Si nos dieran una moneda cada vez que un gobierno de turno en esta parte del planeta habla de Internet como una oportunidad para “subirse al tren del desarrollo económico”, tendríamos una abultada cuenta a nuestro favor.
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Es que si bien es cierto que Internet permite el desarrollo de nuevas industrias y la expansión de las barreras de otros negocios, en países donde las precarias condiciones productivas tienen causas mucho más complejas que tener o no presencia en Internet, la común analogía de “subirse al tren del desarrollo” es a todas luces exagerada y algo inocente.
La presencia en Internet de los ciudadanos debe ser procurada por el Estado no sólo por razones económicas, sino fundamentalmente porque es un bien común. Más que una mera oportunidad de desarrollo económico, es una oportunidad de desarrollo humano. Que casi la mitad de la población mundial no tenga acceso a Internet es, por ende, un asunto escandaloso.
Pero si a eso sumamos que la calidad de la conexión no permita disfrutar hoy de servicios fundamentales para el acceso a la cultura, la comunicación y la libertad de expresión, la conclusión apunta a que el acceso sin calidad son dos conceptos que ya no pueden ir separados.
Veamos un ejemplo de Internet malo y caro. Quizás de los malos y más caros de, al menos, Sudamérica. Eso es, en palabras muy simples, lo que denuncian desde hace ya un tiempo un grupo de activistas agrupados bajo el explícito nombre “Más y Mejor Internet Para Bolivia”.
País injustamente olvidado entre las cada vez más pujantes cifras de penetración de Internet en la parte sur del continente, en Bolivia aún queda por resolver un reto fundamental: la infraestructura suficiente que permita no solo ampliar la cobertura de Internet, sino también la calidad de ésta.
Según las cifras que maneja la agrupación, Bolivia tiene un costo promedio de U$ 29,71 por Mbps, monto escandaloso si uno lo compara con Brasil (U$ 0,53) o Chile (U$ 2,57).
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Cuando se revisa el informe 2013 de la “Comisión para la Banda Ancha” de la ITU y Unesco, Bolivia es uno de los pocos países de Sudamérica que no presenta planes de banda ancha nacional (el otro es Venezuela). Según cifras del 2012 sobre el porcentaje de individuos que usan Internet en países en vías de desarrollo, Bolivia tiene un 34,2 % superando solo a Paraguay en Sudamérica.
¿Poca inversión pública? ¿Ignorancia? ¿Dejadez? ¿Irresponsabilidad? Las causas de la falta de una política eficiente para bajar los costos y mejorar la calidad de la red en ese país son múltiples y exceden el alcance de esta columna. Con todo, las consecuencias apuntan a una misma interrogante: ¿se puede hablar en Bolivia de Internet como un bien público en las condiciones actuales?
Tener una llamada de voz al otro lado del mundo, compartir canciones, ver en streaming películas inspiradoras, denunciar abusos a tiempo real, investigar en diversas fuentes, desarrollar un modelo de negocio innovador, en fin, todas acciones que se hacen no solo garantizando el acceso a Internet, sino también avanzando decididamente en la calidad de ese acceso.
Una calidad que, por cierto, no sea para ciertos servicios que el operador de Internet favorezca, sino que permita un acceso no discriminatorio para usuarios y proveedores de servicios, porque sin neutralidad en la red, Internet pasa a ser un mero canal más de televisión.
Una agenda de derechos humanos que no considere este aspecto queda trunca, tal como una agenda digital que solo se limite a valorar Internet como una oportunidad para subirse al famoso tren del desarrollo.
Una versión de este artículo fue publicada el 12 de mayo en Poblanerías.com, en el marco del especial por el Día Mundial de las Telecomunicaciones. Es reproducido bajo la licencia CC:BY y con permiso de la autora.