La figura de la tercera cadena nacional de televisión en México se percibe como una “hipótesis de mejora” para el mercado audiovisual y la pluralidad de los contenidos. Materializarla ha estado por más de una década en la agenda pública en México y en recomendaciones internacionales.
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Por ejemplo, en su publicación del 2012 Getting it right. Una agenda estratégica para las reformas en México, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) describe que el rol de nuevas cadenas en el país sería “asegurar” la pluralidad de los medios:
“En el mercado de televisión, la situación actual en la que hay solamente dos empresas nacionales de televisión abierta no cumple con los estándares de pluralidad, especialmente si se considera la alta penetración en México y los vínculos de copropiedad existentes con la industria de televisión de paga. Con el objeto de asegurar la pluralidad de los medios, el gobierno debería otorgar una tercera y una cuarta licencias de televisión nacional abierta, en un proceso justo, no discriminatorio y neutral.” (Página 187).
La “tercera cadena” y el quinto partido en los mundiales (fase a la que no se clasifica desde México 86) tienen algunos elementos en común: alcanzarlas se percibe como un logro en sí mismo y cuando parece que está por obtenerse, ocurren eventos desafortunados, a veces atribuidos a intereses externos, y no se consigue el objetivo. Independientemente de la comparación, parece que el proceso de licitación de frecuencias para televisión digital de este año estaría en riesgo.
Dos eventos recientes parecen delinear este escenario: el anuncio al recorte del gasto público para el 2015, con lo que la meta de regalar 13.8 millones de pantallas digitales como parte del programa de la TDT se reduce a 10 millones, y la de la decisión de uno de los postores de no continuar en el proceso.
Juntos, el recorte al programa y la pérdida de uno de los participantes en la licitación transmiten la impresión de que el proceso “pierde brillo” y podría quedarse desierto, perdiéndose dos oportunidades: introducir una nueva cadena al mercado y probar la hipótesis de pluralidad de contenidos que menciona la OCDE. Estos elementos merecen una revisión más minuciosa para no sobreestimarlos. Esto sin olvidar que una nueva cadena de televisión en México enfrentará un mercado de publicidad concentrado en Televisa y TV Azteca (así como la audiencia), y que tendrá que gastar en producir o adquirir programación para ir ganando poco a poco participación en un contexto en el que Internet ofrece más alternativas para consumo de contenido. Es decir, la inversión para el despliegue de una tercera cadena ya implicaba riesgo.
Apagón analógico y la pluralidad
La premisa del rol del programa de transición a la TDT es que si en el país no aumenta la penetración de señal TDT, un nuevo competidor tendrá acceso a menos audiencia y, por lo tanto, a una porción menor del “pastel” publicitario. Sin embargo, a pesar del recorte el apagón analógico puede concretarse en varias regiones de México, incluidas las zonas metropolitanas que constituyen los principales mercados, como el DF.
El artículo décimo noveno transitorio de la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión indica dos criterios que sirven para delimitar el alcance del programa TDT: El Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) ordenará “apagar” las señales analógicas cuando el nivel de penetración de TDT del 90% se alcance en los hogares de escasos recursos que defina la Sedesol, y la terminación de las señales se hace por área o zona de cobertura una vez que se alcanza el umbral del 90% referido.
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Es decir, no se hará en México un solo apagón analógico, sino que las zonas se irán apagando conforme se obtenga este 90% de penetración en hogares beneficiarios de Sedesol, dejando “manchas analógicas” en las zonas en las que el programa no alcance dicho umbral.
Para los interesados en las frecuencias de TDT esto quiere decir que habrá hogares que no los podrán sintonizar, pero esto no impedirá que transmitan en los principales mercados a través de señales digitales o por televisión de paga. Por ejemplo, el porcentaje de hogares que recibe señal digital o de paga es del 63.6% en el DF, 69.2% en Guadalajara y 80.5% en Monterrey. Continuando con este ejemplo, en estas ciudades la población “transitó” adquiriendo un receptor digital o contratando un servicio de televisión de paga, acorde con la disponibilidad de los electrónicos, servicios y el ingreso de los hogares.
De acuerdo con los últimos datos del INEGI, en el 2014 había en México 14.5 millones de hogares con televisores analógicos y sólo señal abierta, que son los “telehogares” vulnerables al apagón. Adicionalmente, 1.6 millones de hogares no contaban con ningún tipo de televisor. A la fecha la SCT ha entregado 2 millones de pantallas digitales, y para alcanzar la meta modificada con el recorte tendrá que adquirir y distribuir 8 millones más.
Con estas cifras, el “universo” de los hogares que estarían en la “transición no asistida” sería de hasta 6 millones de hogares si contemplamos en la misma categoría a hogares “analógicos” y los que no tienen televisión. Esto no implica que quedarán 6 millones sin señal, ya que seguramente en el transcurso del año algunos contratarán TV de paga, receptores adecuados o, cabe la posibilidad, sean hogares que no están interesados en recibir señales televisivas.
Este mapa (actualizado constantemente) muestra los estados en los que la SCT ha repartido pantallas y cuántas unidades por territorio. (El artículo completo se puede consultar aquí)
La hipótesis del pluralismo tendría que ser probada en campo, pero de entrada se debe advertir que una mayor cantidad de contenidos no implica pluralidad automáticamente. El desarrollo del régimen de radiodifusión mexicano ha seguido un modelo liberal de medios comerciales (pero siempre con un grado de relación con el sistema político) que no contempla reglas de pluralismo interno. Es decir, la tercera cadena no vendría obligada a dar espacio a políticos de distintos partidos en su espacio noticioso, ni crearía un efecto en el que las tres o cuatro cadenas representen individualmente a una visión o grupo del espectro político en México.
La hipótesis que sugeriría contemplar para el debate de este tema es que un nuevo competidor en televisión tendría que buscar audiencias a través de “contenidos probados”, como acceso a derechos de transmisión del futbol, telenovelas, programas de revista y noticieros. Al no existir reglas de pluralismo interno, el incentivo no es incluir a voces representativas de visiones políticas o ideológicas, sino contenidos que atraen audiencia, anunciantes y que puedan ser comercializados. Es más, la única cadena que nace con este mandato es el Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, del que podría argumentarse que se convertiría en la señal obligada a ser plural como “contrapeso” de la oferta mediática comercial.
En suma, el éxito o fracaso de la transición digital y la expectativa del pluralismo son factores que entran en la ecuación de la nueva o nuevas cadenas de televisión, pero tienen que ser ponderadas con las reglas de operación de la política pública y la ausencia de reglas de pluralismo interno en los medios comerciales.