Autor: Andrés Ibañez
Parto diciendo que no podemos vivir sin la rueda.
Las tecnologías siempre han estado al servicio de la humanidad, siendo muchas las que a lo largo de la historia, o incluso la prehistoria, han revolucionado la forma de vivir de nosotros, las personas que habitamos este mundo. Sin embargo, algunas de estas piezas de ingeniería son tan antiguas, que tendemos a naturalizar la idea de que, sencillamente, siempre han estado con nosotros, olvidándonos de la inmensa utilidad que siguen prestándonos día tras día, desde tiempos antiquísimos.
Se dice que allá por el año 5.000 A.C., durante el esplendor de la cultura mesopotámica, un invento revolucionario sentaría las bases para una nueva sociedad, una en donde el trabajo costaría menos fuerza bruta, en donde la locomoción humana vería sus tiempos increíblemente reducidos, y en donde el acto de viajar a pie, o a caballo, dejaría de ser una acción limitante, de esfuerzo o hasta incluso peligrosa. Sin más aspavientos, nos referimos a la invención de la gran, única e inigualable rueda.
Esta formidable, pero sencilla pieza de ingeniería, se concibe como uno de los más grandes inventos del ser humano. Veamos, entonces, un poco de su historia.
Una rudimentaria rueda de madera
Tanto las primeras ruedas como las que conocemos hoy en día, funcionan bajo un mismo principio, esto es, el giro de una estructura rígida y circular, en torno a un eje central. Aun así, tanto sus funciones, como las tecnologías que se le han ido aplicando en términos de mejorarla, han variado según los distintos contextos y procesos históricos que ha presenciado la humanidad.
Podría considerarse como primera proto-rueda, a los troncos acostados sobre el suelo, cuyo propósito era cargarlos con material pesado, de modo que éste, al ser tirado por personas o animales, podía ser movido más fácilmente al rodar sobre dichas estructuras acostadas. Pero aquella ingeniosa forma de mover objetos (imposibles de trasladar a ras del suelo), aún demandaba mucho esfuerzo, puesto que cuando el objeto a mover llegaba hasta el extremo delantero de los troncos, había que sacar los que quedaban atrás, para ponerlos una vez más adelante. Este era un acto repetitivo y lento de llevar a cabo, además de desgastante para quienes trabajaban en ello.
Jarrón fabricado sobre rueda de alfaero – Oxygen
Posteriormente vino la rueda de alfarero, tecnología que permitió moldear arcilla (para construir utensilios, adornos y hasta obras de arte), utilizando un disco apoyado como base, que giraba manualmente. Si este disco hubiese sido puesto de manera vertical, ya tendríamos el principio fundamental con el que funciona la rueda. Pero este sencillo paso, aunque parezca increíble, no se dio hasta el cuarto milenio A.C., momento en donde la rueda comenzó a ser utilizada para ser anexada a vehículos tirados por animales. En este punto, la rueda ayudó a la humanidad en sus viajes, evitando así el desgaste de caminar a pie y de la limitación de peso sobre el lomo de un caballo; asimismo, evitó el peligro de ser asaltado, o el de ser comido por algún animal salvaje (que, créanme, aún estaban lejos de estar en peligro de extinción, razón por la cual había muchos más que en estos tiempos).
En Asia central, la cultura de Andronovo concibió un concepto de la rueda mucho más potente. En ésta, se reemplazaban los rayos de madera por una tecnología y estructura más firme, conocida como radios metálicos. El radio, como estructura sumamente rígida, permitió que los vehículos pudiesen ganar estabilidad, lo que a su vez les daba la posibilidad de alcanzar mayores velocidades, repercutiendo esto, finalmente, en una optimización de los tiempos de viaje y en una mayor seguridad para el trabajo. Todo esto ocurrió entre los años 2000 al 1200 A.C.
