Si les menciono la fórmula «tecnología + teleserie», de seguro se les vendrá inmediatamente a la cabeza la historia de moda: el tormentoso episodio del iPhone perdido.
Si ha cometido la irresponsabilidad de no mantenerse informado sobre de qué va esta teleserie, simplemente lo mandaré a leer más CHW, y me comportaré de manera medianamente magnánima, resumiéndoselo de la siguiente manera: había una vez un futuro iPhone (llamado por ahí «iPhone HD» o «iPhone 4»); un irresponsable empleado de Apple que contaba con uno de estos prototipos y lo dejó botado en un bar; un tipo con hábitos de buen comerciante que se lo peló lo encontró y luego lo vendió; un blog de tecnología que -también con excelentes hábitos de comerciante- lo compró, para luego darlo a conocer a todo el mundo antes de tiempo y sin el consentimiento de la todopoderosa Apple; una exigencia de parte de esta última para que le devolvieran lo que era suyo; y un editor -dueño del medio antes mencionado- cuyo hogar fue allanado por la policía.
Después de este excelente recuento de los capítulos anteriores, vamos allá con el nuevo episodio: ahora resulta que el sujeto que encontró el prototipo perdido en el bar, y luego se lo vendió a Gizmodo, se encuentra (además de identificado) muy arrepentido.
El abogado del sujeto en cuestión informó, ante las preguntas de Wired, que su representado lamentaba no haber hecho más por devolver el prototipo perdido/robado.
Lo interesante de las declaraciones del abogado, sin embargo, radica en el supuesto engaño en que habría incurrido Gizmodo, medio que le aseguró a su representado que «no había nada malo en compartir el teléfono con la prensa».
Brian J. Hogan, de 21 años, habitante de Redwood -misma locación donde se ubica uno de los principales escenarios de esta obra: el bar de la perdición-, y más conocido como «el revendedor de iPhones», insiste en que hizo todo lo humanamente posible por devolver el teléfono perdido. Pero parece que las buenas intenciones le duraron sólo hasta que decidió vender el prototipo, por una módica suma, al mejor postor.
Sin embargo, después de contarles lo que vendría siendo la parte «medular» o relevante de los dichos del abogado, no puedo evitar partirme de la risa y destacar que, según el mismo leguleyo, su representado además ha estado trabajando a medio tiempo en una iglesia, dando clases de natación a menores, y laborando como voluntario en un orfanato. Hahaha… ¿Cómo me piden mantener la seriedad al leer semejante cosa?
Para rematar, las bondades de este pan de dios no se quedan en lo anteriormente dicho. Según el entrevistado (traducción libre):
Como pueden apreciar, el defensor de Hogan sólo olvidó mencionar que su cliente también ayuda a las ancianitas a cruzar la calle por una módica suma.
¿Ven? El muchacho realmente está arrepentido (¿quién no, después que has terminado involucrándote judicialmente en un verdadero episodio de farándula geek, de nivel global?), y yo le creo.
No se pierda el próximo capítulo, donde Apple demanda a medio mundo, y Jason Chen, editor de Gizmodo, misteriosamente se suicida en el garage de su casa.
Link: iPhone Finder Regrets His ‘Mistake’ (Wired)