Casi todo el mundo ha tenido alguna vez la sensación de una presencia extraña mientras, por ejemplo, camina por una calle a oscuras. Esta percepción está en nuestro cerebro y un grupo internacional de científicos, liderado por Olaf Blanke, de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), creen haber descubierto a qué se debe el fenómeno y han sido capaces de recrear en el laboratorio esa ilusión gracias a un brazo-robot. En un artículo publicado recientemente en la revista Current Biology explican cómo lo han conseguido.
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El origen de este estudio se remonta veintidós años atrás, cuando el equipo de Blanke manipuló el área temporoparietal izquierda del cerebro de una paciente con epilepsia, provocando que la joven comenzara a sentir una presencia detrás suya que adoptaba sus mismas posiciones. Cuando los investigadores le pidieron a la joven que, sentada en una camilla, abrazase sus rodillas, ella sintió que el hombre también se sentaba y la abrazaba.
El neurocientífico estaba convencido de que aquello se debía a una confusión del cerebro al percibir el origen de las señales sensoriales y, ahora, ha logrado demostrar su hipótesis con un curioso experimento.
Creando un fantasma
Las historias de “apariciones” son comunes entre alpinistas, exploradores, supervivientes, en personas que han perdido a su pareja y también en pacientes con trastornos neurológicos o psiquiátricos.
Usando como voluntarios a pacientes con epilepsia, migraña y otro tipo de dolencias, los neurocientíficos suizos diseñaron un robot que los sujetos, con los ojos vendados, movían con su dedo índice y tenía su reflejo en otro robot esclavo que reproducía los movimientos detrás del individuo, dándole toques en la espalda. Cuando ambas acciones (tocar el primer robot y ser tocado por el segundo) eran simultáneas, no sucedía nada extraño. Pero si estaban separadas por una fracción de 500 milisegundos, los voluntarios tenían la sensación, al cabo de tres minutos, de que alguien había vuelto a tocarles la espalda. Cuando realmente no había sido así.
El equipo de Olaf Blanke vio que los voluntarios sufrían alteraciones en tres áreas del cerebro, el córtex insular, el frontoparietal y el temporoparietal, involucradas en la percepción del propio cuerpo.
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Así pues, los “fantasmas” son, en realidad, el resultado de una integración defectuosa de las señales sensoriomotoras: tacto, posición del cuerpo y movimiento.
Estas señales son fundamentales para crear la conciencia de nosotros mismos al integrarse en el cerebro la información procedente de nuestros movimientos y la posición de nuestro cuerpo en el espacio. Si esta integración falla, como en el caso de cansancio extremo, miedo o desórdenes neurológicos, se crea en el cerebro la sensación de una presencia extraña.
Esquizofrenia
Además de explicar un fenómeno común a muchas culturas, el objetivo de esta investigación es comprender mejor algunos de los síntomas de los pacientes que sufren de esquizofrenia y que a menudo experimentan alucinaciones o delirios asociados con la presencia de una entidad extraña cuya voz pueden oír o cuyas acciones pueden sentir. Muchos científicos atribuyen estas percepciones a un mal funcionamiento de los circuitos cerebrales que integran la información sensorial relacionada con los movimientos de nuestro cuerpo.
Es poco probable que este hallazgo sirvan para la gente deje de creer en fantasmas. Sin embargo, para los científicos, es una evidencia más de que los fantasmas sólo existen en nuestras mentes.