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Muy sabido es lo estricto que son los códigos de silencio al interior de Apple. Códigos que rigen desde las altas esferas de Cupertino y hasta el último de los empleados. Hoy, uno de estos vendedores ya debe estar dejando su currículum en las tiendas vecinas, porque no se aguantó y se fue de tarro con Popular Mechanics. Se despachó algunas frases para enmarcarlas y para pensar, porque trabajar en las tiendas de la manzanita puede estar muy lejos de ser una experiencia gratificante.
Según las palabras del (ya seguramente ex) trabajador, los clientes estadounidenses (si es que no los de todas partes) los tratan de manera miserable, entre otras cosas:
“Es increíble lo mal portados que son algunos clientes. He visto clientes absolutamente enfurecidos que logran que les cambien teléfonos que tenían hace unos dos años. Gritan, lloran, maldicen. Y funciona. La gente puede ser terrible. A veces es como trabajar en McDonald’s, pero con mejor sueldo. Nuca me habían tratado tan mal en mi vida”, emprendió el trabajador contra los clientes.
Pero lo más llamativo/gracioso/temible de todo lo que vomitó el hombre, tiene que ver con la suerte de credo que la compañía busca predicar en sus trabajadores:
“A veces la compañía puede sentirse como un culto. Como por ejemplo, que nos entregan todos estos pequeños panfletos de papel diciendo cosas como -y aquí estoy parafraseando- ‘Apple es nuestro alma, nuestra gente son nuestra alma’, o ‘Nosotros apuntamos a proveer grandeza tecnológica’. Y una vez en una sesión de entrenamiento comenzaron a decirnos cómo trabajar en nuestra personalidad y nos separaron en aquellos con un foco externo y los con un foco interno. Simplemente fue extraño”.
Para completar, afirmó que Apple tiene una política de asistencias bastante benévola con sus empleados, pero que es muy rígida a la hora de hacer lo que él acaba de hacer. “Tienes que llegar tarde como 15 veces antes de que te despidan. Pero ¿si hablas con la prensa o especulas ante un cliente sobre el próximo iPad? Es tu final”, apuntó, probablemente ya con una caja con todas sus pertenencias bajo el brazo…
Además, habló de lo frecuente que es el tener que lidiar con narcotraficantes que llegan a las tiendas a comprar con identidades falsas o con indigentes que entran para escuchar death metal y hacer webcasts, o adolescentes para actualizar sus fotos de Facebook. Pero los dos primeros puntos son -a lo menos- de temer, dice.
Link: Confessions of an Apple Store Employee (Popular Mechanics)