El 7 de diciembre de 1972 despegó el Apollo 17, un Saturno V con tres astronautas a bordo que tras una alunizaje de 3 días se convertiría en la séptima misión tripulada en tocar la superficie lunar. También sería la última y, hasta 2014, el último viaje tripulado más allá de la órbita baja terrestre.
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Estados Unidos había logrado su meta impuesta por el presidente Kennedy al inicio de la década: había puesto un hombre en la Luna. 42 años después ninguna otra nación lo ha logrado, el programa espacial americano depende completamente del ruso e, irónicamente, la NASA se encuentra en proceso de renacimiento. ¿Qué pasó? ¿Qué cambio en este tiempo? ¿por qué no hemos regresado a la Luna?
La repuesta sencilla, el TL; DR es porque no hay dinero. El presupuesto de la NASA ha sido reducido de casi el 5% del porcentaje total del presupuesto (PTP) de EE.UU durante la época de Kennedy a un 1% durante la administración Obama. Pero si se analiza a profundidad, es fácil ver que es una multitud de factores lo que han impedido el regreso, presupuesto, políticas espaciales, burocracia, accidentes y publicidad. Todas ellas han puesto su parte para impedir que las ruedas del Rover Lunar vuelvan a llenarse con el purísimo polvo Lunar.
Todo empieza con Kennedy en la Universidad de Rice un 12 de septiembre de 1962. Si hay algún punto que haya puesto a la NASA y a los EE.UU en turbo para llegar a la Luna fueron las palabras inmortales del presidente.
Elegimos ir a la Luna en esta década, no porque sea fácil sino porque es difícil. — John F. Kennedy
La carrera armamentista entre el comunismo y el capitalismo estaba en su apogeo, esta era una meta pública, una amenaza al comunismo. La libertad habría de triunfar cuando los EE.UU pusieran a Armstrong en la luna, siete años después.
Este fue, más que un movimiento político, un recurso mediático. La promesa de Kennedy le dio un apoyo impresionante a la NASA, que a través de un hábil manejo de recursos supo capitalizar para convencer a la opinión pública que su trabajo era importante, ¡Si nosotros no ponemos un hombre en la Luna lo harán los soviéticos!
La llegada del hombre a la Luna fue la máxima expresión de la Guerra Fría, una movida política sutilmente disfrazada de beneficio para el público, de avance para la civilización. Llegamos a la Luna no porque teníamos la tecnología para hacerlo, llegamos porque era el momento correcto para verter todos los recursos públicos a una meta en común.
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No tenemos motivación
Este es el primer problema, aunque si tenemos el apoyo público a la NASA, la realidad es que no tenemos la motivación real para ir de nuevo a la Luna. ¿Por qué invertir en desarrollar un motor más eficiente para llevar carga al espacio cuando se puede invertir la misma cantidad en mejorar un misil? Incidentalmente se podría mejorar el motor del cohete, pero no es el objetivo principal.
Sin afán de sonar alarmista, retro o simplemente amante de la Guerra Fría, no hay un objetivo que alcanzar, ya estuvimos ahí y la opinión pública no logra comenzar a entender la importancia de la colocación de una base lunar para lograr impulsarnos a Marte, y quien sabe a donde después.
No tenemos dinero
Hablando de números netos la NASA recibe el 0.66% del TPT de los EE.UU. a diferencia del 4.4% que recibió en 1966. El proyecto SETI se vio obligado a buscar crowdfunding el año pasado puesto que era imposible seguir costeándolo. Sumando al costo de $71 millones de dólares por astronauta en una nave Soyuz y los mantenimientos de las misiones actuales, los telescopios y las investigaciones en tierra que hay que mantener el crear un nuevo programa espacial, con todos los costos de producción de equipo, investigación de sistemas más modernos y eficientes es inalcanzable.
No hay naves
La NASA tenía una bonita flota de transbordadores espaciales, que eran incapaces de llegar a la Luna, y tenía la incomoda tendencia a explotar cuando un pedazo de espuma golpeaba la cerámica aislante en su parte inferior. Hoy la NASA tiene un contrato con los rusos para llevar sus astronautas y sus equipos al espacio y no hay futuro para un cohete desarrollado en casa.
Gracias a la política espacial de Obama se abrió el camino al sector privado para que sea subcontratado por la NASA, pero ni siquiera SpaceX, de Elon Musk (que es el principal contratista de la NASA) es capaz de poner carga en la Luna, menos un hombre.
Rusia y China planean poner hombres en la Luna durante los siguientes viente años, pero ambos tienen que madurar su programa espacial primero y desarrollar cohetes capaces de salir de la órbita baja. Tal vez la carrera no sea por regresar sino por ser la segunda nación en poner un hombre en la Luna.
A los políticos no les interesa
Durante los años de la administración Bush se aprobó el programa “Constellation” para regresar a establecer una base en la Luna y eventualmente mandar una misión tripulada a Marte. Durante la administración Obama el proyecto fue cancelado.
Tal vez sea porque de plano no les importa, porque los gobernantes saben algo que nosotros no, o un grupo de hombres poderosos están protegiendo un secreto ancestral escondido en la Luna pero la realidad es que desde el punto de vista político regresar a la Luna no es una prioridad. Para ellos la NASA no es más que otra agencia con legado que no puede ser cerrada pero cuyo presupuesto sí puede ser reducido cada año, si no, ¿cómo van seguir pagando la manutención de tanto preso en Guantanamo?
Por eso no hemos regresado a la Luna, y por más optimista que me gustaría ser, no creo verlo durante mi vida. Robots irán y vendrán, pero poner y regresar hombres con vida en la superficie lunar no es una tarea simple. Ese el principal problema, los gobiernos están interesados en reto más simple, algo que elijan no porque sea difícil, sino porque sea fácil.
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