En FayerWayer no creemos que el 21 de diciembre se acabe el mundo. Expertos en cultura Maya lo han descartado repetidas veces y no hay razones científicas para creer que una catástrofe vaya a ocurrir. Sin embargo, ante el interés que ha despertado la fecha, decidimos explorar algunos escenarios de fin de mundo interesantes.
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Tres días de oscuridad, un invierno nuclear, el colapso económico mundial, una tormenta solar, la llegada de los zombies, meteoritos estrellándose sobre la Tierra, e incluso absolutamente nada, forman parte del abanico de teorías que barajan quienes temen el Fin del Mundo para el día 21 de diciembre, alcanzando gran popularidad también la creencia de que muy pronto habrá un Súper-terremoto que sacudirá todo el planeta.
Según algunos, una interpretación para el Tercer Misterio de Fátima dice que temblará la tierra durante varias horas consecutivas, dejando consecuencias nefastas para nuestra humanidad. Pero quizás es un poco exagerado pensar que efectivamente temblará tanto tiempo, así que aterricemos el tema a algo más realista: un único Súper-terremoto en algún punto del orbe. O en todas partes.
Qué, cómo y dónde
Lo primero que se nos viene a la mente al definir un Súper-terremoto es pensar en magnitud. Durante su historia, la humanidad ha sufrido grandes movimientos telúricos, como el de Valdivia, Chile en 1960 (9,5 grados), otro ocurrido el 2004 en Indonesia (9,3 grados) y el de 9,2 grados en Alaska el año 1964, entre muchos otros dados en zonas incluso aún más pobladas.
Pero lo esencial no es pensar en magnitud, sino que el área afectada es la que efectivamente nos indicará el nivel de destrucción que habrá en una zona. “La gran magnitud no está correlacioanda con el daño, porque en realidad un terremoto de esta gran magnitud es una secuencia de varios terremotos de magnitud un poco más pequeña y eso es lo que hace que la extensión sea tan grande“, afirma Rodolfo Saragoni Huerta, académico con 40 años de carrera en la Facultad de Diseño Sísmico de la Universidad de Chile, quien ejemplifica la idea al suponer unos cinco terremotos de magnitud ocho, lo que resultaría en un evento como el vivido en Valdivia. Acá, lo que pasaría es que esa gran magnitud, al cubrir una extensión tan amplia, abarca un área muy grande que provoca una tremenda energía, la que afecta especialmente si el epicentro es el mar, al ocasionar grandes maremotos. En ciudades no costeras el daño sería menor, pese a una intensidad registrada mayor a los 9 grados.
Respecto a los lugares que podrían ser más afectados, hay zonas donde los relieves aún son relativamente jóvenes geológicamente hablando, por lo que siempre es de esperarse algún tipo de actividad sismíca fuerte para el futuro. Según el Dr. Francisco Jose Ferrando Acuña, geógrafo de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo en la Universidad de Chile, “todo el territorio nacional de Chile, entre el extremo norte y la península de Taitao, están sujetos a un determinismo geofísico derivado de una subducción de la placa de Nasca bajo la placa Sudamericana a velocvidades de 9 a 11 cm/año. Es, por lo tanto, una condición de la que no podemos escapar“.
Otros sitios vulnerables generalmente se asocian al llamado “Cinturón de Fuego del Pacífico”, principales víctimas de las zonas de fricción entre las placas tectónicas. Acá se ubican Perú, Ecuador, Colombia, Centroamérica, México, Argentina, Bolivia, Estados Unidos, Canadá, Japón, Taiwán, Filipinas, Indonesia, Papúa Nueva Guinea y Nueva Zelanda.
El daño en la naturaleza
En un Súper-terremoto, el suelo se mueve tanto que afecta su estructura natural, por lo que “es consecuente esperar una alta cantidad de material rocoso fragmentario en disposición de ser movilizado“, según dice Acuña, quien además asegura que “en múltiples laderas y cauces, tanto de la Cordillera de la Costa como de la de Los Andes, existe una suerte de bodega de materiales detriticos preparados para descender por diferentes mecanismos, lo cual depende sólo de la concurrencia del proceso detonante adecuado (terremoto)”. Entonces, sectores litorales y terrazas marinas pueden verse afectadas por levantamientos o hundimientos, y acá estaríamos hablando de varios metros desplazados hacia arriba o abajo.
Básicamente, podríamos esperar el derrumbe de estructuras naturales grandes y hundimientos de terreno en sectores litorales, afectando las desembocaduras de ríos y cambiando sus cauces, además de afectación en laderas y escarpes o acantilados, provocando tanto desplomes y derrumbes, como deslizamientos de tierra. Pese a esto, Acuña se muestra parcialmente optimista frente a algunos escenarios más catastróficos: “El que una montaña se derrumbe como un todo parece poco probable, aunque no se puede descartar que parte importante de uno de sus flancos colapse generando un movimiento en masa de características destructivas“.
El daño en ciudades
Ya hablamos de lo que podría pasar en entornos naturales, pero lo que preocupa aún más es el daño potencial en lugares con alta concentración urbana, donde en muy poco espacio muchas personas podrían sufrir las consecuencias de un Súper-terremoto.
