El cigarrillo es pésimo para la salud. Eso es un hecho que todos, incluso los propios fumadores (aunque decidan ignorarlo), saben perfectamente. Sin embargo, puede que hoy las críticas en contra del hábito de fumar vayan más allá de solo un «te estás matando». La razón de esto es que el tabaquismo estaría generando graves consecuencias ambientales debido a las millones de colillas de cigarrillo que se encuentran en el mar.
Estudios recientes indican que ni los pitillos (popotes, pajillas, pajitas, sorbetes, etc) ni las bolsas plásticas son tan contaminantes como las colillas de cigarrillos. Es por eso que las organizaciones ecologistas están centrando su atención sobre este elemento tan peligroso que inunda las aguas de nuestro planeta.
Las críticas a la industria tabacalera no se han hecho esperar. De hecho, expertos como Thomas Novotny, un profesor de salud pública de la Universidad Estatal de San Diego, opinan que las colillas no tienen sentido alguno más allá que contaminar:
Desechado de manera masiva
Novotny ha fundado una organización llamada Cigarette Butt Pollution Project, que se dedica a informar y a promover la erradicación de desechos de cigarrillo.
Según sus datos, el problema es bastante grave. Cada año, 5,6 billones de cigarrillos son vendidos en el mundo, 287 mil millones de ellos en EE.UU. Al menos dos terceras parte de ellos son desechados en calles, parques, playas y cualquier fuente de agua.
Esto no es nada esperanzador si se tienen en cuenta los materiales de los filtros. Estos están hechos de acetato de celulosa, un tipo de plástico que tarda una década o más en descomponerse.
El grupo ambientalista Ocean Conservancy ha organizado limpiezas masivas anuales de playas desde 1986. En 32 años las colillas de cigarrillo han sido los elementos más recogidos con más de 60 millones de unidades. Esto resulta ser una tercera parte del total en el que incluye botellas, envoltorios de plástico, recipientes, etc.
Los esfuerzos a día de hoy
Las compañías tabacaleras ya preveían que esto iba a pasar algún día. De hecho, estuvieron trabajando en algunas soluciones para que el problema no recayera exclusivamente sobre ellas. Empresas como R.J. Reynolds Tobacco Co. alcanzaron a regalar bolsas desechables como «ceniceros portátiles» para poner ahí las colillas. Además, pusieron sus propias papeleras en las playas de varias ciudades costeras de Estados Unidos.
También se ha tratado de crear filtros biodegradables. No obstante, muchos empeoraban la experiencia del fumador pues generaban un distinto sabor o malos olores.
Al parecer ningún esfuerzo ha servido de mucho pues millones de colillas terminan en el mar. Esto podría ser debido a la ignorancia de los propios fumadores. En estudios de grupos focales, los fumadores han admitido creer que las colillas ya eran biodegradables, que estaban hechas de materiales como algodón o que simplemente su desecho no iba a afectar en nada al medio ambiente.
Por ahora legisladores de todo el mundo se enfrentan a la dura tarea de saber qué hacer para parar esta oleada de contaminación. Al menos, se pretende hacer eco del tema para que más colectividades propongan soluciones.