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El pasado domingo 3 de abril se cumplieron 30 años de la presentación en sociedad de la primera computadora portátil comercial de la historia: Osborne 1. Fue presentada en la Feria de Computación de la Costa Oeste 1981 y desde ese momento se convirtió en un nuevo segmento de mercado que también contribuyó al nacimiento de nuevos modelos de negocios en los competitivos y frúctiferos primeros años de la informática comercial y doméstica.
El Osborne 1 fue creado por Adam Osborne, un inquieto escritor, programador y emprendedor británico de nacimiento y estadounidense por opción, quien pasó las mil y una antes de lograr poner a su producto estrella en los hogares y oficinas de los compradores de su primer modelo portátil.
A nivel técnico, esta proto-notebook tenía una pantalla de 5 pulgadas que ofrecían 52 caracteres por renglón y hasta 128 desplazando el cursor. Su peso de 11 kilos la convertía en una portátil casi “para hombres” (menos los que tuvieran que viajar en transporte público), pero en 1981 no importaba tanto el peso sino la mágica sensación de saber que uno se llevaba su computadora a donde quisiera.
Su novedoso sistema de valija, el cual era considerado por las aerolíneas de la época como equipaje de mano, era resistente a los golpes y ofrecía un excelente nivel de protección para la alta tecnología con que se encontraba equipada: un procesador Zilog Z80 de 4Mhz (el procesador estrella en aquellos tiempos), 64Kb de memoria RAM, ¡dos disketeras de 5 1/4! y puerto paralelo, serie y módem.
A nivel software ofrecía un SO CP/M (principal competidor del MS-DOS y que de no haber sido por la alianza entre Microsoft e IBM quizás hoy sería otra historia la de los SO), una planilla de cálculos de nombre SuperCalc, un procesador de textos WordStar, CBASIC (Digital Research) y MBASIC (Microsoft) como lenguajes de programación, lo que uno imagina hoy en día que sería un gran porcentaje en licencias de sus 1795 dólares de precio final.
El padre de la criatura
Osborne 1 no fue una idea genial dentro de un contexto ideal, imaginada por un bohemio dentro de un garage. Quizás fue casi todo lo contrario. Adam Osborne no era un inventor ni predicaba la escuela de Silicon Valley y el espíritu garagero de esos estudiantes soñadores con caras de nerds. Él era un comerciante y vivía de su trabajo, nadie lo mantenía. Criado en la vieja escuela de los Homebrew (término luego adoptado por los propios estudiantes de Silicon Valley para formar el Homebrew Computer Club), como el también inglés Clive Sinclair (padre de la ZX80), Osborne era un fanático de los kits de ensamblaje electrónicos que se vendían hasta en los puestos de revistas en la década del ’70 y principios de los ’80.
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A los 22 años se recibió de ingeniero químico y siete años después obtuvo su doctorado, tiempo en el que además de estudiar,
comenzó a dar sus primeros pasos en programación desarrollando modelos matemáticos por computadora para la petrolera Shell. Esta experiencia junto con su carater irascible y poco permeable a las críticas, lo ayudaron a fundar su primer emprendimiento en 1972: Osborne and Associates, empresa que elaboraba manuales de uso y programación, primero para General Automation y luego para las instrucciones del procesador 4004 de Intel.
El cambio de directivos en General Automation lo dejó sin su principal cliente, motivo por el que comenzó a escribir, editar y comercializar libros técnicos, entre los cuales se destacaron “The value of power and how it saves you money on your minicomputer systems” de 1973 (a pedido de General Automation) y “An Introduction to Microcomputers”, de 1975, un best seller que vendió más de 300 mil ejemplares y fue el libro fundacional para el acceso de las masas al mundo de la informática hogareña. Osborne Books editó más de 40 títulos propios y fue vendida en una interesante suma a McGraw-Hill. Con este dinero fundó Osborne Computer Corporation, empresa de donde saldría la primera Osborne 1 al mercado.
