En 1991 fue encontrado en los Alpes suizos el cuerpo de un ser humano que estaba incrustado en el hielo. Cuando lo vieron los científicos, supieron que fue un ser humano que vivió en esa zona en la Edad de Cobre hace aproximadamente 5.300 años. Lo bautizaron como Ötzi, pero dado su lugar de reposo se le conoció más comúnmente como «El Hombre de Hielo». También se le llamó «Hombre de Similaun» y «Hombre de Hauslabjoc».
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El descubrimiento de este ser humano fue muy importante dado a su gran nivel de conservación. Su cuerpo ha sido objeto de estudio científico pues es muchísima la información que carga dentro de sí sobre la vida que llevó en su época. Es la momia natural más antigua de la que se haya tenido noción en Europa.
Se sabía que el Hombre de Hielo medía aproximadamente 1,59 metros de altura y murió cuando tenía 46 años. En su tiempo podría haber pesado 50 Kg y sufría de varios males como artritis, caries, enfermedad de Lyme y parásitos intestinales. Curiosamente tenía varios tatuajes en forma de lineas en las zonas donde avanzaba la artritis. Esto, probablemente porque veía características «mágicas» en los tatuajes que se relacionaran con la atenuación del dolor.
A Ötzi se le encontró con una herida de flecha que claramente fue la que le proporcionó la muerte. Esta le perforó el pulmón izquierdo y muy probablemente murió desangrado en una gran agonía.
Una nueva investigación centrada en los objetos que encontraron cerca al cuerpo del hombre daría pistas sobre cómo vivió sus últimas horas.
Los nuevos hallazgos
El equipo dirigido por la arqueóloga Ursula Wierer examinó objetos como cabezas de flecha o dagas entre sus pertenencias. Además de eso, vieron todo tipo de herramientas hechas de sílex, entre las que le servían para afilar sus armas, cortar plantas y agujerear cuero o madera. Según Wierer, estas estabas en un muy buen estado: «Le dedicada un buen cuidado a sus herramientas», dijo.
Según los investigadores, este hombre podría haber estado en un apuro. Tenía materiales para crear un arco y más flechas, y aún así no lo hizo. La punta de su daga estaba rota, y para repararla necesitaba un tipo de roca llamada esquisto. Varios de los puntos de extracción más cercanos se encontraban a más de 40 millas de distancia. Probablemente no tuvo ni tiempo ni posibilidades para reabastecerse de armas.
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Unas 33 horas antes de su muerte, Ötzi alcanzó a comer en las montañas. Luego, en las siguientes nueve horas antes de la muerte, descendió la montaña, afiló su raspador y su perforadora y probablemente trabajó en su arco y flechas.
Poco tiempo después, se vio obligado a combatir y fue apuñalado en su mano derecha. Unas 12 horas antes de su muerte, comió otra comida en un valle, y luego subió casi dos millas montaña arriba, lo que fue una caminata de aproximadamente un día o dos de distancia de su comunidad. Cinco o cuatro horas antes de la muerte, tuvo una tercera comida y tal vez un poco más tarde una cuarta. Luego, una flecha disparada por un arquero alpino del sur golpeó al Hombre de Hielo desde atrás, rompiendo su escápula y cortando una arteria.
Morir desangrado y congelado en una montaña completamente solo y perseguido. Menudo destino del pobre Ötzi.