Columna

Innovación: El secreto mejor guardado de Israel

Por Constanza Anguita, periodista de Asech.

A raíz de la misión pública-privada a Israel que está patrocinando la Asech, hemos decidido dedicar la reflexión de esta semana a algunos factores que explican la posición de liderazgo de la que goza actualmente ese país, en materia de emprendimiento e innovación.

Con un territorio pequeño, enclavado en una de las regiones más históricas y conflictivas del planeta, y casi 8 millones de habitantes, Israel es uno de los centros de innovación tecnológica y científica más grandes del mundo y una verdadera fábrica de tecnología y de emprendimientos TIC. Sus niveles de desarrollo humano son muy altos, pese a que sus habitantes han aprendido a desarrollarse y vivir en un entorno hostil, y reinventarse constantemente, bajo el asedio de sus vecinos.

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La noción de que los israelíes son inteligentes o buenos para los negocios no es gratuita. Muchos de los factores adversos de su historia y su cultura, como vivir bajo el apremio de la falta de recursos naturales y ante la difícil situación geopolítica, lo han convertido en un milagro económico: es el país que más invierte en innovación a nivel mundial (invierte 2.5 veces más capital de riesgo que USA), ocupa el sexto lugar en el indicador “Protección a los Inversores” del ranking Doing Business; tiene la mayor cantidad de empresas tecnológicas per cápita del mundo (una startup por cada 1.844 habitantes), cuenta con más empresas de tecnología en el índice Nasdaq que todos los países europeos y un récord de premios Nobel. El impulso de reinventarse e innovar está en el ADN de los israelíes y es parte de su cultura de supervivencia.

El servicio militar obligatorio es una de las condiciones más llamativas de esta tormenta perfecta. Todos los jóvenes israelíes, hombres y mujeres, pasan por esta experiencia, donde la formación no es solo militar, sino también tecnológica, y donde toman decisiones de vida o muerte. Israel se ha especializado en tecnologías para mejorar y salvar vidas y la experiencia que esto les da los vuelve innovadores, pues como se señala en el libro Start-Up Nation: The story of Israel’s Economic Miracle, “es en lo militar en donde muchos israelíes aprenden a dirigir gente, improvisar, estar orientados a objetivos, trabajar en equipo y ayudar a su país”. El producto de esta ecuación son hombres y mujeres maduros, que aprenden a hacerse oír, más allá de rangos o jerarquías, si piensan que las cosas pueden ser hechas mejor.

Por otra parte, en la economía israelí existe una sobreconcentración de lo que no es tecnológico, siendo altamente regulado con diversos reglamentos y gravámenes. Esto explica que sea una potencia tecnológica, pero no económica. Si Israel aplicara las condiciones que han permitido florecer su industria tecnológica a otras áreas, e incorporara a segmentos demográficos con poca participación económica, podría escalar a posicionarse dentro de las 10 principales economías del mundo.

Otro factor interesante es la alta tasa de inmigrantes judíos que hay en Israel y la facilidad con la que se otorgan visas. Esto, sumado a su trayectoria de nómades, les otorga desde la cuna una visión cosmopolita que se traduce en soluciones satisfactorias a las necesidades. Esto ha generado que Israel desarrolle un nicho de mercado especializado en la experiencia del consumidor y la búsqueda de soluciones novedosas para sus necesidades. De hecho, es esta característica la que ha permitido que las empresas israelíes no hayan sentido tan duramente las consecuencias de la crisis financiera global.

Un último factor relevante es que Israel, siendo una nación con recursos naturales particularmente limitados, ha internalizado que modelo energético basado en el petróleo se acabará, por lo que han convertido el aprovechamiento de energías renovables en un asunto de alta prioridad, para darle una mejor calidad de vida a su población. Especialmente considerando que su suministro depende de sus vecinos árabes. La energía solar ha sido una prioridad para Israel desde la fundación de la nación, con políticas orientadas hacia el desarrollo de la energía solar térmica, tecnología que se comenzó a utilizar en los ’80 y que actualmente tienen incorporada el 90% de los hogares. La incorporación y producción masiva de autos eléctricos fue otro paso hacia la independencia energética, industria en la que también fueron pioneros. La lección es clara: el emprendimiento y la innovación son el futuro.

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