Un grupo de científicos de Yale logró intervenir el instinto asesino (o más bien el de caza) en ratones, logrando de esta manera, y aunque nos parezca increíble, encender y apagar las ganas de matar en estos seres vivos, informa hoy El País.
Por medio de la optogenética, técnica que trata de modificar proteínas por medio de tratamientos lumínicos, los investigadores fueron capaces de activar y desactivar los instintos asesinos en los roedores, independiente de si tuvieran hambre o no.
En este proceso, descubrieron también dos funciones con las cuales estos animales funcionan en este campo. La primera es la capacidad de reacción al ver una presa, mientras que la segunda es el utilizar la mandíbula con el fin último de atacar a las mismas. Mientras activaban la primera área, los ratones atacaban todo lo que estuviera a su paso, pero cuando lograban apagar ambas, estos sujetos de prueba demoraban enormemente en hacer algo con una presa frente a ellos.
Las neuronas responsables de esto se encuentran ubicadas en la amígdala central, en donde también se maneja el área emocional en prácticamente todas las especies de vertebrados conocidos, por lo que el descubrimiento, que sin duda pasará a la historia dentro de los próximos años, toma aún más relevancia. Es de esperar, eso sí, que todo esto no termine con dilemas éticos como los que aparecen en A Clockwork Orange, una vez que logran manejar el comportamiento “malévolo” de Alexander DeLarge. Eso sí que sería espantoso.
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