Columna

La tamagotchizacion de la amistad [FW Opinión]

El impacto de la tecnología en nuestras vidas, sobre todo en las relaciones personales.

Mucho se ha dicho sobre cómo la tecnología separa a las personas en vez de acercarlas, de cómo sobretecnificamos cada aspecto de nuestra vida: desde monitores para plantas hasta máquinas que alimentan a nuestras mascotas. Cuántas veces hemos escuchado a un familiar mayor decir -o decirnos- ¡Deja ese teléfono! Parece que cada vez queremos interactuar menos con lo que nos rodea y controlarlo todo desde nuestro smartphone.

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Hay un aspecto de mi vida el cual me gustaría que se mantuviera al margen de los avances tecnológicos: las relaciones humanas.

Facebook e Instagram nos han hecho pensar que dar un like o un <3 es suficiente para mantener una relación, que estar al tanto de todo lo que hacen las personas en nuestro círculo social es equivalente a pasar tiempo con ellos y compartir experiencias. El siguiente video resume este fenómeno:

No estoy hablando de tecnofobia ni nada por el estilo, soy de esos románticos que piensan que la tecnología es neutral: un dron se puede usar para bombardear un campo de refugiados o para entregar medicinas en lugares remotos. Los efectos que la tecnología tiene en la historia de la humanidad son un reflejo de los propósitos -o intereses particulares- con los que ésta es o fue usada, es decir, el problema es cómo las personas usan la tecnología.

En el 2012, como parte de una campaña del diccionario australiano Macquarie, se reunieron varios expertos en el lenguaje para acuñar una nueva palabra que describiera el acto de ignorar a una persona -con la que explícitamente estás interactuando- en favor de un teléfono: phubbing.

Sí, puede ser parte de una campaña publicitaria, pero es un hecho que la tecnología tiene un impacto inmediato en nuestras vidas, así que, si a todos los estímulos que recibimos de nuestro entorno (publicidad invasiva y contaminación sonora) le agregamos una fuente que en sí misma es un repositorio para distracciones, nuestro intervalo de atención (el tiempo que una persona puede estar concentrada en una tarea concreta, entre 10 y 20 minutos) se ve afectado al grado de no poder mantener una conversación sin que el microcosmos que vive en nuestro bolsillo parezca más interesante que la realidad.

Algunos podrán argumentar que son capaces de llevar a cabo varias tareas al mismo tiempo: “multitasking humano”, dicen. Aunque esto no es del todo cierto: si el cerebro está concentrado en responder a un estímulo y se expone a otro sin haber concluido la respuesta al primero, ambas tareas se ejecutan de una manera más pobre que si se efectuaran individualmente.

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Las consecuencias de esta hiperconectividad, de ese deseo de estar siempre con alguien más en otro lugar, no son sólo sociales o sentimentales, también son físicas, el textneck -postura del cuello que adoptas al estar mirando tu teléfono- es un problema que afecta cada vez a más personas y podría convertirse en una nueva epidemia, al mantener el cuello inclinado aumentamos la presión en la espina cervical, esto causa dolores de cabeza, cuello, brazos y entumecimiento.

La gente lleva a cabo sus vidas por mensajes de texto, se están dejando llevar y no se dan cuenta de que necesitan un descanso. Sammy Margo -Sociedad Colegiada de Fisioterapia del Reino Unido

No podemos permitir que la humanidad llegue a un estado donde el contacto físico es considerado obsoleto, como lo plantea Gina Bigss en Love not found, la historia de una joven que busca experimentar las relaciones como en los viejos tiempos: tocándose.

Hace tiempo las noticias se compartían de boca a boca después llegaron los periódicos, la TV y ahora Internet. Cada una de estas evoluciones enfrentaron la estigmatización que sufre todo cambio a lo establecido y sé que incluso el contacto humano evoluciona, pero creer que dar los buenos días, likear la última foto y jugar apalabrados -draw something o el juego de moda- equivale a despertar, bañar, jugar y alimentar a un tamagotchi para que no se muera, nos priva de experiencias que perduran para toda la vida. Es simple: no trates a la gente que tienes cerca como si vivieran en otro país, acepta salir a cenar, al cine, a marchar, a vivir.

Foto portada (cc) Carsten Witzke

 

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