Las primeras señales estaban visibles desde el estreno de Bandersnatch. Pero muchos no lo quisimos creer: Black Mirror ya no era lo que solía ser.
Esta serie antológica se convirtió en un objeto de auténtico culto. Sus primeras dos temporadas rayaban en la perfección y fueron recibidas en su momento como la sucesora espiritual de La Dimensión Desconocida para nuestra generación.
La carga tecnológica y las reflexiones sobre el impacto peligroso sobre nuestra sociedad dio espacio a toneladas de reseñas, ensayos, charlas sociales, foros de discusión y fanáticos de ese universo que no estaba tan desconectado de la actualidad. Cada vez menos.
Pero entonces, llegó el silencio y Netflix.
Black Mirror se desdibujó hace tiempo
Desde que Netflix resucitó Black Mirror nos topamos con una ejecución un tanto dispar. El balance impecable de las entregas pasadas ya no estaba presente. Pero las ambiciones narrativas peleaban en un duro equilibrio contra las temas que ya se habían establecido como convencionales y por lo tanto ya un tanto desgastados.
Antes, cada nueva temporada de Black Mirror estaba compuesta por episodios extraordinarios. Pero a partir de la tercera temporada la cosa se puso complicada de ver. Por cada brillante San Junipero había cuatro episodios perfectamente prescindibles.
La cuarta temporada se puso meta y aposto por convertir el propio universo de Black Mirror en una broma de sí mismo. Con algunos momentos brillantes y ambiciosos, pero con poca de la perturbadora magia inicial.
Esto ya no es Black Mirror y aun así es muy bueno
CON SPOILER MÍNIMOS. Nada que no se haya mostrado en los trailers.
Con Bandersnatch se observó la voluntad por alterar las reglas del juego, torcerlas al límite y ver qué salía. Sin considerar tanto las expectativas de los fans y abrazando de lleno la posibilidad de ser autorreferencial, y absurda, y tétrica, y totalmente tangible para nuestra sociedad actual.
El mundo retratado por Black Mirror en su primer episodio de 2011 lucía distópico e inquietante por ser remotamente posible dentro de algunas décadas. Ahora en esta quinta temporada lo más interesante es que cada una de estas tres historias bien podría suceder dentro de los siguientes 12 meses (con algunas variables tecnológicas).
Estos episodios de la quinta temporada son en realidad bastante buenos. Pero se sienten algo alejados de esa sensación original; para volverse más un testimonio de los límites rotos y temores no admitidos pero presentes hoy en día con la tecnología.
Striking Vipers toma una historia de alta resonancia para la generación que vivió su juventud la década pasada y la anterior a ella. Hay muchas reflexiones sobre los avances de la industria del entretenimiento, los videojuegos y la ansiedad propia que nos ha desarrollado la nueva tecnología bajo la sensación de obsolescencia al acercarse a los 40 años de edad.
Smithereens es probablemente el episodio más meta de todos y con varias capas de interpretación que podrán pasar desapercibidas por el deslumbre de la primera impresión.
Donde en su lectura más superficial parece una historia extrema, casi absurda, moralina y aleccionadora sobre la adicción a las redes sociales.
Cuando en realidad, en los últimos minutos logra un giro brillante para escupirle en la cara al espectador. Revelando que él y su necesidad de no sentirse aburrido es el problema que ha cambiado nuestras sensibilidades. No la tecnología.
Rachel, Jack and Ashley Too parece tomar un episodio de Los Simpsons, mezclarlo con la propia vida personal de Miley Cyrus, con ella como protagonista, para montar una historia de absurdos y ambiciones desmedidas.
En donde las risas nerviosas provienen luego de reflexionar que en realidad todo lo que se muestra ahí no estaría tan lejos de nuestra actualidad. Tanto en la industria musical actual, la de los gadgets y la de nuestra sociedad.
Pero caemos nuevamente en el dilema. En sus primeras dos temporadas se sentía como la serie perfecta. Y esto ya no sucede precisamente con Black Mirror.
Ya no es así de perturbador, ni lúgubre, ni detonante de nausea, ni de miedo. Se siente ahora como algo casi familiar.
Lo cuál podría ser más preocupante cuando quitemos la mirada de la pantalla.