Columna

Por qué no habrá una revolución en el mercado de la TV en el corto plazo

Ni siquiera es necesario cambiar el paradigma de la televisión actual.

La televisión es como la piedra filosofal o el santo grial para las empresas tecnológicas. Un elemento que nadie ha encontrado jamás, pero que promete gran riqueza y la revelación de secretos místicos que para un compañía del siglo XXI, significarían dominar en una industria que hasta ahora ha sido muy elusiva, resultando en ganancias que todos esperan ver en sus arcas.

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La primera emisión de un contenido para la televisión fue realizada por la BBC de Inglaterra el año 1927, para que muy pronto en 1930 se creara la primera emisora que ofrecía un programa en horario fijo de manera regular, concepto que hasta el día de hoy se mantiene vivo. Precisamente ése el problema: el concepto sigue casi intacto y no hay cómo sacarle más dinero del que ya se extrae hoy en día.

Solo se han elaborado mejoras de tecnología por sobre la misma idea inicial, resultando en la TV por cable, la satelital, recientemente la televisión digital, nuevos equipos de televisores más pequeños y con pantallas planas, etc. Pero los contenidos siguen siendo entregados de la misma forma que en 1930, en horarios fijos y de manera regular, controlados a través de un control remoto, en un paradigma inviolable que se busca revolucionar.

Los intentos (fallidos) de la industria

Samsung Smart TV.

La industria pide a gritos un cambio, el que ha llegado en varias formas y en manos de diversas empresas tecnológicas que han hecho su mejor intento por renovar al mundo de la TV, tomando aprontes por el lado de los contenidos que han salido mal y no han funcionado como se esperaba. En definitiva, no han revolucionado al mundo de la TV y no han estado ni cerca, aunque no se cansan de intentarlo o bien quieren entrar como participantes nuevos en esta carrera, como en el caso de Intel.

La primera empresa que se viene a la mente es Samsung. Ellos estaban fabricando televisores “normales” y vendiendo con gran éxito, por lo que se vieron con la oportunidad de innovar. Tomaron el concepto de Smart TV y lo llevaron a las masas, ofreciendo conectividad a Internet para ver YouTube o Netflix, un control remoto aparatoso con más de 9.000 botones y hasta una superficie táctil estilo notebook, o más recientemente el reconocimiento de gestos corporales y de la voz que funcionan el 50% de los intentos.

Hoy, pocos usuarios utilizan realmente dichas funciones y finalmente, se quedan sólo con el panel de 50 pulgadas LED que les interesa para ver TV por cable como hace 20 años atrás.

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Apple TV.

Si hablamos de Samsung entonces nos acordamos de Apple, que lo intentó con el Apple TV. Este dispositivo es un set-top box o caja independiente que se conecta a una TV de mayor tamaño y le otorga de contenidos provenientes desde Internet, específicamente de la tienda iTunes para música y películas. También permite ver cosas desde Netflix, YouTube y Vimeo, teniendo muy limitadas posibilidades para conseguir contenido. Apple lo sabe y por eso está buscando inventar un nuevo concepto, del que aún se sabe muy poco y que llegaría en un mediano plazo a las tiendas.

Pero el Apple TV no es el único set-top box del mercado. De hecho, existen varias ofertas similares que se alejan del portal iTunes y ofrecen conectividad a servicios como Netflix o bien ejecutan sistemas operativos móviles como Google Android, permitiendo acceder a Internet, un navegador web y aplicaciones para redes sociales e incluso videojuegos.

Que no pase de largo Google, que ha mantenido durante un par de años a Google TV, sistema operativo basado en Android que sirve para crear Smart TVs con acceso a la red y el navegador web Chrome, teniendo poca aceptación entre los fabricantes de televisores. Pero lo más humillante para Google fue la salida al mercado del Nexus Q en junio de 2012, un set-top box en forma de esfera que se integraba con la tienda de contenidos Google Play y transmitía contenidos en tiempo real desde Internet, siendo un concepto vacío que motivó su desaparición pocos meses después.

Google Nexus Q.

