Durante 2014 hemos visto una de las más claras evidencias de cómo un producto que era para profesionales se ha vuelto un juguete en mano de muchas personas. Los drones se han convertido en uno de los juguetes más caros que mucha gente posee.
El uso de los drones o cuadrópteros es bastante limitado en términos prácticos para alguien que no lo aproveche en una actividad profesional. Puedes hacerlos volar a muchísima altura, son bastante estables y, sin duda, te hacen parecer más cool que cualquier otro. Pero ¿para qué compra la gente los drones?
En una palabra, dronies. Ya avisé de esta tendencia a mediados de 2014. En resumen, implica capturar un video desde un drone y que se aleje para mostrar más de lo que te rodea.
Esto no lo digo yo o los millones de videos que puedes encontrar en YouTube, Facebook o Instagram. Lo dice Henri Seydoux, el CEO de la empresa francesa Parrot que fabrica los drones más baratos que ahora mismo puedes comprar.
No hay nada malo en ello. Es evidente que tampoco podemos generalizar y decir que todo aquel que compra un drone es para tomar este tipo de videos, de la misma manera que no es posible decir que toda quinceañera que tiene un smartphone lo usa para hacerse selfies. ¿Verdad?
Las capacidades de estos vehículos son muchas, tantas como tu imaginación pueda pensar. El problema está cuando estos gadgets se convierten en elementos queridos por una gran mayoría de personas que no sacan partido de él. No sólo son útiles para dronies: todo momento que sea digno de grabar en video en exteriores podría capturarse con uno de estos aparatos, que cada vez son más baratos.