El pasado viernes 13 de noviembre el Estado Islámico sorprendió al mundo con un nuevo ataque terrorista en Francia, pero a diferencia de ataques como a la revista Charlie Hebdo, este no se trató de un acto de venganza, sino de un ataque planeado y organizado con una precisión y efectividad que sólo se equipara a la que muestran en su contenido propagandístico.
No estamos descubriendo nada cuando señalamos el poder de la información en tiempos de conflicto. Ya lo probaron las grandes potencias en los tiempos de las guerras mundiales, aunque en ese tiempo las fronteras geográficas tenían un rol mucho más limitante.
Hoy en nuestra sociedad de la información las barreras culturales no son un problema y mucha de la actual propaganda de ISIS ya está occidentalizada al punto de que, al mismo estilo de los hipsters, hasta los gatos tienen espacio en su propaganda.
La calidad que alcanza la propaganda de ISIS es celebrada por muchos expertos y se tiene conocimiento de que para su elaboración cuentan con lo último en tecnología digital, con cámaras de alta definición, estudios y más de 20 productoras capaces de imitar planos dignos de las mejores películas de Hollywood y un par de drones, por supuesto. Además cuentan con una revista impresa llamada “Dabiq” donde no se contienen al mencionar cuáles son sus metas.
La publicidad yihadista está en todos los rincones habituales de Internet, no está escondida en algún directorio difícil de encontrar en la Deep Web. Está en Twitter, Facebook e Instagram, los mismos lugares que visitamos a diario y usan formas de presentación de una manera que se asemeja a lo que se ve habitualmente en el mundo occidental, como los hashtags. Tal es el nivel de familiaridad de su propaganda que incluso sus videos son narrados con un perfecto acento norteamericano, fruto del reclutamiento a través de su máquina propagandística.
El profesionalismo de los creadores de contenido del Estado Islámico es digno de alabanza. Quienes han estudiado este fenómeno han recolectado hasta 1146 piezas publicitarias en 30 días y separadas por tópicos que habitualmente trabaja un medio de comunicación, exponiendo un estilo de vida cargado a la abundancia, el cual es mucho más atractivo que la imagen precaria de los combatientes en cavernas. Sin embargo, todo lo hacen sin ocultar su aspecto más violento, las ejecuciones de infieles o el ejercicio de la justicia.
En un mundo ideal para un publicista sería una gran referencia que en su currículum hiciera mención a su trabajo con el Estado Islámico, o “Daesh” ya que técnicamente este grupo no es un Estado, el problema es que detrás de esta excelente ejecución publicitaria – que apela a nuestro conocimiento y descontento con los vicios históricos de nuestros gobernantes – está el fanatismo más extremo y la incitación al mismo uso de la violencia y el terror que condenamos.
No se puede apagar el fuego con combustible, por lo que los bombardeos franceses y las represalias de Anonymous sólo harán que esta situación escale hasta invocar todos los tratados de colaboración posibles en la lucha contra este nuevo enemigo, la última vez que sucedió eso fue en 1939 y se llamó Segunda Guerra Mundial.
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