Si algo no se le puede dejar de reconocer a Nintendo es que, pese a todos los vaivenes con sus consolas, por esfuerzo no se han quedado. El relativo fracaso de GameCube a comienzos de milenio cambió el paradigma de la compañía y desde entonces dejaron de competir en el formato “tradicional” de consolas que apuestan a la potencia, para probar con conceptos un poco más frescos que lo normal. Con Wii le dieron al clavo y rompieron el mercado, pero con Wii U fracasaron.
PUBLICIDAD
Esa Wii U tenía un par de problemas clave: el formato nunca prendió entre el público masivo y, más importante aún, en 2012 no había la capacidad de presentar ese formato de la manera más correcta posible.
Entonces, llega Nintendo Switch.
El concepto
La Nintendo Switch es la definición más precisa hasta ahora de “consola híbrida”. En modo portátil es un poco más grande de lo habitual, comparada a lo que ha sido la 3DS a lo largo de los años. Montada en el dock es mucho más pequeña que una consola tradicional, casi ínfima al lado de una PS4 o incluso una Wii U, consola que no fue demasiado grande.
En cuanto al diseño físico, Nintendo hizo bien su trabajo excepto en la construcción del dock, cuyo plástico se siente de menor calidad que el resto de las partes de la consola.
PUBLICIDAD
La función principal del dock es básicamente darle una base, una salida HDMI y un poco más de potencia para subir la resolución de ciertos juegos en la TV. En el caso de Zelda hay un aumento de resolución (720p en la pantalla portátil a 900p) en el televisor, aunque está por verse cómo se comportan los futuros juegos al cambiar de modo.
Pero lo importante está en la función principal que le da sentido a la consola en su definición de aparato híbrido. Y esa no es otra que pasar de modo portátil al de TV sin pausas, sin reiniciar ni interrumpir la sesión de juego.
Aquello se cumple a la perfección en la Nintendo Switch. El cambio de pantalla grande a chica o viceversa es una acción super limpia y casi instantánea, con apenas uno o dos segundos de interrupción al conectar/desconectar el HDMI y nada más. Algo así no podía realizarse en 2012 con la Wii U; simplemente, la tecnología a la mano no era suficiente como para implementarlo.
En su interior, la Switch corre con un procesador Tegra X1 de NVIDIA. La compañía nunca ha hablado demasiado del hardware duro y esta no es la excepción, pero es evidente que el chip no tiene las capacidades de PS4, Xbox One y menos de lo más nuevo en tecnología de escritorio, donde la misma NVIDIA lleva la batuta junto a Intel.
De todas maneras, aquella falta de potencia no es un punto demasiado relevante porque el enfoque aquí es diferente. Y eso no significa que los juegos se vean mal; por el contrario, The Legend of Zelda: Breath of the Wild tiene un apartado visual espectacular y los problemas de rendimiento/framerate parecen más una cuestión de optimización antes que falta de potencia, más todavía cuando ese mismo Zelda un juego diseñado inicialmente para Wii U.
El salto desde la pantalla del control de la Wii U o de la Nintendo 3DS es palpable desde el primer minuto. El panel de la Switch soporta resoluciones de hasta 720p y en general los juegos se ven muy nítidos, con colores brillantes y sin problemas de brillo en exteriores.
Obviamente jugando a plena luz del sol nunca jamás es demasiado cómodo, pero la práctica de “jugar videojuegos al sol” no es tan frecuente como para que sea un problema.
No solo la consola como tal responde al adjetivo de híbrido, sino también los joysticks. Con la Wii en 2006, Nintendo introdujo de manera exitosa los controles de movimiento y aquello se ha mantenido a lo largo del tiempo, ahora tomando una nueva altura con los Joy-Con de la Nintendo Switch que también tienen varios modos de uso.
El (o los) Joy-Con son básicamente un control tradicional dividido en dos mitades que se pueden utilizar a los lados de la portátil, uno en cada mano o bien sujetos con una plataforma que le da la forma de control tradicional. Pero para juegos como 1-2 Switch, se utilizan casi como un Wiimote original gracias a los sensores de movimiento.
Los Joy-Con son prueba de un concepto de diseño muy unificado desde la idea inicial. Hay algunos detalles que pueden cuestionarse un poco de los controles pero esos detalles responden a costumbres antes que otra cosa: recorrido muy corto de los sticks o controles pequeños en general. Pero insisto, se trata de elementos muy de “casos de uso” que dependen de cómo los sienta cada persona.
Un comienzo interesante, con mucho que probar
Hasta la SNES, las consolas de sobremesa de Nintendo era el lugar donde los jugadores “tenían que ir”, porque estaban los juegos de la propia Nintendo y también los de compañías externas en abundante cantidad. Con el paso del tiempo y el avance de las generaciones eso se fue perdiendo y ni siquiera las gigantescas ventas de la Wii cambiaron la situación: hoy, Nintendo no es más que una alternativa a otras plataformas de juego, ellos mismos están conscientes de su papel y como tal, no intentan vender un reemplazo de sino una opción complementaria.
La Switch responde a ese papel sin problemas. Queda claro que Nintendo hizo todos los esfuerzos por modernizar la manera de presentar su oferta, aunque hoy su plataforma/tienda en línea no está completa y hay servicios que se harán de pago hacia finales de año.
Una cosa es clara con la Switch y es que el concepto de consola híbrida como tal funciona; no a la perfección, pero funciona. Hay algunos detalles en la ejecución que no quedan muy claros, como por ejemplo, el potencial peligro de rayar la pantalla al acomodarla en el dock. Los controles se pueden cargar solo enganchados a la consola y no hay forma de hacerlo de manera remota a través de un cable. En un juego como Zelda, la batería no dura más de tres horas.
Y ese tipo de detalles definen parte de lo que es la Nintendo Switch en estos momentos, marzo de 2017: una plataforma con mucho potencial pero también con muchas cosas que probar. Y esto va de la mano con lo que es la propia Nintendo hoy en día en su relación con el resto de la industria: se le respeta por su gran legado, pero de igual forma se trata con ella con cierta distancia.
¿Qué necesita la Switch para plantarse como una alternativa seria y borrar el trago amargo que fue la Wii U?
La respuesta a eso está en el apoyo de terceros. Hoy el catálogo de Switch es escaso pero no más que cualquier otra consola que se lanza a la venta. La cuestión es que mientras uno como usuario sabe que en PlayStation o Xbox habrá soporte constante a largo plazo, con la Switch aquello no se puede dar por sentado simplemente porque hoy Nintendo corre por un carril diferente.
La Nintendo Switch cuesta USD $300 dólares y para los fans de Nintendo no hay doble lectura: la quieren tener, la necesitan y no hay mucho que cuestionar al respecto. Pero para el resto de los mortales, parece difícil justificar en estos momentos una inversión como tal porque más allá de que el concepto híbrido funcione muy bien, el valor de una consola de videojuegos está en el mediano-largo plazo. Y si se habla de Nintendo y considerando su enfoque actual, aquello no se puede dar por sentado a ciegas.