El descubrimiento del programa de espionaje PRISM de Estados Unidos ha provocado un impacto global, aunque pocos países han manifestado tan abiertamente su rechazo e indignación como lo ha hecho Brasil. La presidenta Dilma Rousseff acusó directamente a Estados Unidos ante la ONU de quebrantar el derecho internacional y violar “los derechos humanos, la libertad civil y la soberanía” de su país (y de tantos otros que fueron espiados también).
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Según los documentos filtrados por Edward Snowden, la NSA es capaz de monitorear el 1,6% del tráfico de Internet, lo que incluye almacenar e-mails, revisar datos almacenados en servidores del país y acceso a la información que empresas como Facebook, Google o Microsoft tienen de sus usuarios. La justificación para revisar las comunicaciones de ciudadanos comunes y corrientes es “proteger al país del terrorismo”.
Pero en el caso de Brasil, se descubrió espionaje específico hacia la presidenta Rousseff (también al mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto), donde se monitorearon sus llamados telefónicos, e-mails y comunicaciones con asesores. También se acusó a la NSA de espiar a Petrobras, la compañía petrolera brasileña y una de las empresas más grandes del mundo, en algo que poco tendría que ver con “proteger al país del terrorismo”.
La defensa de Brasil
(cc) cassimano / Flickr
Como consecuencia, Rousseff canceló un encuentro que tenía con Obama y planteó una ley para regular Internet en Brasil. Uno de los principales problemas de Sudamérica en general es casi todo el tráfico que viaja a través de los cables submarinos necesariamente pasa por Estados Unidos, lo que en teoría deja nuestros datos a merced del sistema de espionaje de la NSA.
Por esta razón, Brasil estaría considerando instalar un cable que lo conecte directamente a Europa, intentando saltarse a EE.UU. Además busca exigir a las empresas que los datos de los brasileños sean almacenados en Brasil. Esto significaría que Google, Facebook y otros servicios tendrían que instalar datacenters en Brasil para guardar e-mails, mensajes y otras informaciones, evitando que esos datos viajen hasta EE.UU. Estos datacenter tendrían que atenerse a las leyes de protección de datos locales.
La ley tiene ahora suma urgencia en el Congreso brasileño, y deberá ser votada en las próximas semanas.
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Por desgracia, ninguna de estas alternativas protege completamente los datos, ya que Internet es una red global distribuida y la información viajará igual por diferentes nodos del mundo, topándose tarde o temprano con un sistema de espionaje. Cabe recordar que son socios de EE.UU. en la vigilancia de Internet el Reino Unido, Australia, Canadá y Nueva Zelanda a través del programa “Cinco Ojos“.
Es ahí donde entraría en juego la ONU. La mandataria buscaría que Naciones Unidas establezca una regulación sobre Internet, donde se impida que los servicios de espionaje intercepten información. Suena idealista, pero una condena global a la práctica al menos podría forzar a EE.UU. a moderar su comportamiento (o buscar formas más secretas para ejecutar lo mismo).