentar el riesgo de enfermedades como la depresión. También se pueden aumentar las probabilidades de transtorno por déficir de atención, hiperactividad y hasta disminuir la cognición en personas con demencia temprana.
Nuestros cuerpos no producen mucho DHA, por lo que, en su mayor parte, lo obtenemos a través de la dieta. Podemos conseguirlo a través de las plantas y ciertos tipos de carne, aunque en pocas cantidades. La mayor fuente del ácido graso es el pescado.
El problema es que el calentamiento global nos impedirá consumir el DHA con frecuencia. Los peces obtienen la mólecula cuando consumen algas. Sin embargo, el aumento de temperaturas podría interrumpir su producción en las algas o producir su muerte. El hecho podría disminuir la disponibilidad de DHA en estas plantas de un 10 a un 58%.
Ante esto, se hicieron predicciones sobre la disponibilidad de omega-3 (o DHA) en un futuro. Usando datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y otras organizaciones, no se dieron resultados muy esperanzadores. Lo cierto es que poca gente en el mundo podría tener acceso a él en un futuro.
Un privilegio
Se determinó que países de grandes poblaciones como China, Japón e Indonesia tendrá una evidente escasez de DHA. También ocurrirá lo mismo en países africanos, especialmente aquellos sin litoral. Solamente algunos países con poblaciones no tan grandes y con mar podrán abastecerse. Este es el caso de Noruega, Nueva Zelanda y Chile.
Los ácidos grasos omega-3 pueden derivarse de fuentes terrestres, como nueces, semillas y animales terrestres. Sin embargo, como descubrió Michael Crawford, del Imperial College de Londres, en la década de 1970, el DHA como el que se encuentra en los peces, se incorpora al cerebro en desarrollo con una eficiencia 10 veces mayor que el DHA de origen vegetal.
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Crawford es pionero en comprender la relación entre los ácidos grasos omega-3 y la salud del cerebro y cree que la evolución de nuestro cerebro grande y complejo de primates hubiera sido imposible sin acceso al DHA. También cree que una disminución en el consumo de omega-3 debido a nuestra dieta cada vez más procesada explica las tasas crecientes de enfermedades mentales y la disminución del coeficiente intelectual. Ante esto, insiste que la acuicultura podría ser esencial para sobrellevar la crisis del calentamiento global:
Si las enfermedades mentales continúan aumentando, entonces el Homo sapiens está acabado. El setenta y uno por ciento de la superficie del planeta es agua, y el cultivo marino ayudará a revertir esta tendencia. Sin cultivar el fondo marino y los océanos, la seguridad alimentaria se va por la ventana ”.