Ciencia

El origen de… los transbordadores espaciales

El Atlantis antes de despegar por última vez (c) NASA

Hoy es el último lanzamiento de un transbordador espacial. El Atlantis se llevará el título del último transbordador en completar una misión dentro del programa de transbordadores de la NASA, que se inició en los 70’s y que terminará hoy. La misión STS-135 demorará 12 días, en los que se llevarán las últimas provisiones desde Estados Unidos a la Estación Espacial Internacional (ISS), tras lo cual el programa de transbordadores llegará definitivamente a su final.

Y ahora que se está cerrando este círculo, pensamos que sería una buena idea volver a los inicios de este programa, y conocer cómo comenzó.

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Ideas de la post-guerra

Aunque la construcción de los primeros transbordadores espaciales no comenzó hasta la década de los 70’s, las ideas necesarias para hacer una nave espacial que pudiese volver completa desde el espacio, y aterrizar de forma horizontal, comenzó 20 años antes, en 1954 dentro del comité de aeronáutica de Estados Unidos o NACA.

El X-15

El proyecto partió como un experimento llamado “X-15”, idea de Walter Dornberger, un ingeniero mecánico alemán que había participado en la creación de cohetes y artillería para Alemania durante las dos Guerras Mundiales. Dornberger había trabajado en el famoso cohete V2, el primer misil balístico de combate de largo alcance del mundo, y el precursor de todos los cohetes modernos.

Dornberger fue capturado en 1945 después de que se acabó la guerra, y enviado a Estados Unidos en el marco de la “Operación Paperclip”, un plan de los estadounidenses para reclutar la mayor cantidad posible de científicos de la Alemania nazi, con el objetivo de obtener su tecnología y conocimientos, para poder enfrentar a la Unión Soviética (que, por cierto, también estaba reclutando científicos alemanes por su lado).

Así, el concepto para un avión cohete llegó de la mente de Dornberger a las manos de Estados Unidos, que puso los recursos para construir el primer X-15 en 1958. El avión/nave espacial estaba diseñado para ser llevado por una “nave madre” y soltado en el aire, a 13,7 kilómetros de altura a una velocidad de 805 km/h para ser exactos. La idea es similar a lo que hace ahora el Space Ship Two de Virgin Galactic.

Se hicieron montones de tests con el avión durante los siguientes años, con 12 pilotos de pruebas, entre los que estuvo un joven Neil Armstrong el mismo 1958. Cabe recordar que en 1957, un año antes, los soviéticos ya habían lanzado el Sputnik 1 al espacio, el primer objeto hecho por humanos que llegó a la órbita. Es decir, la carrera espacial ya había comenzado, y Estados Unidos iba segundo.

En mayo de 1961, Estados Unidos envió a Alan Shepard al espacio, el segundo hombre después del soviético Yuri Gagarin, que fue lanzado en abril. Sin embargo, las naves que se utilizaban eran desechables: después de volver a la Tierra quedaban prácticamente inutilizables.

Reutilizable versus desechable

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(c) NASA

Así, a mediados de los 60, la fuerza aérea estadounidense decidió que optar por sistemas de transporte reutilizables era la opción más barata para los vuelos espaciales. Se decidió desarrollar dos programas: uno inmediato para crear un vehículo de “Clase I”, con cohetes desechables, donde se desarrolló por ejemplo el programa Apolo que llevó al hombre a la Luna. El otro, “Clase II”, sería de desarrollo más lento, con un diseño semi-reutilizable. Aquí entró de nuevo en juego el diseño del X-15, y otras ideas y proyectos que habían nacido derivados de este avión.

En 1968, la NASA oficialmente comenzó a trabajar en el “Vehículo Integrado de Lanzamiento y Re-Entrada” o ILRV. Al mismo tiempo, se empezaron a desarrollar los motores principales para este vehículo, o Space Shuttle Main Engine (SSME), que también son reutilizables. Dos oficinas de la NASA, ubicadas en Houston y Huntsville, trabajaron en conjunto para diseñar una nave espacial que pudiese llevar carga al espacio, y luego retornar y volar de vuelta a la Tierra. Al año siguiente, en 1969, el presidente Richard Nixon decidió darle luz verde a los transbordadores.

El primer avión que nació de este trabajo fue el X-24B, que probó el concepto de re-entrada a la Tierra y aterrizaje sin energía. El primer vuelo ocurrió en agosto de 1973, y probó el método que luego sería usado en los transbordadores.

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Enterprise en el museo (cc) Ernest W Adams

Con eso, comenzó la construcción del primer transbordador, el Enterprise, el 4 de junio de 1974. Como dato freak, se puede decir que originalmente la nave se llamaría Constitution, pero una organización de fans de Star Trek pidió que le pusieran Enterprise por la nave espacial de la serie, finalmente consiguiendo el cambio de nombre. De hecho actores de Star Trek asistieron a algunas de las pruebas del Enterprise, junto con fans.

El transbordador pasó por varias pruebas de vibraciones y resistencia, vuelos de prueba, etc. Sin embargo, el Enterprise nunca saldía al espacio, debido a que no tenía motores suficientes ni un escudo de calor, lo que no le permitía aguantar la entrada y salida de la Tierra. Así, se hicieron modificaciones a los planos y las mejoras se agregaron a la siguiente nave, el Columbia. Remodelar el Enterprise salía muy caro, de modo que este transbordador terminó siendo parcialmente desmantelado para usar sus partes en las siguientes naves, mientras que el resto del cuerpo terminó en el museo Smitsoniano del Aire y el Espacio en Washington, donde todavía se puede ir a ver.

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Primer viaje

En 1981, el Columbia – construido por Rockwell International, hoy en día Boeing – estuvo listo para el primer lanzamiento. La nave fue disparada fuera de la Tierra el 12 de abril, justo para los 20 años del viaje de Yuri Gagarin. La misión STS-1 llevó sólo a dos tripulantes, John W. Young, y Robert L. Crippendel. El viaje fue un éxito: dio 36 vueltas al planeta, y aterrizó de regreso después de 2 días, 6 horas, 20 minutos y 53 segundos de viaje.

De ahí en adelante, el gobierno estadounidense se dedicó a producir una serie de naves. El Challenger fue entregado en 1982, el Discovery en 1983, y el Atlantis en 1985. Los dos primeros se destruyeron en accidentes, matando a su tripulación: el Challenger en 1986, y el Columbia en 2003. Tras el accidente del Challenger, la NASA mandó a construir el Endeavour, que fue entregado en 1992.

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El resto de la historia ya la hemos recorrido: después de 30 años de viajes y experimentos científicos en el espacio, la era de los transbordadores llega a su final. Las naves ya están muy antiguas para seguir funcionando, además de que cada lanzamiento sale muy caro.

El gobierno de EE.UU. decidió hace un año desechar el plan para crear una nave que reemplazara a los transbordadores. En su lugar, la idea es que los privados sean los que construyan las naves espaciales, que serán arrendadas por el gobierno para enviar gente fuera de la Tierra y mantener la Estación Espacial Internacional funcionando. Esto responde en parte a la fuerte crisis económica que el país atravesó en 2008, y que obligó a recortar costos.

Mientras las naves privadas están todavía en pruebas, el gobierno de Estados Unidos dependerá de los cohetes Soyuz rusos, que seguirán con el transporte a la ISS.

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