Por Vicente Almonacid *
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La pregunta, con algunas variantes, me ha llegado repetidas veces. Por supuesto, podríamos reemplazar “peso chileno” por cualquier otro tipo de moneda fíat (USD, EUR, etc.) y el resultado de la discusión no cambiaría mucho. Pero me parece interesante usar como ejemplo la economía chilena.
La respuesta corta es un categórico no en el corto plazo pero un potencialmente sí en el largo plazo. Incluso no me sorprendería que algún híbrido de criptomonedas sí pueda reemplazar parte importante del mercado de la moneda oficial de algún país en el corto/mediano plazo (como podría ser el caso de Venezuela o Irán, pero esa es otra discusión y aquí nos enfocaremos en criptomonedas descentralizadas).
Cuando hablamos de criptomoneda descentralizada, nos referimos a un tipo de moneda virtual que no es directamente controlada por ningún individuo u organización pero cuya red subyacente sí puede ser integrada por cualquiera—ya sea a nivel de usuario del sistema o como nodo validador de transacciones. Así, aspectos de política monetaria—que definen por ejemplo la tasa de creación de nuevas unidades de moneda—están plasmados en el protocolo y no pueden ser arbitrariamente modificados por una entidad centralizada.
Criptomonedas como el Bitcoin o el Ether[1] ofrecen características atractivas. En particular, permiten ejecutar transacciones desde y hasta prácticamente cualquier punto del planeta, en cualquier momento y con un nivel de seguridad que sólo podría ser puesto a prueba por computadores cuánticos. Pero el carácter descentralizado y abierto de estas tecnologías también involucra una serie de desafíos que ponen en duda su adopción masiva.
Para que una moneda virtual pueda llegar a adoptarse como el principal medio de transferencia de valor de una economía moderna, se requieren cuatro propiedades fundamentales:
- Alta capacidad
- Alto nivel de confianza en la tecnología
- Accesibilidad
- Baja volatilidad
Veamos cada una de ellas con un poco más de detalle.
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Alta Capacidad
Del inglés throughput. Se refiere en general a la cantidad de transacciones por segundo (tx/s) que la red soporta. Hay por cierto otros indicadores de rendimiento relevantes, como el tiempo medio que tarda una transacción en ser confirmada por un número de nodos dado. Como referencia, el número total de transacciones con medios de pago bancarios en Chile durante el 2015 fue de 1.8 millones (incluyendo giros en cajeros, tarjetas de crédito/débito, cheques y banca online), lo que arroja una tasa media de alrededor de 60 tx/s. Si bien Bitcoin y Ether hoy en día tienen un rendimiento de alrededor 5 y 15 tx/s, respectivamente, existen varias soluciones de escalabilidad que permitirían elevar considerablemente estas cifras. En el caso de Ethereum, la inminente puesta en marcha de protocolos como Sharding y Plasma permitiría alcanzar una capacidad de 1 millón tx/s. Sin embargo, un incremento en capacidad en un sistema distribuido involucra inevitablemente un costo en seguridad y descentralización, por lo que aún es necesario observar cómo se comportan estos protocolos en la práctica.
Confianza
Muchos expertos coinciden en que este es uno de los requerimientos clave ya que las criptomonedas no poseerían valor intrínseco y su capitalización estaría mayoritariamente basada en la especulación y por tanto estrechamente ligada a la confianza. Yo no comparto completamente la tesis del nulo valor intrínseco, pero sí es evidente que es necesario un mayor nivel de confianza en la tecnología para una adopción masiva. Éste depende de aspectos más bien técnicos—como el nivel de seguridad y robustez de la red ante ataques—pero también de otro aspecto fundamental: un marco legal favorable. Cabe destacar la paradoja: Bitcoin fue creado con el fin de ser independiente de instituciones y gobiernos, pero su adopción masiva dependería en gran parte de la postura regulatoria de éstos. En Chile, no existe aún un marco regulatorio específico, pero han habido señales políticas favorables desde el Ministerio de Economía.
Confianza Relativa
Un escenario interesante de mencionar es aquel en que la moneda fíat (en nuestro caso, el peso chileno) pierda relevancia debido a una crisis económico-institucional profunda, lo que eventualmente aumentaría la confianza relativa en las criptomonedas. En cierta medida, este efecto ya se ha observado en Argentina y Venezuela.
Accesibilidad
La experiencia del usuario tampoco parece ir de la mano con la seguridad y la descentralización. La noción de identidad anónima y descentralizada que se adopta en la mayoría de las blockchains públicas tiene la desventaja de ser difícil de comprender y gestionar por usuarios inexpertos. Avanzar hacia una mayor adopción requiere sin duda de mejores herramientas de interacción con la blockchain y de nuevas soluciones para simplificar la gestión de llaves. El acceso a estas tecnologías también depende de los niveles de penetración de Internet y de alfabetización digital. Con respecto al primero, Chile se posiciona como uno de los líderes de la región. Sin embargo, los datos en cuanto al nivel de alfabetización digital no son muy alentadores.
Baja Volatilidad
Un régimen de volatilidad controlada es esencial en cualquier sistema monetario.
Sin embargo, cualquier activo de oferta fija adolece de niveles de volatilidad potencialmente altos, especialmente cuando la capitalización total es baja o gran parte de la oferta es controlada por pocos. En el caso de las criptomonedas, la volatilidad es aun más crítica debido al alto componente especulativo en la demanda. Esta característica además influye negativamente en el nivel de confianza puesto en el sistema. Paradójicamente, si una criptomoneda logra acoplarse a los bienes y servicios de una economía como la chilena, uno esperaría un mayor nivel de estabilidad en el precio. Esto, sumado a un contexto macroeconómico, aumentaría drásticamente la inercia del mercado monetario. La paradoja radica en que un régimen de precios estables no llegaría sin un alto nivel de confianza—el cual sólo podría ser dado por intermedio del Estado—y, por otra parte, un alto nivel de confianza es difícil de alcanzar con altos niveles de volatilidad. Una salida hipotética de este círculo ocurriría eventualmente si una criptomoneda logra disminuir radicalmente el componente especulativo de su capitalización a través del desarrollo de una economía importante (es decir, de bienes y servicios) construída sobre su infraestructura. Esto podría ocurrir, por ejemplo, si Ethereum logra su objetivo de consolidarse como un supercomputador global y una plataforma de aplicaciones descentralizadas, lo que daría un valor intrínseco al Ether y disminuiría su volatilidad en el largo plazo.
Conclusión
Hemos visto que se requiere de cuatro propiedades fundamentales para que una criptomoneda sea adoptada en una economía moderna. Estas propiedades a su vez dependen de múltiples factores, muchos de ellos interrelacionados, lo que supone una barrera difícil de sortear en el corto plazo sin la intervención de efectos disruptivos. Dicho esto, no creo que existan razones de peso para demostrar que una criptomoneda no pueda llegar a tener una participación significativa dentro de una economía dada.
[1] En rigor, el Ether no es una criptomoneda sino más bien un criptoactivo que cumple funciones específicas dentro de la blockchain Ethereum.
*Ingeniero de la Universidad Santa María y (PhD en Ingenieria Electrónica de la Universidad de Montpellier, Francia) y trabaja actualmente en ChainImpact.