En la actualidad estamos siendo testigos de muchos comentarios negativos y quejumbrosos relacionados con la calidad de la educación, en todos sus niveles, no sólo en nuestro país, sino prácticamente en todo el mundo. Este tipo de conversaciones se dan de manera aún más exacerbada en espacios cercanos al desarrollo de tecnología, donde los puntos de vista suelen ser más libertarios y radicales que en otros campos de acción profesional.
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No es que las escuelas o las universidades sean malas o innecesarias, porque lo cierto es que la evidencia estadística apunta hacia que la gran mayoría de los profesionales estudiados alcanzan mayores niveles de ingresos y de accesos a oportunidades que los que se quedan en la prepa, secundaria o primaria. Bajo esta óptica, las escuelas y las universidades son inherentemente buenas y representan un potencial de crecimiento personal inmenso para quienes tienen la fortuna de poder aprovecharlas.
El problema y lo que acaba alimentando las conversaciones sombrías antes mencionadas es que, especialmente en el mundo de la tecnología y el desarrollo de software, los nuevos avances y las nuevas herramientas aparecen y van mejorando a un ritmo tan acelerado y vertiginoso, que muchas universidades e instituciones educativas no logran mantenerse actualizadas en las mismas. Los planes de estudio tardan tiempo en ser renovados, entonces se continúa enseñando mucho de lo que “tradicionalmente ha funcionado”, pero que ya no es precisamente lo más relevante ni útil profesionalmente para el nuevo y constantemente cambiante contexto de los negocios basados en tecnología.
Aunado a esto, está el hecho de que hoy en día existen incontables herramientas para auto-aprender y para tener acceso al más reciente conocimiento y herramientas, a tan sólo clicks o taps de distancia. Esto ha sido gracias a diferentes factores, también tecnológicos como el Internet y la accesibilidad de software como servicio disponible ampliamente en la nube y a través de aplicaciones web, así como a la omnipresencia de teléfonos móviles, tablets y smartphones, con sus respectivas aplicaciones móviles.
El hackatón como dinámica educativa
En medio de los vientos de este contexto, ha nacido, evolucionado y crecido en popularidad y en alcance un fenómeno llamado el hackatón. Seguramente ya has escuchado hablar de hackatones o incluso ya has tenido la oportunidad de participar en alguno. Un hackatón (normalmente) no es más que una sesión intensiva de programación en la cual se busca crear algo con software y/o hardware. La dinámica puede ser de competencia, en cuyo caso hay ganadores y a veces premios para ellos; puede ser de pura diversión, y en ese caso no hay ganadores, sino participantes que disfrutan construir hacks interesantes por amor al arte; o pueden ser de trabajo, mismos que son muy útiles para construir soluciones a problemas o nuevas funcionalidades a productos en tiempos record (el botón de Like de Facebook se inventó en un hackatón).
Lo cierto es que, independientemente de qué tipo de hackatón sea el que te llamó a participar, muchos de estos eventos tienen una gran cosa en común: se aprende muchísimo en muy poco tiempo.
Los hackatones acaban siendo agrupaciones educativas impromptu, donde se da una muy enfocada y directa transmisión de conocimiento entre sus participantes. Ve a un hackatón y probablemente vas a salir de ahí sabiendo más sobre diseño web o móvil, sobre buenas prácticas de desarrollo ágil de software, sobre copywriting, sobre marketing y storytelling de productos, sobre cómo presentar efectivamente una nueva idea hecha producto tecnológico, etc. Y no sólo sabrás sabiendo más sobre temas geeks; también posiblemente saldrás sabiendo más sobre cocina (porque te tocó desarrollar una app para chefs), sobre relaciones personales (porque te tocó trabajar con gente que no conocías y tuviste que formar un equipo funcional con ellos y ellas), sobre los límites del cuerpo humano (porque dormiste 2-3 horas por noche, en el suelo y tu combustible fue pizza con café), entre otras lecciones valiosas de vida.
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El hackatón generando comunidad y conexiones de valor
No es ninguna sorpresa, entonces, que el hackatón sea un catalizador de creación de comunidades y de formación de nuevas amistades y conexiones. El hackatón junta a personas hambrientas de construir cosas, las cuales suelen ser también personas hambrientas simplemente de aprender nuevas cosas para así poder usar ese conocimiento para construir más nuevas cosas. Junta a personas de diferentes perfiles, pero que comparten este amor y pasión, y lo que vas a obtener es una licuadora explosiva de aprendizaje y conexiones de valor no planeadas.
El hackatón es una de las dinámicas educativas más importantes de nuestro tiempo. Después de pasar un fin de semana en uno, verás que tu cabeza no dejará de dar vueltas con nuevas ideas, se abrirán nuevas posibilidades debido a nuevas maneras de hacer las cosas y tendrás seguramente nuevos amigos con quienes explorarlas y llevarlas a cabo.
Por último, el hackatón es una dinámica que empuja a sus participantes a que simplemente hagan cosas. El tiempo es limitado y en un hackatón nunca se va solamente a hablar o discutir ideas: siempre se va a construirlas y a materializarlas. Por lo mismo, personas que no creían posible construir algo en tan poco tiempo acaban rompiendo esa barrera mental. Se dan cuenta que pueden crear y que además pueden hacerlo por un costo casi nulo y en una cantidad record de tiempo. Esto representa adquirir poder en una muy pura expresión para quienes aprenden a aprovecharlo.
Lógicamente no pretendo con este post alegar que el hackatón es un sustituto para la escuela o la universidad. Por el contrario, el hackatón es un complemento natural para el aprendizaje formal que se obtiene en una institución educativa tradicional. Es más, en mi opinión no sólo es un complemento natural, sino también un complemento necesario. Creo que pasarían cosas muy interesantes si todo universitario tuviera que asistir, como parte de su plan de estudios, a por lo menos 1 hackatón cada semestre. Seguramente se refrescarían sus ideas y se iría renovando automáticamente su arsenal de herramientas para crear nuevas cosas.
Dev.F.: un hackatón continuo
No es entonces coincidencia que en Dev.F. hayamos creado una des-escuela alrededor de la dinámica del hackatón. Si un hackatón dura normalmente de 24 a 72 horas, de manera intensiva, en Dev.F. el hackatón dura 8 semanas, de lunes a viernes, con horarios amigables para personas que trabajan y estudian. No obstante, los principios son los mismos: construye desde el primer día, aprende equivocándote y regándola, pero siempre rodeado de personas tan hambrientas como tú de conocimientos que sirvan para aumentar esa capacidad de crear nuevas cosas utilizando las más recientes y emocionantes herramientas. Esta semana abrimos la convocatoria del Batch 6 de Dev.F., ¡aplica YA y comienza a vivir la experiencia educativa de un hackatón!