Hace algún tiempo se creía que el planeta Venus era un paraíso terrenal. El gran brillo que producía en el cielo nocturno, tan solo superado por la Luna, era origen de muchas declamaciones poéticas y de preguntas sobre qué clase de maravillas se podrían encontrar allí.
PUBLICIDAD
Su atractivo era tal que se le llamó Venus, nombre perteneciente a una diosa del panteón grecorromano. Llamada originalmente Afrodita por los griegos, representaba la belleza y el amor en un sentido erótico. Artistas como el conocido Sandro Botticelli la retrataron como un ser de perfección inigualable.
Los primeros estudios sobre Venus revelaron que este planeta podría ser «la hermana gemela» de la Tierra. La razón no es solo por ser los únicos astros en el sistema solar con nombre femenino (Tierra = Gaia). También se toma en cuenta su cercanía espacial, el tamaño similar que tienen, así como su masa, densidad y composición.
Parecería posible que en ese planeta se pudiera encontrar la viva representación de la diosa que tiene su nombre. No obstante, esa idea no puede ser más alejada de la realidad.
El lugar más infernal del sistema solar
La NASA lo describe como «un mundo oscuro de intenso calor y actividad volcánica«. Los cierto es que Venus, a pesar de ser el segundo planeta más cercano al sol, es el más cálido del sistema solar. Su temperatura en la superficie alcanza los 465 grados Celsius, lo suficiente como para derretir el plomo.
¿Cómo alcanza tanta temperatura? La razón es la composición de su densa atmósfera. Contiene un 96,5% de dióxido de carbono y un 3,5% de nitrógeno. Adicionalmente, cuenta con otros valores menores de elementos como dióxido de azufre, monóxido de carbón, helio, neón e inclusive vapor de agua.
Su capa atmosférica tan gruesa genera dos efectos. El primero y más notorio es el conocido efecto invernadero, que atrapa el calor de los rayos del sol e impide que la luz ultravioleta rebote al espacio, acumulando calor. El segundo es que a la propia luz le cuesta atravesar esa capa y genera un ambiente oscuro en el planeta.
PUBLICIDAD
Para agregar más situaciones adversas, en Venus las lluvias ácidas son la orden del día. El ácido sulfúrico flota en nubes gruesas que cubren todo el planeta, generando un clima no muy agradable. Aunque suene increíble, las nubes se desplazan a una velocidad huracanada de 360 kilómetros por hora.
Por el contrario, la propia rotación del planeta es la más lenta entre sus compañeros del sector. Venus tarda 243 días terrestres en completar una vuelta sobre su propio eje. Además, lo hace en el sentido contrario a los demás. Allí podríamos ver que el sol sale por el oeste y se oculta por el este. Por otro lado, un año tardaría menos que un día al completarse una traslación en 225 días de la Tierra.
Otro efecto de su atmósfera es el hecho de que exista una presión 90 veces mayor comparada con la nuestra. Esta presión es similar a si lográramos nadar hasta 1 kilómetro debajo del océano de nuestro planeta.
Su campo magnético es tan débil que solo es un 0,000015% del de la Tierra. Esto lo hace susceptible a casi toda la radiación expulsada por el Sol.
Estas solas condiciones han dañado permanentemente intentos de exploración no tripulados por parte de organizaciones espaciales.
¿Alguna vez tuvo posibilidad de tener vida?
En 2016 la NASA reveló que Venus podría haber sido habitable hace algunos miles de millones de años. Según sus rastros de vapor de agua, existe la posibilidad de que haya tenido un océano en el pasado.
Venus está más cerca del sol que la Tierra y recibe más luz solar. Como resultado, el primitivo océano se pudo haber evaporado y las moléculas de vapor de agua fueron destruidas por la radiación ultravioleta, además de que el hidrógeno se escapara al espacio. Al no haber agua en la superficie, el dióxido de carbono se concentró en la atmósfera, dando lugar al efecto invernadero que hoy conocemos».
Teniendo estas condiciones, puede que Venus no vuelva a ser imaginado como un lugar bello. Tal vez el nombre de la diosa no sea tan apropiado y le quede mejor el nombre que se le había dado en latín: Lucifer. Entendido como «el portador de la luz», así fue como se denominó a Satanás antes de caer del cielo.
«El planeta infernal Lucifer» sería un título que le quedaría como anillo al dedo al actual Venus.