Chewbacca: AAARARRRGWWWH
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Leia: ¡Preferiría besar a un wookiee!
Han Solo: Eso puede arreglarse, avisaré a Chewie
Barnes llora, todas las alfombras peludas de las casas de este barrio londinense sólo recordarán y harán homenaje a uno de sus más grandes hijos ilustres, un hombre gigante en todo sentido, que en sus 74 años sólo era nombrado con gruñidos.
Porque Chewbacca como lo conocían en el borde exterior y Peter Mayhew para los amigos de la taberna de Mos Eisley, pasó a recorrer por siempre el campo de asteroides a bordo del Halcón Milenario.
Desde ahí y a la velocidad de la luz mirará con melancolía su amistad eterna con Han Solo y su enamoramiento protector con Leia Organa, mientras soltará soplidos que levantarán ese Coruscant gigante e interminable que era todo su cabello.
Recordar a Peter Mayhew en la memoria es evocar la grandeza de Star Wars y de la saga, es llevar a la memoria como el anillo de Sarlac y ponerla a prueba en un recorrido sin final de imágenes y momentos en que la inocencia del séptimo arte se perdió para siempre cuando vimos esa nave gigante imperial pasar por nuestras cabezas con la música de John Williams.
Chewbacca, el oriundo de Kashyyyk, el fiel escudero, el mecánico abnegado, el valeroso wookie capaz de arrancarte los brazos por una partida de Dejarik, el que medía 2,28 metros, el héroe de Yavin y Endor, «el segundo a bordo de una nave que puede servirnos» como decía Obi Wan Kenobi, esa peluda alfombra caminante nos ha dejado para siempre.
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Y así acariciado y venerado por Widget y los Ewoks, el enorme Peter y su alterego Chewbacca cierran con un gruñido otro capítulo de la saga.
Más allá de las estrellas, en una galaxia muy muy cercana, ahí donde todos nos iremos algún día, en ese lugar, Peter hoy resuena en la eternidad con un AAARARRRGWWWH!!
