Blade Runner 2049 es una película indispensable para todos los devotos de la primera cinta y cualquiera que ame la ciencia ficción bien hecha. Mientras menos se sepa sobre la trama de esta secuela, mayor será el gozo del viaje y la atmósfera ya familiar planteada hace 35 años. La presente opinión carece de SPOILERS, pero pueden leerla ya que hayan visto la cinta, porque vale la pena experimentarla así, sin preconcepciones de nada.
Una locura grata
Cuando Ridley Scott anunció su intención de no sólo resucitar su franquicia de Alien, sino también filmar una secuela de Blade Runner, se encendieron los focos de alarma. Resultaba extraño, y hasta una mala idea.
El culto por Blade Runner es bastante grande, y luego de ver el resultado con Prometheus las expectativas de un potencial fracaso eran altas. Pero se configuraría todo para lograr un milagro.
En algún punto Denis Villeneuve, el responsable de esa belleza extraña llamada Arrival, terminó dentro del proyecto como director de la cinta, con un libreto de Hampton Fancher, autor del guión de la cinta original, y Michael Green, que escribió Logan. Añadiendo a Dennis Gassner (Skyfall) tras el diseño de producción. La mezcla resultó ser perfecta.
Blade Runner 2049: una secuela casi perfecta, un tributo de fans
Si algo es notorio desde la primera secuencia de esta película es que se trata de una carta de amor y tributo a la cinta original de Ridley Scott. Blade Runner 2049 está plagada por una cantidad brutal de guiños que no sólo conectan con el mundo de su antecesora, sino que evocan a la nostalgia y esa primera impresión estética de ver aquellos escenarios imponentes de encuadre perfecto, con una permanente sensación de inquietud y tristeza.
Pero sobre todo, lo que más resalta, es que se trata de un trabajo con mucho cariño involucrado de todos los presentes. Se siente como una película hecha por fans y para fans de esa cinta a la que le debemos Ghost in the Shell, The Matrix, Dark City, Ergo Proxy y un larguísimo etcétera.
Desde el punto de vista de su diseño de producción, su vestuario y ambientación la película es impecable y perfecta, conecta con la primera Blade Runner y actualiza todo el aspecto tecnológico sin perder su esencia. Pero hay otros puntos que podrían dificultar su apreciación para quienes no sean incondicionales de esta saga.
Las fallas la hacen humana
La cinta rinde honor a la original y también importa algunos de sus factores que podrían hacer que el culto a ella (bien merecido en el balance final) pueda tardar algún tiempo en explotar.
La primera Blade Runner tiene el logro desbloqueado de haberse convertido en una de las obras de mayor influencia para su género. Existe un antes y un después gracias a esa cinta. Impactando no sólo en el cine, sino también a la literatura, la cultura pop y hasta los videojuegos. El futuro y la ciencia ficción jamás volvieron a ser retratados igual luego de su estreno.
Sin embargo, Blade Runner 2049 carece de esa ambición por reinventar el género, y se concentra en cumplir de manera orgánica (no mecánica como con el Episodio VII), con todos los puntos indispensables para lograr un sano equilibrio entre el tributo, la nostalgia y el interés por contar una nueva historia que camina sola.
Es un filme largo, dura dos horas con cuarenta y cinco minutos, sin contar avances, anuncios, ni créditos finales. Pero la atmósfera lograda es tal que uno desearía que el recorrido no se termine.
El guión francamente tiene varios huecos lógicos, bastante bien disimulados y que logran una experiencia fascinante, mientras el espectador no lo piense demasiado, ni lo intente cuestionar sobre la marcha.
Al final lo que importa es el recorrido, y el arribo a ese desenlace entrañable, con una escena tan sencilla y emotiva, que bien podría convertirse en otro punto de alabanza y culto, como el monólogo de las lágrimas en la lluvia de la cinta original.
Blade Runner 2049 logra lo imposible
La propuesta visual de Blade Runner 2049 es contundente, raya en la obra de arte, cada encuadre podría enmarcarse como fotografía en nuestra sala, y puede ser considerado, sin problemas, como lo más impresionante que se ha visto en todo el año.
Ese simple factor justifica la inversión de pagar un boleto y verla en una sala de cine (con sonido Dolby ATMOS).
Existe una cantidad bestial de detalles, entre guiños, alusiones y preguntas nuevas sin respuesta, que rebotan como cuestionamientos propios sobre nuestra actualidad, y que plantean todo el escenario perfecto para que los fans hambrientos pidamos más. En ese sentido sorprende su paralelismo con la última temporada de Twin Peaks.
Ojalá no haya que esperar otros 35 años para volver a entrar a este mundo, porque esa posibilidad también es intencionalmente franca.
Al final, gracias a la atención a los detalles, la dedicación y el amor de todos en la producción, Blade Runner 2049 es una secuela digna, a la altura de lo que exigía esta idea descabellada.
Denis Villeneuve logró lo imposible.