Pocas semanas atrás Google le dio una tercera oportunidad al asunto a través del Chromecast, un pequeño aparato que se conecta al puerto HDMI de cualquier TV y permite pasar a la pantalla grande lo que se está viendo en el teléfono móvil o tableta, convirtiendo por sólo USD$35 cualquier panel en una Smart TV.

Por su lado, Microsoft también ha hecho el esfuerzo por conquistar a la televisión y su apronte para aquello ha sido a través de la consola de videojuegos Xbox, la que más que nunca con la venidera Xbox One añade funciones para transmitir contenidos desde Internet y convertirse así en el centro del hogar. Lo mismo se aplica para Sony, que se aprovecha del éxito de la PlayStation para integrar funciones de Smart TV y robarle el cetro a los set-top box y TVs inteligentes integradas.

Pero ninguna empresa ha cambiado el panorama de manera radical, ya que hasta hoy todos utilizan su TV de manera tradicional igual que en 1930: disfrutando contenidos en horarios regulares, a través de un canal emisor establecido. Si tenemos una Smart TV, set-top box, consola de videojuegos o Chromecast, entonces es algo complementario, porque el paradigma convencional aún sigue intacto.

¿Será falta de visión? ¿De tele-visión?

En ocasiones así es mejor interactuar con la rubia, no con la TV.

No hace falta ser psíquico para intentar adivinar el futuro, y aunque encontrar la piedra filosofal o el santo grial llevaría a cualquiera de nosotros directamente a la gerencia de alguna empresa grande, se sabe que aquello es muy difícil y como hemos visto hasta ahora ha resultado completamente imposible para todo quien lo ha intentado.

Pero veamos qué ha salido mal. Más aún, qué ha faltado. Lo primero que ha faltado hasta el momento es visión sobre el concepto de televisión. Suena ridículo, pero hay que analizarlo así: la palabra televisión proviene de la voz griega “tele”, que significa “lejos”, y del latín “visión”, que es de mirar algo (master of the obvious). Entonces, televisión en esencia significa algo así como “mirar de lejos”, lo que viene muy bien si pensamos que la televisión es un objeto dentro del hogar que está de manera omnipresente y siempre observada desde lejos, interactuándose poco con ella.

Lo mejor, pero lo mejor de la TV, es que no tenemos que hacer casi nada para disfrutarla. Nos sentamos al frente y ya está, horas de entretención. El máximo esfuerzo es presionar el botón de volumen en el control remoto o cambiar de canal un par de veces hasta que encontramos algo que entretenga, en lo que se llama de manera popular zapping. El punto es el siguiente: acá es precisamente donde se caen todas las ofertas basadas en computación e Internet. Buscan que el usuario interactúe con la televisión y peor aún, que éste sepa qué es lo que quiere ver en pantalla.

Tener que escoger entre un poblado menú antes de ver TV. ¿En qué mundo enfermo vivimos?

Nosotros no sabemos lo que queremos ver o pocas veces lo sabemos, casi nunca. Ésa es la gracia. Tampoco es cómodo gastar tiempo en la computadora, en interfaces que parecen de computadoras o en el teléfono móvil o tableta buscando algo para ver. Si quisiéramos hacer eso, utilizaríamos la computadora, el teléfono móvil o la tableta en lugar de la TV.

La televisión es un lugar para no pensar, para dejarnos sorprender cuando no tenemos nada en mente, para acompañar cuando queremos que algo haga ruido durante horas en el hogar vacío y por qué no decirlo, para que la utilice la abuelita que no entiende quién pudo haberle puesto de nombre “Wikipedia” a una enciclopedia y cómo es que cabe dentro de un PC o tablet.

Muchas empresas parecen no entender todo esto, o creen que la revolución de la televisión viene de la mano de la interacción. Pasa que no, quizás la TV está bien como está y no necesita cambiar como concepto. Sería como intentar re-inventar el automóvil para que haga otra cosa que no sea transportar gente. De ser así, entonces, no esperemos hoy ni mañana una revolución a la TV. Porque todo indica que no necesitamos revolución y todo está bien como está. Dejémoslo así.

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