Rueda de hierro
Los rodamientos y las llantas de hierro fueron creados en el siglo 100 A. C., de la mano de la cultura celta. A partir de esto, los ingenieros romanos del antiguo imperio, con el paso del tiempo, perfeccionaron los sistemas, incluyendo mejores materiales para muchas piezas -ahora de bronce- entre otras mejoras sustanciales.ç
Durante la Edad Media, el esfuerzo por preservar la creencia del Cristianismo por parte de la Iglesia Católica, repercutió en que la rueda fuese una pieza de ingeniería orientada a las guerras. Así, se idearon algunos sistemas hidráulicos y de ruedas dentadas (engranajes), que servían al rey en su incesante carrera armamentista por intentar dominar (por última vez ya en el Renacimiento), a las demás naciones que se negaban a creer en la palabra del dios católico apostólico y romano. Por lo mismo, la Edad Media es conocida como “Los mil años de oscuridad”, dado que se prohibía cualquier nuevo pensamiento -o iluminación- que no tuviese relación con las demandas ideológicas de la Iglesia Católica. En razón a lo anterior, es natural que nuestra querida pieza de ingeniería no viera grandes cambios hasta la llegada de la Revolución Industrial, allá por la mitad del siglo XVIII D.C.
Durante estos tiempos, la rueda fue utilizada para la locomoción de los trenes (sistema de ruedas sobre rieles), y como mecanismo adaptado para el traslado de vehículos acuáticos (sistemas de distintos tipos de hélices).
A medida que pasaban los años, la industrialización permitió hacer de la rueda dentada y de sus derivados, una pieza indispensable para las fábricas que producían todo tipo de productos. Asimismo, los nuevos descubrimientos en la aleación de materiales, dieron paso a ruedas de carácter prácticamente indestructibles. A esto se sumó el invento del neumático de caucho, el cual prestaba grandes utilidades en cuanto a la adherencia de la rueda, a los distintos tipos de terreno.
Mucho más cercano a nuestros tiempos (años 60`), el uso de una cámara interna solucionó el problema de los pinchazos, puesto que, aunque parezca difícil de creer, las ruedas de la primera mitad del siglo XX aún no utilizaban esta tecnología. Sin embargo, cabe señalar que, desde la invención del automóvil –obra atribuida al señor Karl Friedrich Benz, y masificado por el más que afamado Henrry Ford- la rueda ha ido evolucionando y mejorando a medida que el automóvil también lo hace. Es cosa de adaptación a las nuevas necesidades.
Hoy en día la rueda está en todas partes: fábricas, juguetes, muebles, distintos tipos de sistemas mecánicos y medios de transporte, no pueden “vivir” sin ella. Asimismo, hoy por hoy, nuestra sociedad se quedaría estancada sin su inigualable utilidad, porque la rueda nos entrega una sensación de libertad, optimizando nuestros tiempos de trabajo y de viaje. Tenemos una forma confiable de ir a donde queramos, y este concepto de libertad que nos brinda se desprende de la sensación de “infinitud” que transmite su naturaleza mecánica, y es que siempre existirá “el siguiente giro de la rueda”. Pareciera que ésta no se detendrá nunca, pareciese ser un invento perfecto, pareciera que ya mejoró en todo lo posible la calidad de nuestras vidas. Entonces, ¿será alguna vez reemplazada por completo por otra tecnología, o de algún modo u otro siempre dependeremos de ella? Difícil pregunta, y lo es más cuando en nuestra era somos testigos de proyectos de vehículos personales que serían capaces de despegar verticalmente con turbinas de propulsión, o de trenes magnéticos que podrán viajar mucho más rápido que el sonido, sin experimentar la fricción, principio físico y hasta cierto punto limitante, del que la rueda, dada su naturaleza de contacto entre superficies, nunca podrá escapar.
Pero no es mi intención cerrar el tema sin ofrecerles a ustedes, mi respetable fauna de CHW, unas últimas imágenes de las distintas formas, colores, diseños y tecnologías aplicadas a la infatigable rueda.
Eso es por ahora, será hasta un próximo CHWonders.
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