La llegada del hombre a la Luna se dio en un contexto muy especial: Si bien los primeros experimentos para transmitir su señal en países desarrollados fue en la década del ’30, para 1969, el año en que el hombre llegó a la Luna, gran parte de los países del mundo ya habían introducido la televisión en sus respectivas poblaciones, por algo fue el evento más visto en su tiempo con 600 millones de teleespectadores, la quinta parte de la población mundial para ese entonces.
Foto de Michael Collins del módulo lunar descendiendo
Debido a que la carrera para llegar a la Luna no era sólo un asunto científico sino que también propagandístico —los soviéticos habían lograron mandar el primer satélite, el primer hombre y la primera mujer al espacio, y la primera nave no tripulada a la Luna— dado el contexto de la Guerra Fría, para los estadounidenses no solo era importante poner al primer humano en la Luna, sino que también mostrarlo a todo el mundo como una demostración de la superioridad científica de los norteamericanos por sobre los soviéticos.
Para lograr esta asombrosa transmisión las capacidades técnicas de transmitir una señal en audio y video desde la Luna en directo solo fueron la mitad de la batalla, la otra fue lograr convencer a la misma NASA que dejaran transmitir tan compleja operación.
En sus inicios al interior de la NASA tanto los equipos técnicos como los astronautas se oponían a incluir cámaras de TV en sus misiones, pues lo veían como una distracción no esencial para el cumplimiento de la misión, significando además la pérdida de valiosa masa en una abarrotada cápsula espacial que podría haber sido utilizada para dispositivos más importantes.
Cámara lunar del Apolo 11
De hecho, en los últimos meses de preparación para la histórica misión del Apolo 11, aún se debatía si se debían incluir cámaras de televisión en la cápsula lunar. Por ejemplo los científicos no tenían objeción alguna, aunque tampoco las requerían. Solo cuando se involucró gente clave el primer director de vuelos de la NASA, Chris Kraft, y el director de asuntos públicos, Julian Scheer, se consolidó la idea de que se debía incluir una cámara no solo para dejar estipulado a la posteridad el hecho y frotárselo en la cara a la Unión Soviética, sino que también para mostrarle a los ciudadanos norteamericanos en qué se estaban gastando los dólares de sus impuestos.
Las antenas de Estados Unidos, Australia y España
Para comunicarse con la misión Apolo 11, la NASA levantó una red de transmisión con tres antenas de 26 metros de diámetro puestas de forma equidistante alrededor de la Tierra en Goldstone, California; Honeysuckle Creek (cerca de Canberra), Australia; y Fresnedillas de la Oliva, (cerca de Madrid), España. Si bien las tres fueron imprescindibles para el éxito de la misión, la estación de Australia fue la que nos proveyó de las imágenes televisadas que recorrieron el mundo, y —unos cuántos milisegundos— fue el primer lugar donde se vio la hazaña respecto al resto del mundo.
La construcción de la estación en Australia no estuvo exenta de problemas pues en 1969 la misión se realizó durante el invierno en el hemisferio sur, lo que significó que se debieron levantar las antenas entre el frío y la nieve en un lugar a 1.200 metros de altura.
El día de la misión del Apolo 11 la estación alcanzó a transmitir los primeros 8 minutos de la hazaña hasta que la NASA se cambió al Radiotelecopio Parkes, a 300 kilómetros de distancia, porque estaba recibiendo una mejor señal durante las siguientes dos horas y media de transmisión, en las cuáles el radiotelescopio sufrió vientos de 100 kilómetros por hora que si bien no amenazaron a la antena, sí causó preocupación entre el equipo técnico (aunque siempre con la tranquilidad de que en caso de una emergencia podían volver a retomar la señal de la estación de Honeysuckle Creek).
Entre las curiosas situaciones ocurridas tras esta colaboración multinacional que nos permitió ver al hombre caminar por primera vez en la Luna, se podría destacar, por ejemplo, que para reclutar al equipo en España se recurrió simplemente a anuncios en la prensa, el que requería como factor determinante saber hablar inglés. Mientras tanto, si quieres conocer la historia por el lado australiano de su estación espacial puedes ver la comedia “The Dish” (la que como todas las películas, retrata hechos reales junto a varias ciertas situaciones inventadas para amenizar la historia).