La mañana del 19 de septiembre del 2017, en la Ciudad de México, se llevó a cabo un simulacro de sismo en conmemoración del terremoto de 1985; así como sucede cada año desde entonces. Miles de personas salieron de sus trabajos y escuelas (y algunos de sus casas) para repasar las medidas de emergencia en caso de sismo. Nadie imaginó en ese instante que unos momentos después un terremoto real los haría poner a prueba lo practicado en ese momento.
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Ese día se vio de todo. Algunos, muy pocos; no lo sintieron tan fuerte, o eso cuentan. Muchos otros vieron su vida pasar frente a sus ojos y en algún punto, pensaron que iban a morir. Algunos más vieron los edificios con gente dentro derrumbarse hasta quedar hechos pedazos. Incluso muchos quedaron atrapados en los escombros y fueron rescatados con vida horas o días después. La pregunta es, ¿cómo se vuelve a la normalidad después de eso? Y la respuesta es: no se vuelve.
Por eso; Humberto Nicolini Sánchez, del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) comenzó un proyecto que pretende descubrir cómo este hecho cambió hasta el ADN de los mexicanos.
El estrés postraumático luego del terremoto pudo cambiar el ADN de quienes lo vivieron
Nicolini Sánchez y su equipo han comenzado a analizar y comparar a personas que sufrieron de estrés postraumático con aquellas que no se vieron afectadas. Esto con el fin de descubrir si existen diferencias en el epigenoma.
Según la presentación del proyecto ante Conacyt; la severidad del evento vivido está correlacionada con la frecuencia del estrés postraumático; y de hecho tiene bastante sentido.
Comencemos aclarando qué es el estrés postraumático. Se trata, en resumen, de un trastorno de ansiedad que puede aparecer en las personas que han experimentado un trauma que puso en riesgo su vida o la de sus seres queridos. Los síntomas pueden durar años y perjudicar tu vida diaria; desde tu patrón de sueño hasta la forma en que te comportas.
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¿En qué sentido pudo haber cambiado el ADN de los mexicanos?
Los científicos explicaron que, en sí; los procesos traumáticos no cambian los genes, desde luego. Sin embargo; en algunos casos existen proteínas que con ayuda de una reacción química; podrían añadir una molécula llamada metilo (CH3-) en algunas partes del material genético.
¿Y esta molécula qué? Bueno, pues tapa, por así decirlo, a los genes y no permite que la maquinaria celular se una a ellos para leerlos de manera fidedigna. A esto le llamamos metilación y es un proceso epigenético: es regulado por el ambiente. No importa que no cambie realmente lo que está marcado en los genes; pero sí puede inhibir su actividad.
Entonces, con base en esto, hay estudios que señalan que el perfil de metilación y/o la cantidad de moléculas metilo que tiene el ADN cambia en aquellas personas que han experimentado o siguen experimentado estrés postraumático; a diferencia de quienes jamás lo han sufrido.
Las diferencias en la metilación podrían, de hecho, concentrarse en los genes que reciben el cortisol; también llamada hormona del estrés. El cortisol se libera (entre otras causas); cuando la persona es sometida a estrés. En ese momento provoca que el azúcar en las sangre aumente e inyecta proteínas, grasas y carbohidratos al metabolismo, además de suprimir el sistema inmunológico.
En resumen: necesitamos el cortisol para que nuestro cuerpo funcione correctamente; pero si estás sometido a estrés constantemente, se libera «de más» o se altera; lo que puede generar problemas a nivel fisiológico. Los científicos que estudian los cambios en el ADN creen que estos problemas podrían ayudar a los síntomas del estrés postraumático.