El despliegue de la TDT sigue su paso en territorio mexicano, pero conforme progresa también surgen puntos urgentes de análisis, como sucede con el caso de hoy, donde quedan en evidencia los fallos y renglones torcidos de una iniciativa que a unos cuantos meses de su arranque ya se antoja sesgada y contradictoria. México se encuentra inmerso en un complejo proceso de transición, donde la agenda política y tecnológica van marcando el compás de urgencia en el que vive sumergido el país, y sus pasos en la pista del “apagón digital” no son los más avispados.
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Como en muchos otros frentes de la administración federal actual, existe una serie considerable de proyectos en marcha, con un relativo retraso en su implementación y con una ejecución igual de cuestionable como el ritmo de sus avances. Una de la iniciativas más destacadas en este rubro, por los motivos menos deseados, se aloja en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), con su programa de Transición a la Televisión Digital Terrestre (TDT), donde el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, se ha propuesto entregar un televisor digital a los casi 14 millones de hogares de hogares inscritos en el padrón nacional de beneficiarios de los distintos programas sociales de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol).
Fuera de foco
(c) AP
Hasta ahí todo bien si se pasa por el alto el matiz populista del proyecto, en el cual, literalmente, el gobierno está regalando televisores, y que el movimiento está produciendo escenarios “curiosos”, como que una buena cantidad de estos aparatos terminen en casas de empeño o en el mercado de reventa. La operación de esta programa funciona bajo una justificación casi tan difusa como los resultados logrados hasta el momento, como bien señalan los chicos de Forbes en su más reciente análisis: el objetivo del programa de transición de la TDT es algo que al leerse con detenimiento no queda tan delineado, y deja en evidencia su problema medular:
Contribuir al desarrollo social, fomentar la igualdad de oportunidades entre la población y propiciar el acceso a la Sociedad de la Información y el Conocimiento.
El acceso a la denominada sociedad de la información y el conocimiento de alguna manera está condicionada a la adquisición de un televisor que permitirá sintonizar las mismas emisoras de señal abierta ya existentes. Pero el conflicto aquí reside en el hecho de que la administración actual pretende ejecutar este programa considerando que México está listo para recibirlo, cuando la realidad es que estos televisores, que se están entregando a las familias más necesitadas, en muchos de los casos no cuentan con las condiciones mínimas de sustento digno, lo que incluye el acceso a servicios de suministro eléctrico.
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De acuerdo con datos recabados del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) en la ya citada investigación de Forbes, el programa de TDT de la SCT habría entregado a la fecha 129.425 aparatos a familias que habitan en poblaciones que no cuentan con energía eléctrica para conectarlos en sus hogares. Un error bastante básico, pero que representa sólo uno de distintos que proliferan en la lista, de los cuales uno de los más comunes es la desaparición de televisores que son entregados a las autoridades de los estados, pero que jamás llegan a los hogares para los que estaban destinados.
La realidad es que se trata de un escenario común, los elementos monetarios y materiales usados para un programa público no cuadran, existen desapariciones, y los desvíos de recursos públicos para su aplicación con fines electorales parece que serán una situación recurrente este 2015. El apagón analógico y la transición a las TDT sigue su marcha, pausada, con tropiezos y cuestionamientos; el resultado final aún es una incógnita.