Los sismos no son algo desconocido en México. Tras el sismo del 19 de septiembre del año pasado, muchos habitantes en la ciudad de México han llevado sus vidas siempre alerta a lo que podría tratarse de otra situación similar. Muchos se sienten seguros sabiendo que el sistema de alerta sísmica nos podría dar hasta un minuto de ventaja en durante un temblor para ponernos a salvo. ¿Pero qué pasa después del sismo?
Inmediatamente después de un sismo, la población se encuentra en caos. Gracias al pánico que se puede provocar entre aquellos presentes en el evento, hemos visto cómo las líneas telefónicas se saturan y se vuelven inservibles. Las autoridades no saben con precisión cuáles fueron los sitios más afectados o en dónde se produjeron los daños más severos en las estructuras de los edificios.
En un desastre natural, una respuesta rápida puede ser la diferencia, y es por esto que la Coordinación de Ingeniería Sismológica del Instituto de Ingeniería de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) desarrolló un sistema que le permite comunicar esta clase de información de la manera más veloz posible. Se trata de un sistema de alrededor de 100 sensores instalados alrededor de la Ciudad de México que juntos crean un mapa de las áreas más afectadas o con más posibilidad de daños.
Los «Shake Maps» de la UNAM
Estos mapas de “intensidad sísmica” son vitales para poder identificar en dónde hay que enfocar los esfuerzos de los servicios de emergencia. Porque aunque la magnitud del temblor puede ser muy alta, algunas regiones pueden ser afectadas en diferentes niveles.
“La intensidad sísmica es una medida local de la severidad del movimiento del suelo; está relacionada con la magnitud del temblor, pero depende de otros factores como la distancia desde el epicentro, el tipo de suelo o la ruptura de las placas tectónicas”. Dijo Mario Ordaz Schroeder, del Instituto de Ingeniería de la UNAM.
Distinguiendo la intensidad de la magnitud, existe la posibilidad de registrar la aceleración del suelo con sensores llamados acelerómetros, y reunir toda esa información en un punto central de manera automatizada.
El sistema reúne toda la información disponible, incluyendo la proporcionada por diferentes instituciones relevantes, como el Servicio Sismológico Nacional (SSN), y crea sin intervención humana un “shake map”. Estos utilizan un código de color sencillo para que quien los analiza pueda identificar las zonas a las cuales se le debe dar prioridad: Rojo es “malo”, verde es “bueno”.
Estos mapas de la UNAM son los que permitieron a las autoridades comenzar a actuar en un caso tan extremo como el del año pasado. Los mapas están disponibles para todo público desde la página oficial de la institución, donde se han archivado los shake maps de cada temblor desde el año 2009.