Desde hace años hemos escuchado sobre miles de historias de personas amenazadas de ir a la cárcel por compartir una canción, una película, un libro. Casi siempre hay una industria voraz detrás que no entiende los cambios en el paradigma actual. Pero cuando esto le ocurre a un individuo que quiere compartir conocimiento académico, me parece ilógico, inexplicable e indignante.
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Esta es la historia de Diego Gómez, un colombiano que podría ir hasta 8 años a la cárcel por compartir una tesis de maestría. Según relata en el sitio de la Fundación Karisma, Diego es un biólogo por la Universidad del Quindío. Al estar alejado de la capital, estudiar la carrera representó un reto:
Estudiar ciencias (incluyendo las ciencias biológicas) desde la provincia representa un nivel de dificultad mayor, principalmente porque las bibliotecas y hemerotecas son pequeñas y no cuentan con los recursos para pagar los miles de dólares que representa el acceso tanto a libros especializados como a las más importantes bases de datos bibliográficas del mundo; situación que limita el derecho al acceso al conocimiento de los estudiantes, investigadores y docentes que se encuentran en estas regiones.
Pese a las limitaciones, Diego se especializó en el estudio y conservación de los anfibios de Colombia. Tuvo que ahorrar bastante para viajar constantemente a Bogotá para acceder a museos y colecciones; también adquirió libros y copias de artículos para incrementar su bagaje. Pero fue Internet la herramienta que lo ayudó a lograr su cometido.
Internet fue uno de nuestros principales aliados en este apasionado proceso de búsqueda y estudio para hacer conservación. Esta herramienta disminuía la brecha entre nuestra posición de estudiantes y futuros investigadores de la universidad de provincia frente a las grandes universidades y centros de investigación en Bogotá y otras ciudades.
Como señala más adelante Diego, compartir conocimiento académico en Internet se ha convertido en una práctica cotidiana, asumiendo buena fe y gratitud por parte de la comunidad científica. Sin embargo, él nunca sospechó que compartir una tesis de maestría podría atraerle tantos problemas.
Diego compartió el material (que, de acuerdo con su relato, ya estaba digitalizado y disponible en diversos sitios) para que más personas pudieran consultarlo. En ningún momento intentó plagiar o atribuirse la autoría. La respuesta del autor de la tesis –cuya identidad se reservó en el anonimato– fue acusar a Diego ante los tribunales por violaciones del derecho de autor.
Ahora Diego –quien actualmente estudia una maestría en Conservación y Manejo de Vida Silvestre en Costa Rica– está metido en este lío legal que podría depararle, según la ley colombiana vigente, una condena de prisión de 4 a 8 años. A pesar de que la Fundación Karisma espera que el juez determine que no hubo intención de lesionar el derecho patrimonial del autor (es decir, el derecho que tiene a hacer explotación comercial de la obra), el riesgo persiste.
© Diego Gómez
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Compartir conocimiento no debería ser considerado un delito. Es una pena que el autor de esta tesis de maestría haya recurrido a esta instancia legal cuando no existe ningún ánimo de perjuicio. Por el contrario: son ese tipo de acciones las que atentan contra la construcción de la ciencia al no permitir el intercambio de investigaciones. Por algo el mundo voltea cada vez más hacia el acceso abierto.
Esperemos que el caso resuelva para bien de Diego. Si quieres apoyarlo, la Fundación Karisma recomienda una campaña para hacer conciencia sobre la falta de proporcionalidad en el castigo por violación de copyright, en comparación con delitos como violación, trata de personas o contrabando.
© Fundación Karisma
Estamos de acuerdo. Compartir conocimiento no es un delito.