Otra vez más un par de proyectos de ley estadounidenses quieren intentar censurar la internet. Desde que la web se hizo popular a mediados de los años noventa, una docena de proyectos de ley han intentado controlar la libertad de expresión en el medio que más impacto ha generado en el mundo. Por suerte, ninguno ha tenido éxito, pero no por eso los parlamentarios norteamericanos han dejado de seguir insistiendo. ¿Por qué nos importa y por qué deben dejar de seguir intentando de una vez por todas?
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“El alimento es un regalo de Dios. Utilizar un instrumento artificial para llevarlo a la boca, implica que no es digno de ser tocado.” — Clérigos de Venecia, 1005 d.C.
Esos clérigos se referían al tenedor, demonizando su uso y atrasando su adopción por varios siglos. Esa es una de mis citas favoritas y el mejor ejemplo del miedo que tenemos colectivamente al cambio. Mientras más viejos somos, más queremos que las cosas sigan como siempre, como comer con las manos en vez de aceptar que el tenedor es una buena idea y que quizás deberíamos adoptarlo aunque cambie nuestras costumbres.
Pero partamos por el principio, ¿por qué nos deberían importar las leyes de propiedad intelectual que se estén discutiendo en el Congreso de Estados Unidos? Porque cuando el país del norte ha firmado tratados de libre comercio con distintos países (entre los que se encuentra Chile), uno de los capítulos más extensos y polémicos ha tenido que ver con la propiedad intelectual y la protección de los derechos de autor, donde ha negociado que el país asociado adhiera a modificaciones a sus leyes existentes. Por lo tanto, aunque parezca lejano que se esté debatiendo un proyecto de ley en Washington D.C., la preocupante noticia es que podría terminar aplicándose en el resto del mundo.
Cuando Shawn Fanning lanzó Napster al mundo en 1999, fue un fenómeno alucinante. Como nunca antes en la historia, podías abrir un programa y tener acceso a prácticamente toda la música del mundo. Recuerdo haber pasado horas buscando cualquier canción que se me viniera a la cabeza y casi mágicamente encontrarlas todas. Era una muestra del poder que tenía internet y quedaba claro que así se debía distribuir la música. Pero sin saber cómo lucrar de este fenómeno, las compañías discográficas no encontraron nada mejor que demandarlos hasta la desaparición. Luego Steve Jobs presentó el iPod al mundo en 2001 y, como nunca antes, podías tener “1.000 canciones en tu bolsillo”. Esas mil canciones debías obtenerlas desde un CD para pasarlo a tu reproductor MP3 y aunque usted no lo crea, hacer eso hasta el día de hoy es considerado ilegal. Algunos trataron de demandarlos, pero por suerte no tuvieron éxito. Si Apple no hubiese introducido un producto que permitía reproducir música “ilegal”, el iPod no habría tenido el éxito que todos conocemos, abriendo el camino para que hoy exista un mercado legal de música digital inmensamente superior a cualquier soporte físico que haya existido antes.
Hoy los sellos discográficos y los estudios de cine — dos industrias que se dan mucha más importancia de su aporte a la economía global de la que realmente tienen — siguen tratando de que comamos con las manos en vez de darse cuenta que es hora de cambiar nuestros hábitos y aceptar que los tenedores llegaron para quedarse.
Uno de los proyectos de ley que está generando más polémica recientemente, es la ley SOPA, siglas en inglés que significan “Stop Online Piracy Act” (Acta de Cese para la Piratería Online). Este proyecto de ley propone que se pueda censurar cualquier sitio web del mundo que sea sospechoso de facilitar la infracción de derechos de autor, potencialmente amenazando la existencia de servicios como YouTube, Twitter o hasta Facebook, incluyendo cualquier sitio web donde un usuario deje un enlace a un archivo “pirata”. Así, por tan solo filmar un video de mi hija bailando una canción de Plaza Sésamo y subirlo a YouTube, yo sería considerado un pirata sentenciado hasta a cinco años de prisión y el sitio web podría ser bloqueado extrajudicialmente. No se a ustedes, pero a mi me parece exagerado y en extremo ridículo.
Lo más insólito es que el título completo intenta convencer que la intención de esta ley es “promover la creatividad, innovación y emprendimiento”. Sin embargo hoy hay más músicos que nunca en nuestra historia y la gran mayoría de ellos no ganan plata con la venta de discos (¡ni siquiera tienen sello discográfico!). Por el contrario, regalan sus canciones, obtienen seguidores y se financian con los conciertos en vivo que se llenan de esos mismos fanáticos que de otra manera no los conocerían. Súmale a eso que innovaciones y emprendimientos como YouTube dejarían de existir.
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Peor aún, hay muchos que ven la ley SOPA usando la propiedad intelectual como una excusa para censurar cualquier sitio bajo el pretexto de la protección a los derechos de autor, y es ahí donde se vuelve crucial evitar que se promulgue esta ley.
En vez de estar modificando las leyes de propiedad intelectual para que sean más restrictivas, deberíamos estar trabajando en la dirección contraria, liberalizando las leyes de propiedad intelectual. Deberíamos permitir que se compartan libremente las creaciones con derecho de autor, siempre y cuando se reconozca la autoría y no se esté lucrando de ello. Yo debería poder regalarte un MP3 de mi canción favorita, sin que sea considerado piratería. Piratería debería ser sólo cuando alguien está lucrando al compartir esa canción, cuando se le da un uso comercial, ahí las leyes deberían proteger para que ese lucro siempre sea compartido con el autor.
En vez de limitar, penalizar y censurar la facilidad que nos da internet para compartir, estas industrias “creativas” deberían usar su creatividad para inventar la forma de sacarle el mayor provecho a la naturaleza abierta y participativa de internet con modelos que les permitan seguir siendo rentables. Que los que quieran seguir comiendo con las manos lo puedan hacer, pero algunos ya queremos tenedores.