Tomaremos como ejemplo a Chile, país que sufrió un gran terremoto de 8,8 grados el pasado 27 de febrero de 2010. Las casas no se derrumbaron en su totalidad, y si bien existieron estructuras que colapsaron a raíz del fuerte movimiento telúrico, la gran mayoría permaneció de pie y sigue funcionando hasta el día de hoy.
EE.UU., Japón, Nueva Zelanda y Chile son los países más avanzados del mundo en Ingeniería Sísmica, existiendo estándares de desempeño estructural para la construcción de edificaciones que resistan terremotos. Benjamín Navarrete, Constructor Civil y académico en la Escuela de Construcción Civil de la Pontificia Universidad Católica de Chile, afirma que se sigue la siguiente filosofía en la actualidad: “Para sismos de baja intensidad no se producirán daños; sismos de mediana intensidad se aceptarán daños en elementos y componentes no estructurales; sismos de gran intensidad, se pueden producir daños en elementos estructurales, pero en ningún caso se producirá el colapso de la estructura“. Esto nos da un respiro respecto a lo que pueda ocurrir en ciudades: no debería caerse de manera estrepitosa nada.
¿Y otro terremoto en Chile?
Iremos al caso puntual que interesa a un gran porcentaje de nuestros lectores. Nosotros ya hemos sufrido recientes terremotos de gran magnitud, quedando la interrogante de si las estructuras que soportaron movimientos anteriores podrán mantenerse en pie en caso que ocurra otro cataclismo.
Navarrete nos da luces de aquello: “La lógica dice que aquellas estructuras que se vieron dañadas por el sismo del 27 de febrero de 2010, tendrán una respuesta diferente frente a un nuevo evento sísmico. Sin embargo, es esperable que las estructuras con daño severo hayan sido bien reparadas y reforzadas de cara a resistir bien eventos sísmicos futuros. Si no fueron intervenidas adecuadamente o bien fueron reparadas superficialmente –maquillaje sísmico le llamamos–, es esperable que su respuesta estructural sea todavía más deficiente frente a un sismo de iguales características a las del 27F, con todo lo que eso significa: daños mayores e incluso colapso“.
Esto quiere decir que las cosas serían para preocuparse en el caso de las personas que viven en estructuras que fueron muy dañadas en eventos anteriores, por lo que se debe revisar el estado actual de las cosas. Pero en el caso de los edificios nuevos, Saragoni aclara que en Chile se acatan normas establecidas en la ley para la construcción de nuevas viviendas y edificios, con un sistema judicial que después del 27 de febrero de 2010 funciona muy bien para sancionar a aquellos que no cumplen con la norma, la que nos asegura que la estructura no se va a caer si es que está en buen estado, ha sido revisada recientemente o fue hecha hace poco tiempo.
Consejos para afrontar el Súper-terremoto
Ya lo dijimos: no creemos que vaya a pasar, pero leer estos párrafos no le hace mal a nadie…
En el supuesto de que la tierra tiemble nuevamente, debemos seguir los consejos que los especialistas han venido vociferando desde hace mucho tiempo atrás. Durante el sismo, Ruben Boroschek, Jefe en la división de Estructuras, Construcción y Geotecnia del Departamento de Ingenieria Civil de la Universidad de Chile, dice que “en general la calle es segura. Los edificios de altura con fachadas de vidrio han sido diseñados para soportar sismos severos, no así los edificios normales“, por lo que sería buena idea alejarse de lugares donde potencialmente podrían caernos trozos de una ventana, aunque si la fachada de alguna estructura es de vidrio, no tendría que caerse. Además, la gente pone maceteros, carteles y otras cosas que no tienen ninguna protección sísmica. Por lo anterior, lo mejor es ponerse al borde de la vereda si es que ésta posee un ancho suficiente, así se reduce el riesgo por caída desde edificios, aunque sin pararse en la calle misma donde podemos ser golpeados por algún vehículo.
¿Y si hay aviso de maremoto? Boroschek aconseja subir a estructuras de hormigón que sean de más de cinco pisos, sino, huir a más de 20 metros sobre el nivel del mar. Esto hay que hacerlo lo antes posible: “Los tiempos de arribo de la ola en Chile rodean de alrededor de los 15 minutos desde que se sintió la vibración en la que uno no pudo mantenerse en pie“, añade el especialista, quien finaliza diciendo que en caso que nos encontremos en un edificio de departamentos u oficinas muy alto, no debemos utilizar escaleras ni ascensores para bajar durante el movimiento mismo, pues dichas estructuras se mueven demasiado y es inseguro correr. De hecho, lo más inteligente es quedarse adentro, lejos de objetos grandes, muebles y ventanales que puedan quebrarse, hasta que todo pase.
Luego de eso, recién podríamos considerar la idea de salir a ver lo que ha ocurrido, evaluar daños y confirmar si realmente se acabó el mundo, o éste sigue en pie.
Links:
– 21 de diciembre
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– This is the end (por Jorge Baradit)