Comprar algo y que eso sea tuyo suena obvio, pero en el caso de la música o las películas, nunca ha sido así. Si en 1968 fuiste de los primeros en comprar el “Album Blanco” de Los Beatles, lo hiciste en un LP (un disco de vinilo). Luego, en los años 80, si querías escuchar ese disco en tu auto, tenías que volver a pagar para tenerlo en cassette. Diez años después, nuevamente tenías que pagar por las mismas 30 canciones si querías escucharlo en tu reproductor de CD. Hoy si quieres tener esas canciones legalmente en tu iPod, una vez más tienes la oportunidad de volver a sacar tu billetera para pagar nuevamente por esos mismos 93:35 minutos de música que ya has pagado en múltiples ocasiones en el pasado. Eso, sin contar si también participaste de los múltiples formatos de vinilo, el cassette digital (DCC) o MiniDisc. Mismo caso para las películas con los Betamax, VHS, DVD y Blu-ray.
Cuando compramos música, no estamos pagando el costo del soporte físico de esa música; si así fuera, “The Beatles” en CD hoy costaría menos de 33 centavos de dólar. Estamos pagando el tiempo y talento de los músicos, productores e ingenieros de sonido que alegran nuestros oídos. Pero también le pagamos al sello sus costos de marketing, difusión y distribución, los costos y utilidades que tienen que considerar otros intermediarios, así como los beneficios para la tienda que finalmente nos entrega la música. Al final de todo el ejercicio, al bolsillo de los músicos llega menos del 10% de lo que pagaste.
Son los sellos discográficos, dueños de la industria musical, los que te han hecho pagar múltiples veces por el mismo material. Un negocio que sería ilegal en cualquier industria: Obligarte a desembolsar dinero más de una vez por algo que ya es tuyo. Aunque ya habías pagado por esas 30 canciones de Los Beatles, con cada nuevo formato te cobraban precio completo, todos los derechos, todos los costos, todas las utilidades. Lo lógico hubiese sido que te permitieran pasar tu vinilo a cassette o tu CD a MP3, ambas cosas consideradas ilegales aunque ya fueras dueño del vinilo o CD. La otra opción es que te hubieran permitido pagar sólo el costo del soporte físico del nuevo formato o un precio muy reducido, respetando que ya habías pagado precio completo por el formato anterior, pero no lo hicieron.
Hasta que llegaron los computadores e internet. Los primeros cambiaron radicalmente la forma en que se produce música: Ya no era sólo suerte de unos pocos tener acceso a un estudio de grabación, ingenieros, ni un sello, para hacer música. Eso hizo multiplicar la oferta musical existente y miles de músicos se convirtieron en millones.
De la mano de los computadores llego el MP3, lo que significaba que ahora no necesitabas una habitación completa para tener una gran “biblioteca” de música, sino que podías tener esa misma biblioteca en la palma de tu mano. Si a la combinación de esas dos cosas sumamos internet, la industria musical cambió para siempre en formas que los sellos todavía no empiezan a entender: El costo de producción, fabricación, distribución y difusión era prácticamente cero. Ahora había una oferta musical infinitamente mayor y ya es normal manejar colecciones musicales de miles de canciones.
Si antes por tener una colección de 100 discos eras considerado como algo melómano, hoy todos podemos tener miles de discos, en teoría. En la práctica, aunque la cantidad de música que podemos poseer se ha multiplicado exponencialmente, el precio de la música sigue siendo prácticamente el mismo. Aun cuando ese precio — que considera costos de producción, fabricación, distribución y difusión — hoy se ha reducido a casi cero. Si todos pagaran por su música, sólo tendríamos cientos de canciones en nuestros iPods, en vez de miles y no serviría de nada tener un iPod con más de 1GB de capacidad. Los sellos no han logrado ver que no son las descargas ilegales lo que está matando la música, sino sus propias prácticas draconianas con sus usuarios.
Pero finalmente, hay luz al final del túnel. Aunque el precio no ha mejorado — descargar un disco de 10 canciones cuesta los mismos $10 dólares que comprarlo en CD — algunos actores como Apple, Google y Amazon ya están cambiando la industria musical para siempre.
iTunes es actualmente la tienda de música más grande del mundo en ventas, ganándole incluso a Amazon y Walmart. Históricamente, iTunes ha funcionado a la antigua: Compras una canción, la descargas y si te roban el computador y quieres volver a tener la canción, la tenías que volver a comprar. Pero en junio recién pasado se anunció “iTunes en la Nube”, iniciativa que me dibujó una sonrisa en la cara que todavía no me puedo borrar.
A partir de ahora, si alguna vez en tu vida compraste una canción en iTunes la puedes volver a descargar cuantas veces quieras, en cuantos dispositivos tengas, sin costo adicional. ¿Te robaron tu computador y no tenías respaldo? Puedes volver a descargar toda la música que habías comprado anteriormente, absolutamente gratis, sin importar si la compraste hace dos horas o siete años. Después de todo, ya era tuya.
Y esto no ocurre sólo con la música, ya que se está haciendo lo mismo con programas de televisión y se espera que pronto se anuncie lo mismo para la descarga de películas. Si ya lo pagaste una vez, es tuyo de por vida, sin importar si el formato MP3 es reemplazado por AAC o el OGG. Ahora pagar $10 dólares por un disco empieza a tener más sentido, pero sigue siendo demasiado caro para un mundo donde, en promedio cada computador tiene más de 100 discos y muchos tienen miles.
Apple también anunció un servicio llamado iTunes Match que será lanzado en septiembre de este año y donde van a “legalizar” toda la música que tengas en tu computador al pagar una suscripción de $25 dólares al año. No importa si tienes 50 o 50.000 canciones. No importa si las bajaste de BitTorrent o si las importaste desde un CD.
Lamentablemente, hoy el servicio sólo está disponible en Estados Unidos, pero será cosa de tiempo que nos llegue al resto del mundo, todo depende de los sellos. Usando algunos trucos (como comprar Gift Cards y tarjetas de crédito de prepago en EEUU), yo vengo usando iTunes en Chile desde el 2003 y fue increíble ver cómo de un día para otro me aparecieron cientos de canciones y series de televisión que alguna vez había comprado, pero había perdido o borrado.
Apple no está sola en esto, Google y Amazon anunciaron servicios similares pero con modelos distintos — en algunos casos no descargas la música sino que la escuchas siempre desde internet —, pero se espera que todos estos servicios se vayan mimetizando hasta que tengamos múltiples alternativas para el mismo beneficio: Comprar algo y que eso sea tuyo para siempre, finalmente.