El inicio de la era portátil y la mercadotecnia digital
Como decíamos antes, el carácter poco permeable a las críticas y su falta de interés por la planificación llevaron a Adam Osborne a convertirse en una víctima de sus propios logros. El lanzamiento de la Osborne 1 fue un éxito arrollador. Se vendían cerca de 10 mil unidades por mes, en menos de dos años empleaba a 500 personas y facturaba 10 millones de dólares anuales. Toda esta vorágine obligó a la empresa a organizar su estructura de ventas, armado y distribución de su producto estrella. El envión de confianza y la casi nula intervención de su entorno, hicieron que Osborne lanzara sin consultar ni analizar el mercado, los modelos sucesores de la 1, el Executive y el Vixen, estrategia que, además de llevarlo a la bancarrota marcaría dos hitos en la historia de la mercadotecnia tecnológica, los cuales tuvieron como principal víctima y padre a su creador.
El Efecto Osborne
En mercadotecnia se conoce como “Efecto Osborne” a la relación causa-efecto (llevada al extremo de hacer quebrar a una compañía) producida por una desinteligencia en el manejo de los tiempos entre el lanzamiento de un nuevo producto y la consolidación o liquidacion del producto predecesor en el mercado. En palabras más simples: no anuncies un nuevo producto fuera de tiempo si no recuperaste el dinero invertido con la versión anterior de este mismo producto o el mismo no se consolidó en el mercado.
Esto fue lo que pasó con Adam. El éxito de la portátil Osborne 1 le generó una infinita confianza para anunciar el lanzamiento de Executive y Vixen, las sucesoras de la 1, pero problemas con el desarrollo final, fallas de armado, escasez de materiales e indecisiones en la cúpula directiva atrasaron el lanzamiento y produjeron el congelamiento de las ventas de la primera versión, ya que los clientes frenaron sus compras a la espera de los nuevos modelos.
En segunda instancia, otra estrategia de mercado por la que apostó y en la que también fracasó Osborne, se convertiría en el principal mecanismo del funcionamiento de las empresas de tecnología a lo largo de estos 30 años. Anunciar un producto con bombos y platillos, generar ansiedad y mucha, pero mucha demanda, venderlo como pan caliente y agotar los stocks de todo el mundo para luego comenzar de nuevo con la rueda de anuncios de un modelo sucesor, es como se compite hoy en el mercado tecnológico, una estrategia que todas las grandes compañías utilizan para sus productos.
Adam Osborne finalmente intentó volver a tener un poco de éxito comercial volviendo a sus raíces como programador y editor de libros técnicos y casi lo logra con su innovadora planilla de cálculos VP Planner, la cual, de no ser porque se promocionaba con un slogan que decía “Todo lo que hace 1-2-3 (en referencia a Lotus) lo hace VP Planner” no habría llamado la atención de la empresa Lotus Development Corporation, quienes llevaron a Osborne ante la justicia por plagio de su interfaz donde perdería un millonario juicio.
Adam Osborne abrió el camino a un mercado que en la actualidad camina hacia el podio que a duras penas todavía sostienen las computadoras hogareñas: la movilidad. Hace varios años que se venden más notebooks y netbooks que estaciones de trabajo, incluso en las grandes empresas comienzan a adoptar estas herramientas móviles. Los smartphones y las nuevas estrellas de la tecnología, las tablets, continúan ampliando y perfeccionando el mercado de “llevar la tecnología a todas partes”, y esto es algo que Adam no pudo ver en toda su magnitud, pero que se le puede reconocer como un verdadero éxito.
A pesar de su derrotero de fracasos, Osborne sostuvo toda su vida una frase con la que hoy se identifican muchos emprendedores y motivo por el que creemos que sus errores son aún más valiosos para el futuro: “La cosa más valiosa que uno puede hacer es equivocarse; no se puede aprender nada si se es perfecto”.