Hace un par de años, el FBI allanó la casa del periodista independiente y autoproclamado vocero de Anonymous, Barrett Brown, en el momento preciso en que mantenía una sesión de videoconferencia con bastantes personas.
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Finalmente terminó el juicio contra Barrett Brown, pues hoy fue sentenciado a 63 meses de prisión luego de declararse culpable de amenazar, ser cómplice de cargos de hackeo, e interferir con la ejecución de un allanamiento policial. O como lo describieron los abogados defensores: “Por subir un video a YouTube con una torpe declaración [en la que bromeaba con ‘destruir’ a un agente del FBI], redactar correos electrónicos que querían enviar hackers, y esconder notebooks en un gabinete de la cocina”.
El caso de Brown llamó la atención entre los activistas de Internet por la draconiana aplicación de las leyes estadounidenses, pues acusaron a Brown de robo de identidad sólo porque en algún momento compartió un enlace por IRC con información personal que había sido robada recientemente tras un hackeo, la que incluía detalles de la tarjeta de crédito del afectado. Eventualmente esos cargos fueron retirados, pero reflejaron el absurdo al que se llevan las leyes estadounidenses para intentar juzgar a activistas de Internet.