(c) The Ohio State University Radio Observatory and the North American AstroPhysical Observatory (NAAPO)
Hace cincuenta años un radioastrónomo llamado Frank Drake tuvo la idea de buscar comunicaciones extraterrestres en el espacio. Para esto, dirigió la primera búsqueda de señales de microondas de radio provenientes de otros sistemas solares, apuntando durante dos meses una antena de 26 metros hacia dos estrellas cercanas similares al Sol (dicho proyecto recibió el nombre de Ozma).
Un año antes (1959) los físicos Giuseppe Cocconi y Philip Morrison habían publicado un artículo en la revista Nature, en donde proponían buscar en el espacio microondas de radio, que tendrían supuestamente gran potencial para la comunicación entre estrellas. A esa misma conclusión había llegado Drake de manera independiente, lo que lo impulsó a comenzar con el experimento que hoy se conoce como SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence) o Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre.
El receptor utilizado por Drake tenía un sólo canal y fue sintonizado en la frecuencia de los 1.420 Mhz, correspondiente a la línea del Hidrógeno Neutro y que también había sido recomendada por Cocconi y Morrison por su significado astronómico. Lamentablemente para Drake durante el plazo en que realizó la búsqueda no logró detectar nada que pudiese tener un origen extraterrestre; pero sí logró llamar la atención del resto de la comunidad astronómica y, de forma especial, de los Rusos.
Durante la década de los 60 fueron estos últimos los principales impulsores de las búsquedas SETI, utilizando antenas que eran casi omnidireccionales para observar grandes extensiones del cielo que les permitieran descubrir alguna que otra civilización avanzada.
No fue hasta la década del setenta que Estados Unidos fijó su mirada en este tipo de proyectos, teniendo a la NASA como la principal impulsora en el desarrollo de la tecnología necesaria para realizar búsquedas más efectivas.
Durante todos estos años los distintos proyectos paralelos que se llevan a cabo no han logrado dar con señal alguna cuyo origen sea claramente extraterrestre, aunque hasta el día de hoy existe una señal que no ha logrado ser descifrada y que fue denominada como “Señal WOW!“.
WOW!
La historia detrás de esta extraña señal se remonta al 15 de agosto de 1977, cuando el radiotelescopio “Big Ear” (Gran Oreja) captó a las 23:16 una señal de radio cuyo origen era desconocido, pero que provenía de la zona oeste de la constelación de Sagitario, alcanzando una intensidad superior en 30 veces al Piso de Ruido.
La señal fue registrada en una sección de papel continuo por la computadora del observatorio. Días después el profesor Jerry R. Ehman (de la Universidad Estatal de Ohio y que trabajaba como voluntario en el proyecto SETI) descubrió dicha señal mientras revisaba los registros del computador, debido a que era la señal anómala más intensa detectada hasta entonces por un radiotelescopio. Tal vez producto de la sorpresa y emoción ante tamaño descubrimiento, el joven profesor dejó registrado el momento con una anotación que decía: “Wow!”. Junto a esta encerró en un círculo la serie de números y letras que llamó su atención: 6EQUJ5.
Dicha serie describía la fuerza de la señal recibida en un corto período de tiempo. En aquellos años se utilizaban números del 1 al 9 para representar el nivel de la señal por encima del ruido de fondo. Con el objeto de extender la escala se le agregaron las letras del abecedario (desde la A hasta la Z), de manera de representar cada vez niveles de señal más elevado.
Entonces la serie 6EQUJ5 representaba una señal que crecía desde el cero hasta llegar al nivel “U”, para luego ir atenuándose hasta llegar nuevamente al cero. Lo anterior se completaba de forma exacta en 37 segundos, justo el tiempo que le tomaba al Big Ear realizar un barrido completo de un punto específico en el espacio.
Tanto Ehman como el jefe del proyecto (John Kraus) estudiaron la señal logrando descartar que esta fuera el resultado de algún tipo de interferencia proveniente de la Tierra, por lo que durante el mes siguiente los operarios del radiotelescopio intentaron reposicionar la señal, pero sin tener éxito.
En los años 1987 y 1989 se intentó nuevamente dar con la señal utilizando otro radiotelescopio, sin obtener resultados positivos. En 1995 y 1996 se intentó utilizando el conjunto de radiotelescopios VLA ubicados en Nuevo México (formado por 27 platos de 25 metros cada uno), no logrando encontrar ningún tipo de señal que siquiera se asemejara a una transmisión continua.
La historia más reciente en torno a la búsqueda de señales extraterrestres es más conocida, sobre todo gracias al proyecto SETI@Home que, por medio de la computación distribuida, hace uso de los tiempos muertos de los computadores para procesar la información proveniente del radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico).
En la actualidad existen unos cinco millones de usuarios que participan del proyecto (ahora bajo el nombre de BOINC), contribuyendo con 19.000 millones de horas computadora. En todos estos años se logró identificar sólo una señal como candidata para un estudio más acabado, esta se denomina HGb02+14a y se origina en la constelación de Piscis y Aries; a una distancia de 1.000 años luz de la Tierra.
Aún así, estas señales se mantienen como un misterio. Quién sabe si algún día alguien dará con la clave, o si la duda quedará como un enigma para siempre.
Links:
– SETI@50: the Wow! signal (Cosmos Magazine)
– SETI Institute
– The Big Ear Wow! Signal (BigEar)