Alejandro Magno quedó en la historia como el rey de Macedonia desde 336 a. C. hasta su muerte en junio de 323 a. C. Sin embargo, precisamente su muerte ha sido objeto de muchas especulaciones. Hasta ahora, no se había tenido una respuesta plausible de lo que le pasó.
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Su muerte fue repentina y en su cénit como gobernante de uno de los mayores imperios de la historia. Según se ha dicho, sin fundamento alguno, murió envenenado o por alcoholismo. No obstante, esto no fue así.
Katherine Hall, profesora de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) en publicó una investigación en The Ancient History Bulletin donde argumenta que perdió la vida como resultado del Síndrome de Guillain-Barré (SGB). Así lo menciona en declaraciones recogidas por La Nación:
“En particular, no se ha proporcionado una respuesta global que ofrezca una explicación plausible y factible para el hecho registrado: el cuerpo de Alejandro no mostró signos de descomposición durante los seis días posteriores a su muerte. Los antiguos griegos pensaron que esto probaba que su rey era un dios; este artículo es el primero en proporcionar una respuesta del mundo real».
En concreto, postula que contrajo una variante de neuropatía axonal motora aguda de SBG que produjo parálisis pero sin confusión ni inconsciencia. Todo esto se agravó porque en la época no habían demasiado conocimientos sobre cómo diagnosticar la enfermedad.
El tipo de parálisis de su cuerpo y la disminución de la demanda de oxígeno, redujeron la visibilidad de su respiración. Un posible fallo de la autorregulación de la temperatura de su cuerpo, y sus pupilas fijas y dilatadas, también apuntan a que la preservación de su cuerpo no se produjo debido a un milagro, sino porque aún no estaba muerto. «La muerte real de Alejandro fue seis días más tarde de lo que se aceptó», concluyó la científica.