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El caballero medieval, con su armadura y montura blindadas, formando una compacta unidad con el resto de la caballería en una carga conjunta, representaban la más terrible y decisiva arma de la Europa medieval. ¿O no?
Realmente el debate da para mucho, y las gloriosas cargas de la caballería pesada están jalonadas de espectaculares victorias (Las Navas de Tolosa) y sangrantes derrotas (Créçy y Azincourt, derrotas ambas francesas frente a los ingleses y sus arqueros).
Ahora un estudio conjunto de las universidades de Leeds, Oxford y Milán ha medido el impacto físico de las armaduras de aquellos caballeros para valorar su importancia en el combate. Y lo cierto es que no quedan muy bien paradas.
El informe, recogido en la publicación especializada Proceedings of the Royal Society B, arroja una serie de datos que hace que sintamos pena por aquellos caballeros de acero. Para llevar a cabo el estudio, se realizaron pruebas con cuatro sujetos voluntarios que forman parte de la Royal Armouries, el museo nacional de armas y armaduras británico.
Vestidos con diferentes réplicas exactas de modelos clásicos de armadura (como la gótica germánica) los voluntarios fueron sometidos a pruebas físicas como correr y andar sobre una cinta corredora. Variables como la frecuencia respiratoria, consumo de oxígeno, producción de CO2 o la densidad del torrente de aire, con y sin la armadura puesta, fueron medidos.
Las conclusiones las resume el coautor del estudio, Graham Askew, fisólogo de la Universidad de Leeds:
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La carga soportada por los soldados modernos es muy similar a la de una armadura. Pero el coste energético de llevar tal carga a la espalda no es tan alto como el de moverse con armadura. La diferencia es que el acero carga las piernas, lo que significa que se necesita un mayor esfuerzo muscular para el balanceo de las piernas con cada paso. Un joven soldado podría caminar a un ritmo bastante rápido (1,8 metros por segundo) sin fatiga, mientras que otro con más de 50 años sólo alcanzaría 1,4 m/s.
Vamos, que los caballeros así pertrechados consumían el doble de energía que el resto cuando corrían o caminaban hacia sus enemigos, marcando un coste metabólico de entre 2,1 y 2,3 veces superior. También se doblaba la cantidad de esfuerzo exigido. Así mismo, la respiración se hacía más corta y frecuente por las dificultades de la armadura.
En realidad este estudio revela poca cosa, más allá de un esfuerzo físico que ya se presuponía. Si los caballeros montaban a caballo era por algo, y eran bien conscientes de que con ese peso a sus espaldas, el combate a pie no podía durar mucho.
Link: La armadura medieval era más un lastre que una ventaja (Público)