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Columna CES 2013: ¿Hasta dónde piensa llegar Android?

Primero fueron los smartphones, luego las tablets y poco después cámaras digitales, televisores, consolas y automóviles…¿quién sigue en la expansión de Android? ¿Acaso el objetivo es convertirse en un estándar multiplataforma universal y abierto para cualquier tipo de producto que requiera de una interfaz? ¿Es bueno abarcar tantas plataformas de consumo tan diferentes como un automóvil, una tablet, una cámara digital o incluso, un horno de cocina manejado vía tablet, como el presentado hace unos días en el CES 2013?

Android nació de la mano de Google en 2008, luego de haber adquirido la compañía Android Inc. de Palo Alto, California en 2005, empresa que había desarrollado un sistema operativo basado en Linux que llevaba su nombre.

El impulso de la Open Handset Alliance, el conglomerado de empresas de tecnología más grande del mundo, convirtió a Android en la columna vertebral de un ecosistema de desarrollo de dispositivos, promovida por Google, quien ya había hecho una adquisición masiva de patentes de telefonía móvil.

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Android desde su esencia tuvo siempre una función prioritaria: ofrecerle al fabricante una alternativa libre y con un casi nulo costo de licenciamiento para abaratar sus productos o en su defecto, poder ofrecer una amplia gama de dispositivos en todos los segmentos, desde los entry level más económicos hasta los topes de gama.

Esta filosofía generó en menos de cinco años, un universo paralelo en el mundo de la tecnología, donde, las posibilidades que ofrecía esta plataforma permitieron que aparezcan desde tablets de menos de US$50 hasta smartphones de alta gama por precios mucho más accesibles que en otros tiempos.

Pero lo más destacado de este período es la amplitud que abarcó el proyecto, de la mano de millones de desarrolladores anónimos que confiaban en que “Con Android todo es posible” (¿realmente es todo tan posible?). Tablets, smartphones, televisores, mini-pc, cámaras digitales, automóviles, cocinas, drones y robots de estudio pueden asegurarlo sin dudas.

Esta revolución móvil que generó algo aparentemente lógico como poder utilizar un sistema operativo libre de costos y sin restricciones en nuestros dispositivos, también puso de nuevo en la mesa el debate sobre qué tan dueños somos de los productos que compramos.

Si compro un teléfono pero no puedo utilizarlo al máximo rendimiento porque un software privativo me lo impide ¿están violando mi derecho como consumidor y propietario de un dispositivo?

Algo así pasó con Android, que al ofrecer condiciones tan flexibles para su implementación, permitió que los fabricantes desarrollaran sus propias capas de funcionalidades y pantallas, las cuales en muchos casos cumplen funciones restrictivas de acceso al hardware, además de la polémica dinámica que permite que las aplicaciones puedan obtener datos de nuestros contenidos. Pero no es algo exclusivo de la plataforma de Google ya que con su rivales también sucede lo mismo.

Pero este tema da para un debate aparte y, sin perder el foco nos preguntamos ¿Hasta dónde piensa llegar Android?

En lo personal, me importa más la escalabilidad de un software abierto que la confianza y solidez de uno cerrado. Creo que más allá de todos las víctimas que sufren abusos acordados por las corporaciones encargadas de la fabricación y prestación de servicios de telefonía, dejando en el limbo de los upgrades a un usuario que ahorró sus monedas para comprarse un buen smartphone pensando que podría servirle tres o cuatro años, adhiero a sacrificarme (e incluso tomarme el trabajo de conocer a fondo mi dispositivo liberándolo) y ver crecer una plataforma que no parece tener techo, a esperar sentado lo que pueda ofrecerme mi fabricante favorito, terminado y listo para usar pero totalmente cerrado.

Incluso, muchos desarrollos paralelos de grandes empresas, como Tizen de Samsung y hasta el difunto Meego de Nokia, se han apoyado en Android para tomar ciertas bases de diseño y funcionalidad para poder escalar aún más.

Lo que quizás pueda preocupar de sus ambiciones y crecimiento sea su actual propietario: Google, una empresa que llegó de la mano del slogan “Don´t Be Evil” pero que hoy parece una especie de sarcasmo más cercano a una lección a lo Gran Hermano, que una consigna que reza el arte de hacer las cosas bien. Google está en todas partes, nos observa, nos numera, nos cataloga, nos recomienda, y delante de esa maquinaria, hoy en día en gran parte está Android.

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El CES 2013 ya comenzó, las conferencias de las grandes empresas se esfuerzan por mostrarse innovadores, pero detrás de muchos de ellos está Android, esta plataforma universal que a pesar de todo lo que pueda decirse, y lo que sufre por las críticas que la comparan con otros SO cerrados, parece no estar muy preocupada en este momento por saber hasta dónde quiere llegar, sino más por estar en la mayor cantidad de objetos tecnológicos a nuestro alrededor.

Quizás, el próximo gran salto tecnológico venga de la mano de un androide verde.

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