El autor de esta frase es Carl Sagan, probablemente el divulgador científico más famoso de todos los tiempos. Y no es de extrañar por qué, si asociamos Flemming a la penicilina, el nombre de Sagan evoca su gran pasión: la búsqueda de vida extraterrestre.
A lo largo de su carrera como científico y estrella mediática, Sagan defendió en múltiples ocasiones la investigación en este campo. Por ejemplo, en 1980 cofundó la Sociedad Planetaria, organización privada para la exploración planetaria y programas SETI (siglas en inglés de “búsqueda de inteligencia extraterrestre”) y usó su influencia para que el Congreso Norteamericano no cortara los fondos para el programa SETI de la NASA. En 1982 logró que se publicase en la revista Science una petición a favor de SETI firmada por setenta científicos eminentes, entre ellos siete premios Nobel. En 1985 escribió una novela de ciencia-ficción, Contacto, luego llevada al cine.
El pasado 20 de diciembre se cumplieron 18 años de la muerte de Sagan y la pregunta de si hay vida ahí fuera o no sigue sin respuesta.
Carl Sagan con un modelo de la sonda Viking. © NASA Jet Propulsion Laboratory
Un planeta ¿común?
La Tierra no parece tener nada de especial para que la vida sólo haya evolucionado en ella. Es un planeta aparentemente normal de un Sistema Solar aparentemente normal dentro de una galaxia aparentemente normal.
Se calcula que en nuestra galaxia existen unos 200.000 millones de estrellas alrededor de las cuales orbitan un número no inferior de planetas. A su vez, se piensa que existen entre 100.000 millones y 200.000 millones de galaxias.
La inmensidad de estas cifras suele interpretarse como una indicación de que en el universo deberían existir más formas de vida, inteligentes o no. Es una pura cuestión estadística. No sabemos con qué frecuencia aparece la vida, pero suponiendo que se trate de un fenómeno muy improbable y que sólo 1% de los planetas reúnan las condiciones necesarias para ser habitables, el universo debería contener casi 16 millones de billones de planetas que potencialmente podrían albergar vida.
Si, además de tener en cuenta lo vasto que es el universo, pensamos en lo viejo que es, parece aún más fácil que existan otras civilizaciones.
La Tierra “sólo” tiene 4.600 millones de años en comparación a los 13.700 millones de años del universo. Alguna forma de vida que surgiese mucho antes que la nuestra y que haya estado evolucionando desde entonces debería llevar mucho tiempo dejando su huella alrededor de nuestra galaxia. De hecho, se estima que una civilización tecnificada tardaría, como mucho, unos 50 millones años en colonizar por completo la Vía Láctea.
Si todo esto es así, ¿por qué no hemos detectado la más mínima señal de vida extraterrestre hasta ahora?
Recreación artística de una explosión de rayos gamma. © NASA
La paradoja de Fermi y las explosiones de rayos gamma
Esta es precisamente la pregunta que plantea la paradoja de Fermi. En 1950, el físico italiano Enrico Fermi observó que, si la vida fuese un fenómeno tan común como se cree, el ser humano ya tendría que haber contactado con alguna civilización extraterrestre. ¿Por qué no ha sido así?
Los científicos, a día de hoy, no pueden dar una respuesta concreta a la pregunta, lo único que pueden hacer es plantear hipótesis. En el pasado, varios expertos han interpretado esta ausencia de señales de vida extraterrestre como una indicación de que los humanos tal vez seamos la primera civilización tecnificada y expansionista de la Vía Láctea. Algo posible si la mayor parte de la galaxia fuese mucho más hostil a la vida de lo que pensamos.
Recientemente, dos físicos teóricos, Tsvi Piran, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y Raúl Jiménez, de la Universidad de Barcelona, en un artículo publicado en la revista Physical Review Letters, sugirieron que la vida en el cosmos podría ser un fenómeno mucho menos común de lo que se pensaba: sólo 10% de las galaxias podría albergar vida compleja. La razón serían las explosiones de rayos gamma, uno de los fenómenos más violentos del universo conocido.
Las explosiones de rayos gamma ocurren cuando una estrella muy masiva estalla en forma de supernova y, en pocos segundos, libera tanta energía como el Sol durante toda su vida. Se trata de un fenómeno relativamente poco común: se estima que estos estallidos suceden una vez cada varios millones de años, pero cuando ocurren pueden barrer la vida a miles de años luz de distancia. Por suerte para nosotros, las explosiones de rayos gamma “observadas” hasta ahora han tenido lugar en galaxias distantes.
Piran y Jiménez han calculado que existe 50% de probabilidades de que algo así haya sucedido en nuestro planeta durante los últimos 500 millones de años. Si el intervalo de tiempo se extiende a los últimos 5.000 millones de años, la probabilidad aumenta hasta 90%.
Estas cifras convierten a las explosiones de rayos gamma en un candidato plausible para explicar alguna de las extinciones masivas que han tenido lugar en nuestro planeta. De hecho, algunos astrofísicos consideran que las extinción masiva del Ordovícico pudo deberse a una de estas explosiones.
“Fábrica” de estrellas captada por el telescopio espacial Hubble. © NASA, ESA y M. Livio (STScI)
Pero los efectos de estos brotes de rayos gamma van más allá. Según ambos científicos, las galaxias ricas en “fábricas” de estrellas podrían verse bombardeadas regularmente por estos brotes de rayos gamma, aniquilando cualquier forma de vida más compleja que un microbio.
Por este motivo, el centro de la Vía Láctea sería prácticamente hostil a la vida. Han calculado que, en los últimos 1.000 millones de años, la probabilidad de que una explosión letal de estas características se hubiese producido a menos de 6.000 años luz del centro de la galaxia (donde están 25% de las estrellas) sería de 95%. Sólo las regiones más externas de las grandes galaxias —como la que ocupa nuestro sistema solar— serían habitables.
Al considerar el universo en su conjunto, los autores concluyeron que, debido a estos fenómenos destructivos, apenas 10% de las galaxias podrían albergar vida compleja como la que vemos en la Tierra y ésta sólo habría podido comenzar hace 5.000 millones de años.
El estudio es un mazazo para los científicos que trabajan en proyectos como SETI que siempre han defendido que el centro de las galaxias es el mejor lugar para buscar vida extraterrestre precisamente por la alta densidad de estrellas. ¡Justo al revés!
Otras hipótesis
Las explosiones de rayos gamma son una posible respuesta a la paradoja de Fermi. Pero no la única. En este video, elaborado por la revista de divulgación New Scientist se detallan otras hipótesis que explicarían por qué no hemos detectado vida inteligente hasta ahora.
De momento, nadie puede afirmar que ninguna de estas opciones sea la que más se ajusta a la realidad. Pero tampoco importa: el día que podamos responder con certeza a la pregunta ¿hay vida ahí fuera? la noticia será descomunal, independientemente de la respuesta. Tal como dijo Sagan, tanto si estamos solos en el universo como si descubrimos que hay vida más allá de la Tierra, a nuestro alrededor, nuestra visión de la realidad cambiará para siempre.