Hace unas semanas el Ministro Secretario General de la Presidencia, Gabriel de la Fuente, declaró que para las elecciones presidenciales, parlamentarias y de consejeros regionales, se esperaba una votación cercana a los 6,5 millones de personas de un total de 14,3 millones habilitadas para votar. Esta situación puso en la palestra un tema que se ha venido conversando tímidamente desde hace un tiempo: el voto electrónico.
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En declaraciones públicas, el Ministro anunció la creación de una comisión para estudiar la viabilidad del voto electrónico y el sufragio anticipado por correo, y trajo a colación nuevamente las interrogantes sobre la viabilidad de este método. El abstencionismo electoral puede abordado desde múltiples veredas; paralelamente, desde luego las formas de participación política van mucho más allá que el simple acto de sufragar. Sin embargo, poniéndose en el caso de que se avanzase en la sofisticación del modelo de votaciones, expertos han señalado que sería necesario tener en consideración varios factores.
En la actualidad, Bélgica, Estonia, Brasil, Estados Unidos, Venezuela, India y Filipinas, han implementado sistemas de votación electrónica, mientras que otros 19 estudian seriamente su incorporación. No obstante, Reino Unido, Alemania, Holanda, Finlandia e Irlanda, probaron sistemas parecidos, pero decidieron regresar al sistema anterior por razones técnicas y de costo. No es un tema fácil de abordar y resiste largos estudios para el éxito.
Las metodologías pueden ser muchas, aunque lo lógico es que la seguridad de los sistemas donde se emitirán los sufragios sea comprobada de antemano. A nivel mundial, el voto electrónico ha sido tema de debate debido a aspectos vinculados con la seguridad, confidencialidad, integridad y disponibilidad del servicio y sus datos. Durante las elecciones de Estados Unidos de 2012, se denunció que una máquina podía redireccionar votos de Obama al republicano Mitt Romney. A pesar del cuestionamiento sobre la veracidad del video, se trata de un tema en esencia preocupante, sobre todo considerando las constantes vulneraciones a sistemas informáticos.
Seis puntos a considerar
David Alfaro, gerente general de la empresa de seguridad informática y networking Arkavia Networks, nos entregó su visión respecto a los desafíos y complicaciones que tienen los sistemas electorales de este tipo. El experto mencionó que al ser una tecnología manejada por personas, es necesario avanzar en sistemas seguros para que la gente confíe en la veracidad de los resultados.
En este marco, agregó que, en su opinión, considera que debiera asignarse a una entidad capaz en lo técnico, la función de órgano contralor, que debiese asegurar criterios neutrales, para seleccionar e implementar el sistema de voto electrónico. El representante de Arkavia Nerworks consignó seis aspectos técnicos que se debieran considerar en una implementación de este tipo:
- Necesidad que el sistema esté plenamente disponible todo el tiempo que se requiera (período de elecciones). Deberá contar con los mecanismos suficientes para garantizar que podrá seguir operando ante cualquier amenaza o evento que pueda afectarle. Esto incluye factores como energía eléctrica, comunicaciones, acceso, seguridad informática, etc.
- Garantizar la confidencialidad de los datos en todo momento. Esto es, al momento de votar, al momento de transmitir y/o almacenar el voto. El sistema deberá también establecer una desvinculación entre el votante y la opción seleccionada para evitar cualquier tipo de asociación futura votante-candidato. Eso debe ocurrir en el origen de la emisión del voto. De igual forma, el sistema debe prever posibles fugas de datos y procurar mantener la información encriptada todo el tiempo, salvo para efectos de consulta cuantitativas de quienes por ley deban hacerlo.
- Que la integridad de los datos almacenados sea a prueba de intentos de modificación, debiendo establecerse mecanismos que permitan agregar algún tipo de firma digital por voto, conjuntos de ellos, distritos, etc, estableciendo que la simple modificación de 1 bit resultaría en una incongruencia y por ende el descubrimiento de una alteración.
- Que la identificación del votante esté apoyada tanto en su cédula de identidad (que debe portar) como en rasgos físicos, tales como scanner facial, huella dactilar, scanner de retina/iris, etc. Y que al mismo tiempo esto implique un concepto que en inglés se denomina “Non-repudiation” y bajo el cual nadie puede negar algo que haya hecho a través de un medio electrónico. En este caso el rechazo al hecho de haber votado, constituyendo un acto válido entre el votante y su voto en un acto voluntario.
- Dificultades al momento de solucionar un problema: Si un presidente de mesa se encuentra con una máquina que lee mal una boleta se encontrará con la complicación de que no podrá corregir manualmente el error. En ese caso se tendría que dejar un acta con la constancia de cada error. Una acción recomendable podría ser que al final el sufragio el terminal realice una impresión del voto con comprobante y código único, para que se deposite en una urna como respaldo.
- El voto electrónico es caro. Por último, aunque no sea precisamente una dificultad técnica la implementación de un sistema de voto electrónico conlleva la inyección de altos recursos, los cuales deben ser asumidos por un organismo, el cual también estará a cargo de la mantención de los sistemas. Para las elecciones municipales de 2016 se constituyeron 42.436 mesas a lo largo de todo el territorio nacional. “Si por ejemplo tenemos una o dos máquinas por cada mesa, es caro ya que se usa con poca frecuencia. Una o dos veces cada dos años”, sostiene Alfaro.
Sin duda un sistema de este tipo abre una serie de preguntas, principalmente relacionadas con el quebrantamiento paulatino en los protocolos de seguridad. Por ejemplo, ¿qué pasaría con las bases de datos años más tarde cuando, por alguna razón, alguno de los estándares de seguridad se rompa?
¿Crees que Chile está en condiciones de implementar un sistema de este tipo?