Creo que todos nos hemos visto en algún momento, al menos curiosos acerca de las distintas maneras que son anunciadas como métodos “fáciles y efectivos” para la pérdida de peso. En un mundo en donde muchos están incómodos acerca de su cuerpo, el peso corporal es una de las preocupaciones más comunes entre las personas. Existen una infinidad de dietas que se han vuelto populares, inclusive cuando muchas de ellas pueden ser peligrosas para nuestra salud.
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Con tantos mitos, “profesionales”, medicamentos para la quema de grasa o soluciones “reales”, ¿Cómo podemos saber qué realmente funciona?. Para empezar, hay que entender cómo funcionan nuestros cuerpos al tratar de bajar de peso. ¿Que puede afectarnos?¿Hay manera de agilizar el proceso?¿Se puede controlar en realidad?
Todo esto tiene un origen en algo en lo que no solemos pensar demasiado: las hormonas. Estos químicos que producimos dentro de nuestros cuerpos están altamente involucrados en en los procesos de transformación del cuerpo humano, incluyendo, la pérdida de peso. Conoce algunas de las hormonas que más pueden ayudarte (o perjudicarte).
Leptina
Una de las hormonas que regulan el apetito. Esta ayuda a generar las señales de saciedad, es decir, al producirse envía una señal al cerebro para dejar de comer. Te hace sentir “lleno”.
Es generada por el tejido adiposo (graso), y funciona para regular los depósitos de grasa que se acumulan en nuestro organismo por medio del consumo de alimento.
Al ser liberada, la leptina disminuye el apetito (y ligeramente la energía que sentimos). ¿Cómo puedes promover su producción?
- Ejercicio: esta es probablemente la respuesta mágica para muchos casos relacionados al peso. El ejercicio nos ayuda a desarrollar una sensibilidad más aguda a los efectos de la leptina y otras hormonas producidas.
- Menos alcohol: El alcohol puede intervenir en la producción hormonal. Disminuye los niveles de leptina. Consumir menores cantidades de alcohol (o evitarlo por completo) ayuda a regular los niveles hormonales del cuerpo.
- Dietas regulares y constantes: las dietas estrictas y los periodos largos de ayuno afectan la producción de leptina, reduciéndolo con la finalidad de crear un instinto en nosotros para buscar alimento. Básicamente, nuestro cerebro nos obliga a buscar alimento para evitar la malnutrición.
- Descanso suficiente: la falta de sueño tiene los mismos resultados que el consumo de alcohol excesivo. Hay que dormir las cantidades necesarias para cada quien.
Grelina
Es como la leptina, pero al revés. Esta es la hormona que causa el sentimiento de hambre en nuestro estómago. Producida por el aparato digestivo cuando uno pasa mucho tiempo sin comer, el controlar la producción equilibrada de este químico es necesario para poder lograr bajar de peso.
Una dieta balanceada y constante, y el descanso correcto (es decir, suficiente) pueden ayudar a reducir los niveles de grelina en el cuerpo, así como su producción hasta en un 28%.
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Insulina
Esta hormona controla los niveles de azúcar en la sangre. Seguramente haz escuchado algo acerca de su relación con la diabetes. Pues también tiene mucha influencia sobre el proceso de metabolismo, siendo clave en la pérdida y ganancia de peso.
La insulina afecta algunas enzimas relacionadas con el aprovechamiento de grasas, como la triglicérido lipasa.
Para poder mantener estables los niveles de insulina es necesario mantener una dieta saludable y equilibrada, baja en azúcares y carbohidratos no saludables. Y claro, ejercicio y actividad física constante y efectiva.
Cortisol
La hormona del estrés. Este compuesto es producido cuando sufrimos de ansiedad o estrés por cuestiones exteriores a nuestro control. Los altos niveles de cortisol pueden afectar el balance del metabolismo lipídico, proteico y glucídico.
El cortisol provoca acumulaciones de grasa en el abdomen (la terrible pancita), el aumento de los niveles de insulina y los antojos de alimentos dulces (el cuerpo busca azúcar para contrarrestar la insulina).
Para poder controlar los niveles de esta hormona, hay que aprender a mantener tus niveles de estrés bien controlados. Técnicas de respiración y de relajación, actividad física (ejercicio), meditación o incluso yoga, son las mejores maneras para mantener tu estrés bajo control. En otras palabras: