Las cámaras espías no son nada nuevo, aunque las víctimas de estas situaciones hacen cada vez más visibles sus historias. Si bien este es un problema mundial, en Corea del Sur se ha agudizado hasta un punto preocupante.
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El fenómeno es alentado por una moda denominada molka, que básicamente promueve que se espíe, principalmente a mujeres, y se cuelgue el contenido en internet. El material se capta sin el permiso de las involucradas y con métodos bastante miserables.
Desconocidos instalan cámaras en baños públicos, escaleras mecánicas o las llevan consigo mientras caminan con la intención de captar imágenes de partes íntimas. Las ocultan en lápices, encendedores y una serie de artículos para no ser percibidos.
El conflicto ha llegado a tal punto, que se han organizado intervenciones denunciando la impunidad de estos hechos. La última tuvo lugar en la estación de Hyehwa donde miles de mujeres marcharon pidiendo justicia y resguardo legal. El lema en la oportunidad fue “Mi vida no es tu porno”.
El gran problema para hacer efectiva la ley se presenta porque el material obtenido con estas spycams usualmente se aloja en servidores internacionales, por lo que se hace difícil identificar con precisión a los autores.
Mientras tanto, el tema sigue se sigue intensificando. De hecho, la Asociación de Mujeres Abogados de Corea, dijo públicamente que la cuarta parte de todos los delitos sexuales que se reportaron en el 2015 fueron con spycams.