¿Te consideras un fanático de la Xbox, la Play Station o la Wii? ¿Aprovechas un descanso en tu jornada laboral o de estudio para jugar videojuegos? Entonces este post te interesará.
Una investigación publicada en el último número de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences ha llegado a la conclusión de que los videojuegos de acción y ritmo trepidante como Call of Duty, Medal of Honor o Unreal Tournament mejoran el aprendizaje. El trabajo está dirigido por Daphne Bavelier, especialista en neurociencia cognitiva de la Universidad de Rochester, Estados Unidos, que estudia desde hace años el efecto de los videojuegos en el cerebro. En concreto, Bavelier trata de entender cómo modifican la plasticidad cerebral, es decir, la capacidad de adaptación a cambios en el entorno, para, después, desarrollar tecnologías que nos permitan aprender más rápido y con menos esfuerzo.
En 2012, un equipo en la Universidad de Toronto, Canadá, demostró que jugar un videojuego de acción, incluso durante un período de tiempo corto, provoca cambios en la actividad cerebral y mejora la atención visual. Fue la primera vez que un estudio puso de manifiesto que los videojuegos causan cambios directos en el cerebro.
Desde entonces, diversos trabajos han evidenciado que ponerse frente a la consola sirve para entrenar las habilidades cognitivas, sensoriales y espaciales. Sin embargo, los mecanismos que inducen tales mejoras se desconocían. Ahora Bavelier cree haber encontrado una explicación.
Amanda Tipton/ CC BY-NC-ND 2.0
Anticiparse al futuro
Los videojuegos de acción entrenan nuestra habilidad de predicción. A cada instante, nuestro cerebro recoge información del entorno y trata de averiguar qué sucederá a continuación. Esto es crucial en muchas actividades cotidianas. Al conducir, por ejemplo, deducir con antelación y rapidez si la persona que va delante frenará o girará es fundamental. Para hacer estas predicciones el cerebro construye patrones de la realidad. Cuanto mejores sean estas representaciones mejor será nuestra ejecución y, para ello, hay que saber seleccionar las pistas que nos permitan hacer predicciones precisas y acertadas y filtrar el resto de datos del entorno que no aportan nada y sólo distraen.
Según Bavelier, los jugadores de videojuegos de acción están acostumbrados a un mundo que cambia rápidamente por lo que perciben antes los detalles importantes, filtran la información que no es relevante, crean mejores patrones predictivos y toman decisiones más precisas.
Pero pasar horas con la videoconsola, una actividad aparentemente banal, también mejora la capacidad de aprendizaje de nuevas tareas.
Mejores estudiantes
Bavelier y su equipo reclutaron a un grupo de personas con poca experiencia en videojuegos y les pidieron que jugasen durante 50 horas, a lo largo de nueve semanas. Un subgrupo lo hizo con videojuegos de acción como Call of Duty; mientras que el otro subgrupo lo hizo con videojuegos de no-acción como Los Sims.
Ser un buen estudiante implica desarrollar modelos de la realidad que sean correctos de forma rápida porque esto permite aprender antes y mejora el rendimiento académico. Tras el “entrenamiento” y para investigar si los videojuegos de acción fomentan la construcción de estos patrones, sometieron a los jugadores a una tarea de aprendizaje perceptivo. Encontraron que, quienes se habían entrenado con los trepidantes juegos de acción, construían estas representaciones de la realidad sobre la marcha, mientras llevaban a cabo la tarea, y su curva de aprendizaje era exponencial.
La cosa no quedó ahí: al repetir las pruebas varios meses e incluso un año después, los efectos beneficiosos de los videojuegos en el cerebro de los participantes se mantenían.
A estas alturas muchos se preguntarán cuántas horas de juego a la semana son necesarias para observar los beneficios de los videojuegos. La mayoría de los estudios apuntan a que bastan unas 5 horas a la semana durante unas 10 semanas. Más tiempo parece que no aporta beneficios adicionales.
Taran Rampersad / CC BY-NC-SA 2.0
Videojuegos como receta médica
La neurociencia aún está en su infancia a la hora de estudiar cómo los videojuegos moldean comportamientos complejos, pero es un tema que interesa tanto a los fabricantes de videojuegos como a los científicos. Conocer la respuesta permitiría diseñar juegos terapéuticos para mejorar habilidades, corregir deficiencias cognitivas y desarrollar nuevas estrategias de aprendizaje que podrían tener aplicaciones en la educación a todos los niveles.
También podría servir para diseñar videojuegos con finalidad terapéutica. Ya se están empezando a usar en algunos hospitales para mejorar la recuperación del habla tras un infarto cerebral. El año pasado, Starlab, una empresa catalana de I+D, presentó una aplicación que mide y estimula la actividad cerebral para el tratamiento de niños con trastorno por déficit de atención e hiperactividad, grandes discapacitados, depresiones, enfermos de Parkinson y esquizofrenia. El dispositivo sirve de marcador de enfermedades como el trastorno del sueño, Alzheimer, la epilepsia, el Parkinson, el alcoholismo, etc. Actualmente, trabajan para detectar el Parkinson con anticipación, cuando empieza con trastornos del sueño.
Así pues, la próxima vez que te entretengas con un videojuego de acción no pienses que estás perdiendo el tiempo. Es probable que éste te ayude a mejorar tus notas en matemáticas.
Si quieres conocer más sobre cómo los juegos de acción afectan al cerebro, no te pierdas esta charla TED de Daphne Bavelier (en inglés subtitulada al español).